Es intensa su actividad teatral como director y o como dramaturgo. Es Alfredo Martín quien decide estrenar en el ámbito independiente. Inicia la temporada con dos reposiciones que cosecharon premios y éxito de público: Pájaros que anidan en cualquier parte de Miriam Russo, en Itaca los viernes a las 20 y Un mar de luto en el Portón de Sánchez los domingos a las 20. Además anticipa el estreno de su última obra El acomodador, memoria de un oficio, que se verá también los domingos a las 20 en el Payró.
—¿En qué momento dejaste tu provincia (Corrientes)?
—Vine a Buenos Aires a hacer la especialización, mi residencia como psicoanalista y psiquiatra. Habíamos fundado un grupo de teatro vocacional en la Facultad de Medicina en Corrientes, pero aquí empecé a estudiar teatro. Hice la carrera de dramaturgia en la EMAD (Escuela Metropolitana de Arte Dramático) que dirigía Mauricio Kartun. Como actor había empezado a dirigir y necesitaba tener una comprensión más clara de la dramaturgia.
—¿Por qué “La casa de Bernarda Alba”, de García Lorca se transformó en “Un mar de luto”?
—En principio, a mí Lorca siempre me atrajo porque su teatro tiene una potencia y una fuerza que me resultaban muy atractivos, sumado a esos textos tan poéticos, con esa musicalidad. Volviendo a leer La casa de Bernarda Alba en un momento en donde nosotros ya estábamos en esta realidad sociopolítica en donde se estaba hablando de esta vuelta a los totalitarismos. Empezábamos a sentir el peso de un gobierno más de derecha y viendo lo que pasaba en otros lados, volví al texto. Esa familia es un núcleo totalitario, vive de una manera casi doméstica y nuclear, pero que expandido es el huevo de un despotismo. Sentí que sería mucho más potente si en lugar de interpretarlo mujeres lo hicieran hombres, para descubrir un poco ese binarismo de género.
—¿Cómo fue que aceptaste dirigir una obra que no es tuya como “Pájaros que anidan en cualquier parte”?
—Supongo que tiene que ver con la pandemia, cuando me reencuentro con Miriam Russo, la autora, de quien fui compañero en talleres con Kartun, me dio su texto. Me causó una muy buena impresión sobre todo el tratamiento que le da al tema de la vejez. Plantea el personaje de una anciana con tanto impulso vital, que puede vincularse con otra mujer diferente generacionalmente y empezar a construir entre las dos una amistad. En nuestra sociedad, la vejez está muy descalificada, olvidada y a mí me produce inquietud por un lado y por otro lado ganas de incidir para tratar de modificarlo.
—Tu próximo estreno “El acomodador, memoria de un oficio”: ¿es otra mirada sobre el teatro?
—El mundo del teatro, para quienes lo hacemos es una forma de vida y tiene tantos aspectos que se pueden revisar y compartir. Uno de ellos tiene que ver con aquellas profesiones que no están sobre la escena específicamente, con el brillo de la actuación o de la ejecución musical, sino que están de alguna manera sosteniendo el dispositivo. Una de esas profesiones que están en vías de extinción y a la cabeza es la del acomodador. El actor Marcelo Bucossi cumple cincuenta años con el teatro y me pareció que la mejor manera de festejarlos era con una obra. Este protagonista de ficción nos permite recorrer esos trozos de teatro, ya que no puede dejar de mirar cada una de las funciones. Sumé a una boletera. Son dos personas que no están preparadas para actuar y te van contando con esa elocuencia y afectación propia de alguien que no tiene el cuerpo preparado en el sentido profesional.
Un viaje con final asegurado
A.S.
Cuando se le pregunta al psicoanalista Alfredo Martín por su relación con el hombre de teatro, responde: “Diría que es de un lado y de otro. ¿Hasta qué punto el hombre de teatro ayuda al psicoanalista? En un momento eran departamentos más estancos. Tengo claro que cuando soy psicoanalista, estoy frente al paciente y estamos en un dispositivo determinado para trabajar un tema y que cuando estoy dirigiendo o escribiendo también es un ámbito distinto. Pero rescato a las dos actividades como que aún quedan, resisten y se resignifican en relación al tratamiento de mundo simbólico.”
“En los dos espacios, el analítico y el artístico teatral, –continúa– la pregunta es sobre qué es un ser humano y cómo somos con los otros. Hay interrogantes que se mantienen en ambos. Estoy entrenado en escuchar, entonces puedo escuchar al elenco en el momento que hay que conocerlos y poder de alguna manera direccionar y coordinar el grupo de una forma más efectiva o adecuada con la humanidad de cada uno.”
Trabajó hasta el año pasado en el Centro de Salud, dependiente del Hospital Pirovano, coordinando el equipo de salud mental. Ahora continúa con pacientes de manera privada. Es por su trayectoria médica que se le pide un diagnóstico sobre nuestra sociedad y afirma: “Creo que después de la desgraciada pandemia que tuvimos que vivir, se hizo más ostensible la disociación. Me parece que vivimos disociados y que nos olvidamos de algo muy importante que es nuestra transitoriedad. Nosotros estamos en viaje. Vivimos en un viaje que en algún momento se va a terminar”.