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Los Kraiselburd

Una familia protagonista de la historia contemporánea argentina

La historia de los Kraiselburd, actuales dueños del diario El Día de La Plata y cofundadores del Popular, encierra las claves de parte de la Argentina reciente. En estos días se cumplen 50 años del asesinato a manos de Montoneros de David, su creador; Raúl –su hijo y actual director– repasa la trayectoria del clan. A los 80 años, Raúl Kraiselburd fue testigo directo del secuestro y posterior asesinato de su padre David, fundador del grupo de medios con sede en La Plata. En estos días se cumple el aniversario de aquel hecho que marcó la historia de su familia y que lo obligó a asumir como director del diario El Día. El empresario que casi no ha dado entrevistas, por primera vez habla para reconstruir la memoria de su clan. El resultado será publicado en tres entregas. Ésta, la primera de ellas, se centra en la muerte de su padre. La segunda contará el otro secuestro que marcó su vida, el de Davicito, su hijo; y la tercera, es una entrevista a Ana Kraiselburd, hija de su hermano Víctor y de su pareja, Patricia Valera, desaparecida en la última dictadura.

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Kraiselburd. | pablo temes/cedoc

La historia de la familia Kraiselburd es una buena síntesis de una parte sustancial de la historia argentina. Raúl Kraiselburd, el actual director del diario El Día de La Plata, es un personaje central de un entramado en el que cabe casi de todo. David Kraiselburd, su padre, era el director de El Día (y fundador del Diario Popular), cuando en junio de 1974, la organización Montoneros, lo secuestró y asesinó; y su hijo, “Davicito”, de 21 meses, también fue víctima de un secuestro (su cuerpo nunca apareció), a manos de su chofer y guardaespaldas. Como parte de la investigación del secuestro del bebé, Ramón Camps, Jefe de la Policía Bonaerense y una de las caras más siniestras del Terrorismo de Estado, le pidió que él mismo eligiera al comisario encargado de la investigación. “Davicito”, como llamaban al bebé, era hijo de Raúl y Cecilia Valera, hermana de Patricia Valera e hija de Baldomero Valera (ambos desaparecidos en la dictadura). El diario, fundado en 1884, dos años después que la ciudad de La Plata, ha sido fuertemente cuestionado por sus posturas frente a la dictadura (1976-1983).

Trama compleja. Los hermanos Víctor y Raúl Kraiselburd conocen a las hermanas Valera, y se ponen de novios con ellas casi en la misma época. Aunque ambas parejas tuvieron hijos, sus derroteros de vida fueron bastante distintos. Raúl ha estado al frente del diario toda su vida, y aunque un diario local no suele tener la misma proyección que cualquier otra publicación de alcance nacional, lo de El Día es una excepción, ya que es una referencia no sólo para la ciudad sino para la región y la Provincia, y él es una rara avis. Sin ir más lejos, fue presidente de la poderosa Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) –una asociación que nuclea a los dueños de diarios y agencias del continente americano–, entre 1994 y 1995, y vicepresidente de la Asociación de Entidades Periodísticas de Argentina (Adepa), que funciona como una cámara empresaria de diarios. 

Esas particularidades explican, en parte, sus lazos de (y con) el poder, y el mito alrededor de su persona –alimentado por las pocas entrevistas que ha dado. Raúl habla (esconde), juega, sabe y goza de un poder con el que ha lidiado casi siempre– y de un bajo perfil que le garantiza cierta impunidad, y que ahora, a la hora del retiro –cumplió 80 años y se plantea dejar la dirección del diario–, como a cualquier mortal, lo pone de frente con una historia de la que quiere dar su propia versión.   

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Si bien su relación de trabajo con El Día empezó en 1962, sus vínculos venían de mucho antes. Su padre, David, había comenzado a trabajar en el diario en los años 40, mientras estudiaba Derecho y el profesorado de Historia en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Fueron esas mismas circunstancias las que cimentaron los vínculos de los Kraiselburd no sólo con la UNLP, sino también los del diario con la efervescente política universitaria de esa época, unas relaciones que dieron mucho de sí durante la vida de David, pero que se extendieron a la de sus hijos. Un hecho poco conocido de esta historia, y del que Raúl y su familia recién tuvieron noticias cuando su padre ya había muerto, es que David participó de la Guerra Civil Española, y luchó en Cataluña como parte del bando republicano.  

