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DANTE RUSCICA

Una pasión periodística ítalo-argentina

Uno de los grandes referentes de la prensa de la colectividad italiana e histórico portavoz de la “ambasciata”, acaba de publicar sus memorias, “Un periodista entre dos mundos”.

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Tiempos. Ruscica en una imagen actual y de joven reportero del Corriere degli Italiani. Sus memorias. | cedoc

Con el rigor de un ensayo y el ritmo de una novela, Dante Ruscica –para todo aquel que lo conoce, simplemente Dante–, cuenta su vida en esos dos mundos, desde la infancia en una Sicilia devastada hasta la llegada, en 1953, a una Buenos Aires sacudida por el peronismo. Fue en la Argentina donde Dante formó una familia y trabajó como periodista y luego, por muchos años, como agregado de prensa de la embajada de Italia.  

De Sicilia a Calabria. Hubo un tiempo en el que los italianos que huían de la guerra y la pobreza miraban a la Argentina como a una suerte de “tierra santa”. Dante recuerda como si fuera hoy ese pasado ya muy lejano: “En muchos pueblos italianos del norte y del sur, entre ruinas, lutos, duelos y otras serias dificultades”, se volvió a hablar de la Argentina como “de aquella América anhelada y conocida por enteras generaciones de la antigua emigración, no sólo campesina”.

Dante nació en Catania, una de las ciudades sicilianas que en 1943 fue bombardeada por los Aliados en la ofensiva contra el nazi-fascismo para liberar a Italia: las bombas habían destruido estaciones, puentes, ferrocarriles, caminos y hasta nuestra propia casa”, destaca en el libro, que está centrado en la historia del siglo XX, con historias de vida, vicisitudes y anécdotas varias.

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Dante Ruscica 20240803

Precisamente a raíz de la guerra una parte de la familia Ruscica decide abandonar Catania y trasladarse a Caroniti, un pueblito de Calabria, donde no había bombas, alarmas o sirenas, pero que era muy chico, por sus calles solo pasaban cada tanto viejos pastores con rebaños de ovejas y cabras”.  

Algunas de las descripciones de Dante sobre la Italia de esa época son tan descarnadas que podrían ser el guion de una película. En el capítulo ‘El regreso de mi hermano’, cuenta por ejemplo, las peripecias sufridas por su “fratello Gino” que había sido llamado a las armas. La familia estuvo dos años sin saber nada de él, hasta la noche en la que un vecino nos avisó que Gino había vuelto poco después, mi madre cayó desmayada en camisón en los brazos del hijo, que en efecto había regresado: sufrido, algo avejentado, pero vivo”. A lo largo del libro el horror de la guerra aparece en varias escenas: ¿Dónde está Mussolini que hizo matar a mi hijo?, grita desesperada otra madre calabresa que no tuvo la misma suerte que la señora Ruscica.

‘Un patio de Lanús lleno de sol’. Tras su arribo a Buenos Aires, el 13 de septiembre de 1953, los Ruscica se instalan en la casa de parientes en Lanús. Dante tenía 18 años y así recuerda el impacto generado por el adiós a Europa y la llegada a Buenos Aires: “Ese día en el puerto, bajo la lluvia, sentí que la vida un poco me atropellaba”. 

La inquietante sensación de infinito que los inmigrantes advertían en Buenos Aires está descripta con unas pocas palabras que transmiten en pleno, ese sentimiento de angustia: “Al cuarto o al quinto día, cuando ya no daba más de escuchar a viejos tíos, paisanos y primos que nunca había visto antes sentí la imperiosa necesidad de escaparme de casa e ir a ver cómo era en realidad, el lugar donde habíamos llegado… yo buscaba el centro. ¿Dónde estará el centro?, me preguntaba.” 

