ESPECTACULOS
Alberto Fernández De Rosa

Alberto Fernández De Rosa: “Ha sido una celebración para mí subirme de nuevo al escenario”

El actor retorna otra vez al teatro, a sus 80 años. Junto a Betiana Blum, hace Mamá. Recuerda éxitos populares en donde participó, como La familia Falcón, Mesa de noticias y Chiquititas.

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LEYENDA. El actor ha logrado marcar a muchas generaciones con sus roles. | JOSE TOLOMEI

En el presente, a sus 80 años, está a cargo como director de un instituto educativo en Ingeniero Maschwitz, y también están las funciones que realiza, de la obra Mamá. Pero Alberto “Paco” Fernández de Rosa es un compendio de mucha experiencia, mucha historia: en la larga trayectoria del actor, aparecen nombres y proyectos que son hitos de la TV argentina y también del cine y del teatro. Sus recuerdos hacen brotar una galería de nombres, son íconos de la cultura de nuestro país. Su actualidad lo trae a Capital Federal, de miércoles a domingos al Multiteatro (Corrientes 1283), para hacer la comedia de Andrew Bergman, dentro del elenco integrado por Betiana Blum, Marcelo De Bellis, Romina Gaetani, Magela Zanotta y Nacho Toselli, bajo la dirección de Carlos Olivieri.

—¿Cómo se arma la rutina con tus dos actividades actuales?

—La producción me puso un auto que me viene a buscar; tengo una hora de ida y una de vuelta, desde Maschwitz. Y están las dos horas de la obra. Es una inversión importante, sobre todo en la vida de una persona grande. Después de las vacaciones, retomo la escuela, que es de cursos de perfeccionamiento profesional. Tengo gente de la calle y alumnos que terminaron técnicas agrarias y vienen a especializarse. Además uno tiene una agenda de médicos inevitable. Tener el teatro a la noche complica. Pero ha sido una celebración para mí subirme de nuevo al escenario. El elenco es de primer nivel. A Betiana la conocía de un capítulo en canal Once, de Televisión por la identidad, donde hacíamos un matrimonio que estaba buscando a su nieto. Y el director de Mamá es un especialista en este género de comedia, de conflictos, de entradas y salidas, de mucho humor.

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—¿Cómo es tu personaje?

—Es un artista plástico, muy conocido en Estados Unidos y Francia. Es un hombre con mucha experiencia, grande, viudo, afectuoso, con bonhomía en su carácter. Y busca tener una compañera, armar una familia. Como personaje, no tiene muchos vericuetos psicológicos. Cuando descubre a esta señora, el personaje de Betiana, se le arma un programa de tener nueva compañera. Intenté darle al personaje la mayor ternura.

—Participaste de muchos programas de TV, que encuadran dentro del género de la telenovela. ¿Qué creés que ha pasado con esos productos en la actualidad?

—Se trata de un género muy popular. Estaba la cosa romántica de amor entre el protagonista y la protagonista. El género penetraba mucho en la sociedad. La gente se identificaba fácilmente con actores argentinos, con historias que sucedían en Buenos Aires o en alguna provincia. Escritores argentinos y público argentino estaban en comunión. Pero hubo tal diversificación de pantallas, que la telenovela se hace poco importante a nivel rating. Antes tenía muchos avisadores. La televisión cumplía su función comercial. Hoy la competencia es enorme: la crisis del teleteatro tiene que ver con una imposibilidad comercial. Vivimos en una crisis permanente decayendo, cada vez más endeudados. Producir la propia televisión se hace difícil. ¡Pero cómo resiste el teatro! ¡La cantidad de obras que se hacen! El público va, porque quiere ver a sus artistas, porque se identifica con ellos, con su idioma, su lenguaje corporal, su historia.

—¿Qué recuerdos tenés específicamente del fenómeno de “La familia Falcón”?