David. La carrera de David en el diario se dispara por un hecho fortuito cuando era un redactor que ni siquiera aparecía en el radar de Hugo Stuntz (hijo), un ingeniero perteneciente a una familia aristocrática que por entonces dirigía el diario. Según Raúl, alguien escribe un artículo contra David tachándolo de comunista, Stunz lo convoca a la dirección para interiorizarse del tema, y se establece un ida y vuelta entre ambos después del cual el director nombra a David abogado del diario. 

El 25 de junio de 1974, cuando hacía el camino a pie entre su casa y la sede del diario, David fue secuestrado por un comando montonero que lo mantuvo en cautiverio hasta el 17 de julio. Ese día, la policía dio con el escondite en Gonnet, un barrio de la periferia de La Plata, y al entrar a la casa se encontraron con el cuerpo de David que había sido rematado con varios disparos. Según Raúl, dos meses antes su padre había recibido la visita de Rodolfo Achem, quien le habría advertido que “se dejara de joder”. Este militante Montonero y directivo de la Asociación de Trabajadores de la Universidad Nacional de La Plata (ATULP), fue secuestrado por la Triple A el 8 de octubre de 1974 y posteriormente asesinado.

 “Una semana después del secuestro de mi padre muere Perón (1/7/1974), y para mí éste es un dato fundamental, yo creo que los Montoneros tenían entonces preocupaciones más importantes y descuidaron el tema, porque nosotros no tuvimos ninguna llamada ni nada”, sostiene Raúl. También recuerda que luego del asesinato de David sufrieron varios atentados, particularmente recuerda uno en el que arrojaron una bomba molotov en donde estaba la rotativa del diario. 

Dictadura. Las editoriales y los artículos hablando de terroristas, o de lucha contra la subversión, fueron constantes en la línea editorial del diario en esa época. Sin ir más lejos, un editorial del 26 de marzo de 1976 (dos días después del golpe), directamente se refiere a la necesidad de un “reordenamiento del aparato productivo de la Nación y el aniquilamiento definitivo de la guerrilla”, en aras de recuperar “la paz, la tranquilidad y la seguridad”. En otro artículo del 11 de abril de ese mismo año titulado “Etapa de reorganización” y firmado por José del Río, se puede leer: “Finalmente, la definitiva erradicación de la acción subversiva continúa siendo uno de los principales objetivos de las Fuerzas Armadas”. Asimismo, el 4 de mayo del 76 en una nota que lleva por título “Limpiar la procacidad”, firmada por Dante Panzeri, se señala: “Una fuerte corriente de limpieza está avanzando sobre el país. Creo que para satisfacción de todos”. Esta línea editorial, que les permitió celebrar los comienzos de la dictadura, continuará sin disimulo al menos en los primeros años del gobierno de facto. Los artículos antes referenciados fueron recopilados en un exhaustivo trabajo de investigación de Agustín Avenali, titulado La construcción de la estigmatización de la Universidad.

En septiembre de 2015, Raúl Kraiselburd fue solicitado como testigo en el juicio de lesa humanidad del circuito represivo de las Fuerzas de Tareas 5. El llamado a declarar fue hecho por un reconocido abogado defensor de la Marina, Sebastián Olmedo Barrios. La solicitud fue hecha en relación al asesinato del abogado Miguel Galván Lahoz y una crónica policial que El Día publicó al día siguiente de su muerte. Respecto a la posición del diario, y su relato en relación con el golpe y la dictadura, Raúl sostiene que ellos publicaban noticias sobre los desaparecidos, “pero sólo cuando había un habeas corpus”, porque había una ley que les prohibía publicar por fuera de esa condición. También dice que ellos publicaron acerca del asesinato del dirigente del Ejército Revolucionario del Pueblo, Mario Roberto Santucho, y que eso les trajo muchos problemas.

En 2014, el diario El Día apareció mencionado en el juicio por los crímenes del centro clandestino de detención “La Cacha”. En febrero de ese año, el exteniente coronel Anselmo Pedro Palavezzati, declaró que, desde su área de trabajo, en 1977, “se encargaban encuestas encubiertas al diario El Día de La Plata, con el objetivo de determinar “el humor social con respecto a la dictadura (...) Eran conversaciones informales en la calle, en la cola del banco, etc. Esa gente no sabía que era una actividad de inteligencia”, sostuvo.