En uno de los capítulos más dramáticos del libro Dante describe cómo vivió el 16 de junio de 1955. Al salir del colegio Cristóforo Colombo de la calle Mansilla, movidos por la curiosidad y el interés por la política argentina, Dante y un compañero de la escuela, Ciccio, deciden ir hasta Plaza de Mayo “para ver cómo es un golpe… por Corrientes venían camionetas llenas de hombres con bastones largos y manifestantes de a pie que gritaban su apoyo a Perón... Mientras la tensión aumentaba, ambos deciden alejarse lo más rápido posible: “…cuando llegamos a la avenida Santa Fe escuchamos el estruendo: habían bombardeado Plaza de Mayo... traté de ver si pasaba algún tranvía, por fin, me trepé a uno que me llevó hasta Puente Alsina. Ciccio corrió barranca abajo en la plaza hasta la estación de Retiro”.

El libro evoca la tristeza de las Navidades italianas en la guerra, “sólo miedo y privaciones”

En el libro no podía faltar la política, tanto la de Roma como la de Buenos Aires: “La reconstrucción italiana transcurrió en medio de la confrontación entre la Democracia Cristiana y el Partido Comunista. Todos luchaban y debatían en nombre de una mayor democracia, pero el desencuentro era histórico, anclado en principios e intereses que resultó arduo conciliar. ¿Y los recuerdos de la Argentina? Siempre me preguntan cómo era el país y cómo lo percibía un muchacho como yo, se hablaba solo de Perón, era una realidad y un mito al mismo tiempo”.

Los años van pasando y poco a poco “el Gran Buenos Aires comienza a poblarse de talleres y de emprendimientos familiares, que se transformarían en centros industriales. Entre los tantos pequeños ‘descubrimientos diarios’ de ese período tan positivo, Dante no olvida la sorpresa de su madre al descubrir que íbamos a poder comer mucho hígado a la veneciana, ya que en las carnicerías de la ciudad el hígado se vendía casi gratis: un pequeño dato que es fiel reflejo de la Argentina de esos tiempos, un país en ascenso y “de la abundancia”.

En un breve capítulo titulado ‘Uniformes oscuros’ la tristeza de las Navidades italianas durante el conflicto bélico (sólo había miedo y privaciones…”) se contrapone a las primeras fiestas en Buenos Aires: “En el patio de Lanús, todos vivos y todos unidos, brillaba el sol y no lo podíamos creer, porque los recuerdos volvían y nuestros parientes argentinos…quisieron torturarse toda la noche, preguntando y repreguntando sobre nuestras Navidades de guerra”.

No sólo diarios. Gracias a su perseverancia y a la educación recibida el joven inmigrante Ruscica se va afianzando. Vuelve por un tiempo a Italia, donde se inscribe en la facultad de Derecho en Nápoles, que cursa mientras poco a poco, comienza a escribir para el prestigioso diario Il Mattino y otros medios locales. Tras regresar a Buenos Aires, en el 1960 entra en el Corriere degli Italiani, insoslayable punto de referencia para la colectividad de la Península.   

Tras largos años en el Corriere a principios del 1972 Dante recibe un llamado telefónico: la embajada italiana en Buenos Aires le ofrece ser agregado de prensa, cargo que le permitió conocer a numerosas personalidades, desde Arturo Frondizi (...un hombre sobrio, a quien veía pasar en su Fiat 125 de camino a la Biblioteca Nacional) hasta Carlos Menem (...tenía una natural tendencia a comentar, contar, preguntar) y Raúl Alfonsín (...“tuvo pulso en momentos de especial responsabilidad”).

Tampoco faltan los retratos de quienes desde Roma visitaban la Argentina: por ejemplo Giulio Andreotti, por años el político más importante de la Península (...se decía que media Italia conversaba con él y que la otra mitad aspiraba a hacerlo) o el presidente, y “viejo luchador socialista”, Sandro Pertini que en el 1985, durante una visita a la Boca,...se subió junto a Alfonsín a un bote de remo en el que dieron un improvisado paseo por el contaminado Riachuelo.

Dos prólogos acompañan al libro: el poeta Antonio Requeni define al volumen como una “amalgama de autobiografía y libro de memorias que se lee como una atrayente novela”, mientras que el periodista Ricardo Kirschbaum subraya a su vez el trabajo realizado por Dante, tanto en el mundo de la prensa como en el cargo de “portavoz –oficial u oficioso– de la embajada de Italia”.