—Fue la primera familia de la televisión. Salió al aire junto con el Canal 13, en los 60. Como no existía al principio el videotape, se usaba el videofilm, un invento argentino con el que se empalmaban cuadros y se pasaba el programa. Cuando empezó a grabarse en videotape, se filmaba de corte a corte: ¡si te equivocabas en la mitad, era un desastre! Cuando yo ya había terminado de grabar el programa y tenía permiso de salir a la calle, iba caminando, y de todas las ventanas, de todos los balcones salía el sonido de La familia Falcón. Fue una idea de Hugo Moser, que le mostró a la agencia de publicidad de la Ford y se convirtió en el avisador del programa. Moser tuvo la astucia de llamar Falcón a esta familia. En realidad. el producto que promocionábamos era el Ford Falcon y los camiones Falcon y los camiones de Ford. Moser lo argentinizó y a la familia la llamó Falcón.

—También has participado de muchos programas y películas, por ejemplo, con Emilio Disi, Gino Renni, Guillermo Francella, que manejan un humor, que, en cuestiones de género, ya no funcionan. ¿Qué pensás de estos cambios?

—No es el humor actual. Ha habido un avance de la conquista de derechos por parte de la mujer, que ha transformado también la comunicación. Cuando ocurren cambios tan trascendentales, la cultura los refleja: la literatura, el cine, los productos artísticos, la educación, el trato, la comunicación social entre las personas. Eso hace justicia. Las cosas cambian en la medida en que la conciencia de las personas va cambiando.

—¿Qué lugar ocupa en tu trayectoria “Mesa de noticias”?

—Yo estuve prohibido siete años. Me fui a España, sin la categoría de refugiado, porque conseguí trabajo haciendo la obra Orquesta de señoritas. De regreso, Mesa de noticias significó para mí muchísimo, porque fue la primera cosa con continuidad. Fue como volver a entrar a mi casa, porque la televisión fue siempre como mi casa. Había empezado a los 11 años, en blanco y negro. Mesa de noticias reinventó el humor de la televisión argentina. Juan Carlos Mesa metió el disparate y eso fue una experiencia renovadora, y con Gianni Lunadei en el elenco. Aprendí mucho.

—¿Y “Chiquititas”?

—Chiquititas me metió en el universo de los niños, que yo amaba. Yo había inaugurado la Sala Casacuberta, cuando estrenamos Canciones para mirar, con Leda Valladares y María Elena Walsh. Y otra vez, que los chicos me quisieran abrazar y que las madres me mandaran cartas, todo eso de estar en el mundo infantil, como una figura de televisión, fue sumamente grato.

—Te has declarado un militante de la cultura, tuviste diversos roles en la gestión estatal. ¿Por qué te volcaste a esto?

—Un amigo (que no voy a nombrar), buen actor, cuidaba mucho su trabajo y dedicaba toda su vida a su trabajo porque, decía, el arte cambia la realidad. Yo le decía que, para eso, hacía falta algo más: la política, el poder sobre la organización social. Por eso me dediqué a la actuación y a la política. Pero hoy estoy muy descreído de la política. En general, el poder trabaja para sí mismo y no, para la función social, sino solo para su propio beneficio y perpetuación de sus estratos sociales. No hay lealtad ni hay compromiso. No hablo de ningún partido sino que hablo en general. Sistemas desde la izquierda han fracasado también. Tengo muy pocas esperanzas. Pero a la política cultural se la tiene que defender, porque siempre fue atacada; tiene los peores presupuestos y el poder político la quiere usar para su publicidad. El arte es lo que sostiene al ser humano.

—A pesar de la pérdida de tu hija Valentina en 2022, se nota tu buen ánimo. ¿Qué lo sostiene?

—La respuesta no es complicada. Mi hija era un ser muy luminoso. De alguna manera, continuó la línea de su padre y su madre [Cristina Banegas], de compromiso con la realidad, compromisos sociales y estéticos. Ella era dirigente de la Asociación Argentina del Teatro Independiente (Artei). Tenía un espíritu tan extraordinario que, en su lecho de muerte, me agarró la mano y me dijo: “Papá, me voy bien, tuve una vida muy feliz, me voy tranquila, no tengo deudas con nadie y nadie me debe nada; cumplí muchos de mis sueños”. Con ese mensaje en mi corazón, he decidido tomar la vida con alegría.