Raúl. Hay destinos personales más marcados por la historia política de un país que otros, y el de Raúl indudablemente es uno de esos. Y aunque para el común de los mortales no suele ser una gran preocupación lo que quede escrito sobre ellos, para ciertos personajes públicos esto puede representar una gran inquietud. Si bien es más que probable que la historia del diario El Día, en función de su línea editorial respecto al Terrorismo de Estado, quede inevitablemente ligada a una actitud cuanto menos cómplice, respecto a ese período de la historia argentina, Raúl parece obstinado en que, de algún modo, se reconozca todo lo que hubo antes en su historia familiar y personal. Es decir, sus vínculos y coqueteos con el anarquismo, las organizaciones de izquierda y la militancia estudiantil y revolucionaria de los años 60 y 70, la defensa de la democracia y de la libertad de prensa que se llevó a cabo desde el diario, etc; las distintas tramas de poder que se tejieron en el tiempo, pero de las que Raúl rescata las que más lo acercan, o lo ubican, del lado en el que, casi seguramente, no lo pondrán ni los libros ni las crónicas que se escriban sobre él o sobre la familia Kraiselburd. 

Raúl se refiere, de manera reiterada, a su paso por la Universidad Nacional de La Plata, a su militancia, la de Víctor y la de David, y a los vínculos de este último con muchos anarquistas de La Plata. Víctor y él fueron activos militantes universitarios, pero la intervención de Montoneros en la universidad lo cambió todo, según advierte. El 29 de mayo de 1973, el por entonces ministro de Educación de la Nación (de Héctor Cámpora), Jorge Taiana, dispuso la intervención de las universidades nacionales, con interventores que respondían, predominantemente, al peronismo de izquierda. 

Sobre su paso por la Universidad Nacional de La Plata, da cuenta la tesis de posgrado de Nayla Pis Diez, en la que se cita un documento que describe al “grupo Kraiselburd”, como “radicales del pueblo con posiciones ‘extremas’ antigobierno y anarquistas”. Ese mismo trabajo refiere a Raúl como parte de la filial platense del Movimiento Revolucionario 26 de julio, que se constituyó en agosto de 1958, y de la que también formaron parte Osvaldo y Lidia Papaleo –dueña de Papel Prensa y exnovia de Raúl.

Raúl conoció en su paso por la facultad de derecho al periodista y referente de la Unión Cívica Radical Sergio Karakachoff, a quien lo unió una fuerte amistad. Dice que Karakachoff –asesinado por la dictadura–, fue quien lo impulsó para entrar al diario El Día, como una manera de influenciar desde adentro. En 1966, y ya con Onganía en el poder, lo llamaron de la embajada de Estados Unidos y le ofrecieron una beca Fulbright. Aunque en un primer momento dice que lo eligieron por oponerse a la dictadura de Onganía, luego reconoce que, en realidad, “fue todo arreglado”, y que “lo que buscaban es que ocho líderes políticos, elegidos a dedo, y que no tuvieran un pasado comunista”, fueran a recorrer Estados Unidos y a conocer referentes de ese país. Los contactos que Raúl estableció durante ese viaje resultaron claves cuando, luego del asesinato de David, “las mujeres fueron enviadas para su resguardo a Estados Unidos”, y él y Víctor se quedaron viviendo en la parte alta del edificio de Diagonal 80 del diario. 

Por ese entonces, también sucedieron dos acontecimientos que marcan a fuego la historia familiar: por un lado, en Estados Unidos nace el bebé Davicito, y, por el otro, los Kraiselburd contratan al chofer y guardaespaldas que luego sería identificado como el autor de su secuestro y muerte. La investigación del secuestro de Davicito involucra al por entonces jefe de la policía de la provincia de Buenos Aires, Ramón Camps, condenado por delitos de lesa humanidad, y, en un primer momento, con el antecedente del secuestro de David aún fresco, también alimentó sospechas sobre la presunta responsabilidad en el hecho de grupos guerrilleros.

*Corresponsal y periodista de internacionales

 

Charlas muy poco frecuentes

C.V.

