La 39° edición del Festival Internacional del Cine de Mar del Plata ya se encuentra entre nosotros. A diferencia de otros años, cada movimiento del Festival, sea sus finanzas, sus logros como festival clase A, los eventos con los que convive y cada partícula del mismo están bajo mirada popular como nunca antes. Uno de sus co-directores artísticos, Gabriel Lerman, declara: “El festival es apolítico, y todas sus ediciones deberían ser apolíticas. Más allá del Gobierno de turno. Eso pasa con los grandes festivales. En ese sentido, están ajenos y así debe ser. No es un hecho político, es un hecho cultural. Lo que nosotros nos aseguramos desde el principio es que tiene que haber libertad absoluta y la hay”. En una época de caricaturas peligrosas, donde la cultura –entre decenas de necesidades básicas– se vive bajo una gestual lupa, y donde el cine argentino se ha convertido en víctima de un achicharramiento/congelamiento intencional por parte del propio Incaa (que financia una parte del Festival de Mar del Plata, y otra la Municipalidad de General Pueyrredón), el Festival se vive distinto. De hecho, al mismo tiempo que el Festival tiene lugar, se da Contracampo, la acción compuesta de proyecciones que la misma industria ha generado para de manera reactiva mostrar sus dientes a las políticas que se mencionaba antes. El co-director del Festival, Jorge Stamadianos, sostiene: “Hay una tensión entre la industria y las políticas audiovisuales del Incaa, pero en todos los comunicados esa tensión no nos compete como directores del festival, ya que no tenemos ningún puesto en el Incaa. Todas las comunicaciones de Contracampo apoyan la realización del festival, aunque algunas películas se hayan retirado. Para el público general, Contracampo implica que hay más películas para ir a ver y eso es bueno”.
—¿Cómo comienza esta edición del Festival con cinco sedes?
GABRIEL LERMAN: Lo tomamos con la idea de que había que arrancar hacía adelante, mantener lo que había y hacer crecer la cantidad de películas. Cosa que hemos logrado dentro de lo que nos propusimos. Estamos en una situación muy complicada para la Argentina, no para solo Mar del Plata. Pero hay formas en que se podría modificar, sobre todo porque Mar del Plata además de su historia, ocupa un lugar en el calendario de la carrera por los premios, que empieza en septiembre y termina en marzo en el Oscar. Ese lugar es muy privilegiado. A partir del final de esta primera edición, tenemos que hacer un trabajo para que le presten más atención en el mundo.
JORGE STAMADIANOS: Te añado algo. Un termómetro. Nosotros no tuvimos tanto tiempo de armado del festival. Por mis trabajos anteriores había trabajado mucho en América Latina, gente con cargos. Y es increíble el interés y el apoyo que surge en la región. Muchas películas latinas no se ven, y es el único festival clase A en Latinoamerica.
—La gestión anterior de Pablo Conde y Fernando Juan Lima había logrado un camino celebrado, que el año pasado incluyó, precisamente que Netflix trajera un gran evento asociado a una película de los Oscar. ¿No estaba ese camino ya siendo recorrido en eso y en varias películas que después se estrenaban y eran importantes en los Oscar?
G.L.: En una carrera por el Oscar, lo que más importa es la calidad. En el cronograma mundial hay una abundancia de buenas películas en estos meses. El problema que tenemos, lo que encontramos, es que no existe en la comunidad filmica internacional, la conciencia de que se puede aprovechar como lo hizo Netflix con la visita de Bayona el año pasado. La película tenía en parte un elenco argentino, y Netflix supó aprovechar todo lo que Mar del Plata podía ofrecer. Este año quisimos repetirlo con Netflix y no tienen una película que les permita invertir así en Mar del Plata. Pero si lo colocamos en el panorama mundial, van a venir más allá que no haya tanta presencia argentina. Un festival es una fiesta de cine. Tienen que venir las figuras a promocionar las películas. Argentina es lejísimos, al menos para Hollywood, donde hoy se juega la carrera. Pero si podemos construir esa conciencia, van a pasar por acá. Van a ayudarnos a que el festival sea una fiesta mayor que este año.
—Más allá de lo que representa la presencia de un talento internacional como política editorial, ¿que otras sienten que definen a su gestión?
G.L.: Este festival está lleno de promesas, lleno de películas argentinas que no se han visto nunca, que sí tienen esa conciencia de la importancia del festival, que pasaron por ardúo proceso de selección. Hay un montón de Bayonas que todavía no conocer. Nuestra función es promocionar los talentos, y lo tenemos absolutamente claro. No es que solamente vamos a apuntar a la carrera por el Oscar, nosotros vamos a tener muchas funciones. Darle lugar al cine experimental, también. Todo eso sí estaba más establecido en lo que venía siendo Mar del Plata. Lo que no se aprovechaba era esa otra función de vidriera. Si nosotros traemos a las figuras y a las grandes producciones que compiten, eso va a generar fondos, como para que le tema del presupuesto no sea un problema. Nosotros trabajamos con un presupuesto limitado, que tienen que ver con las circunstancias, casi integramente financiado por el Estado. Si te fijas en el modelo de San Sebastián o de Cannes, hay una gran participación del Estados, pero los fondos se consiguen de diferentes formas.
—Pero más allá de un sponsor de premios, que es algo que se venía consiguiendo, es difícil que una empresa local ponga dinero en la cultura, sobre todo en un festival de cine.
J.S.: Nada de lo que hiciste hasta hoy, impide cambiar hacia el futuro. Una parte importante son los premios que da el festival: si podemos tener premios de 50.000 dólares, que deberían venir de sponsors, no debería ser tan complejo. Había cierto resquemor ideológico a la hora de que una empresa no venga a manejar el festival, de mantener “la pureza”. Creemos que no va por ahí. Es cuestión de trabajar. Para mí y para Gabriel, que asistimos a festivales hace años, tener la experiencia de transitar todo esto es un honor enorme y una experiencia difícil. Como gente de cine, con una vida acompañada por el cine, es una oportunidad fascinante.
—¿Cómo ven la propuesta de Contracampo, la acción de la industria que implica charlas y proyecciones sucediendo también en Mar del Plata?
G.L.: Más películas argentinas para todos. Y lo digo sin ironía, lo digo de verdad. Lograron traer todas las películas…esto es más cine. Por ejemplo, la coexistencia de Sundance y Slamdance, ocurren al mismo tiempo, Sundance es el festival prestigioso y de gran presupuesto, y Slumdance aprovecha el momento, no tiene tanto presupuesto. Es más cine, en ambos casos. Lo tomamos de esa manera, más allá de las motivaciones políticas para hacerlo. Nos va a beneficiar a todos. Si la gente de Mar del Plata va a ver una película de Contracampo, en ese horario nos habrán ganado con una película más interesante.
—¿Qué implica entonces el festival como evento financiado por el Estado?
J.S.: Primero que nada, cuando el presidente del Incaa, Carlos Pirovano, nos convoca, nos dió libertad total y absoluta en el diseño del festival. Para nosotros el festival es una pantalla pluralista y democrática, donde todas las voces tienen que estar representadas. A menos que tengas una línea de censura o recorte de la realidad, si abrís el juego, se puede ver el mundo. Y esta edición muestra el mundo.