Esta historia se reconstruye en base al testimonio de Raúl Kraiselburd, quien prácticamente no ha dado entrevistas a lo largo de su vida. Raúl cumplió 80 años el 12 de mayo –aunque dice que esa es la fecha en la que fue anotado, pero que nació el 21 de abril de 1944–, el diario cumplió 150 años en marzo y, por estos días, Raúl además cumple 50 años como su director. Esta última fecha coincide con el secuestro y el asesinato de su padre, a quien sucedió. 

Las charlas con Raúl comienzan en abril de 2023 cuando me acerco al diario para consultar sobre Edgardo Ricetti, un pedagogo anarquista que tuvo a su cargo una escuela en Sabadell (Cataluña), durante la Guerra Civil Española, y que a su vuelta a La Plata trabajó en el diario El Día como redactor. La única persona que estaba viva en ese momento y lo conoció es Raúl, quien no sólo accede a recibirme, sino que accede a hablar de muchos temas que exceden a Ricetti. Los recuerdos de Ricetti le disparan a Raúl los recuerdos de su padre y de la militancia universitaria, en primer lugar, pero luego otros, de todas las épocas.

Raúl me recibió siempre en su despacho del viejo edificio de Diagonal 80, la sede principal del diario. Todo lo que se ve y se respira por allí redunda en años: el busto de Stunz –nada más bajar del ascensor–, muebles oscuros y pesados, un piso alfombrado y un cuadro con una máquina de escribir en llamas. Raúl fuma mientras hablamos y le da órdenes a su secretaria por un teléfono de línea, se lo nota cómodo dando órdenes. Llega al diario a las 13 y se va a las 20, o más; y diariamente lee el New York Times y el Wall Street Journal, como le gusta aclarar. Tiene sobre su escritorio la biografía de Ricetti, lo cual es sorprendente porque de ese libro existen muy pocas copias. 

A ese primer encuentro para hablar de Ricetti le seguirán otros cuatro, a lo largo de tres meses, en los que Ricetti irá perdiendo un protagonismo frente a la historia de los Kraiselburd y la del diario. Ya en el segundo encuentro, si bien no me dejará grabar me permitirá tomar notas. Las charlas son siempre caóticas y resulta difícil mantener el hilo, pero hago lo posible por ordenar el diálogo –y el material–, y ya en la puerta del diario grabo audios aferrándome a los detalles en un afán de no perder nada, lo cual más adelante resultará fundamental a la hora de reconstruir esta historia.

 

Historia de dos diarios

C.V.

La historia oficial cuenta que el 2 de marzo de 1884 –dos años después de la fundación de la ciudad de La Plata–, Manuel Láinez, Arturo Ugalde, Martín Viedma y Julio Botet, bajo la dirección de José María Mendía, imprimieron el primer ejemplar del diario El Día, de sólo cuatro páginas, y de esta manera, se le dio “voz propia” a la capital de la provincia de Buenos Aires. La dirección del diario estuvo a cargo de Hugo Stunz entre 1894 y 1900, y entre 1918 y 1929; y su hijo, Hugo Francisco Stunz –un ingeniero perteneciente a una familia aristocrática–, la asumió a partir de 1932. 

Pero como se trata de un diario de casi un siglo y medio, las historias acerca de su devenir en el tiempo se multiplican por mil. En 1948, a raíz de un incidente que se produce cuando alguien del diario escribe un artículo en el que acusa a David Kraiselburd de comunista, Hugo Stunz lo cita a su oficina, le pide explicaciones por lo sucedido, y en ese ida y vuelta termina nombrando a David abogado del diario. En 1955, la autodenominada Revolución Libertadora cierra el diario, hay un juicio que David gana, y a partir de la restitución, Hugo Stunz y Enrique Noriega se quedan con un 67% de las acciones y el 33% restante se lo queda Marta Mercante. David recibe entonces un 5% de acciones en concepto de honorarios, y en 1961 lo nombran director del diario. Al momento de su muerte David todavía contaba con ese 5% de acciones.

Poco tiempo antes de su secuestro, Raúl le habló a David de su deseo de crear un diario sensacionalista en La Plata, pero a David no le pareció buena idea. Raúl no abandonó la idea, las negociaciones para la fundación de lo que luego sería el Diario Popular siguieron, y el primer número salió a la calle durante el cautiverio de David, el 1° de julio de 1974. David tenía razón, el diario no funcionó en La Plata, pero sí en el área metropolitana de Buenos Aires, donde circula hasta hoy.

En 2009, los Kraiselburd y los Stunz/Fascetto, se dividieron la propiedad de los diarios. Isabel Stunz, que se había casado con el empresario de medios Jorge Fascetto, se queda con el Diario Popular, y los Kraiselburd con El Día; y en 2012, Fascetto se queda con las acciones de la Agencia Noticias Argentinas, la última empresa de medios que compartían.

Pero si el Diario Popular adoptó un carácter eminentemente sensacionalista, El Día se caracteriza por su carácter tradicional y conservador. Un diario con “información útil” sobre el funcionamiento de la ciudad, que muchos ciudadanos reciben en sus casas, aun cuando no coinciden en su línea editorial. Hasta la irrupción de los portales digitales, el diario era muy consultado por sus avisos clasificados y fúnebres, y hoy lo es, fundamentalmente, por sus noticias policiales y todo lo que atiene a la “inseguridad”.

Aunque Raúl sostiene que casi no tiene relación con los directores de otros diarios, reconoce haber tenido un fuerte enfrentamiento con Héctor Magnetto, y da cuenta de un encuentro con el expresidente Néstor Kirchner. Kirchner lo convocó junto a otros dos directores de diarios para saber su opinión sobre estatizar Papel Prensa, y mientras los otros se quedaron callados, él le advirtió que no le parecía buena idea “porque después iba a cambiar el Gobierno y de nuevo se iba a beneficiar a unos en detrimento de otros”.

 

Universidad, anarquismo y organizaciones armadas  

C.V.

David Kraiselburd estudió abogacía y tuvo una activa militancia universitaria, de la que su hijo Raúl no sólo habla con insistencia, sino que se muestra expresamente orgulloso. También menciona al referente anarquista José María Lunazzi como alguien particularmente cercano a David, hasta que una discusión de política universitaria los alejó para siempre. Pero, así como lo obsesionan los recuerdos de su padre, su paso por la universidad y su compromiso con la política universitaria, Raúl también vuelve una y otra vez sobre el tema de “la intervención” del peronismo en la universidad y en cómo esto repercutió en la línea editorial del diario y lo llevó a tener un fuerte enfrentamiento con muchas de las organizaciones de izquierda de los 70. 

Según Raúl, en la visita que le hace el militante montonero Rodolfo Achem a David al diario, poco antes del secuestro de su padre, Achem no sólo le dice “que se deje de joder”, sino que le ofrece, a cambio, hacerse cargo de Radio Universidad. Los asesinatos de Achem y Carlos Miguel, trabajadores no docentes, autoridades de la UNLP e integrantes de la Asociación de Trabajadores de la Universidad Nacional de La Plata (ATULP), el 8 de octubre de 1974, representan un punto de inflexión de la política universitaria. Estos militantes fueron desaparecidos, y asesinados, por la Concentración Nacionalista Universitaria (CNU), una organización armada paraestatal que tenía como objetivo eliminar “subversivos” u opositores a la derecha peronista. Raúl sostiene que las llamadas con amenazas eran permanentes, y que la última fue el 22 o 23 de junio, dos días antes del secuestro de David. 

“Se llamaba David Kraiselburd y fue ante todo un humanista, que profesó el periodismo y fue asesinado, hace hoy treinta años, como directa consecuencia de su militancia al frente de este diario, en la lucha por preservar el derecho al disenso y el pluralismo, que estaban amenazados, en su querida Universidad de La Plata y en el país entero, por la acción de grupos sectarios que habían demostrado claramente su decisión de destruir a todos aquellos que se interpusieran en la realización de sus designios. Un temprano ejemplo de su voluntad de luchar por esos principios universales fue el recordado por su amigo y compañero, Aquiles Martínez Civelli, cuando junto con él improvisó una tribuna callejera para que el profesor del Colegio Nacional Enrique Loedel Palumbo, manifestara su rechazo a la ejecución de Sacco y Vanzetti, condenados sin pruebas en los Estados Unidos”. Este largo párrafo, que forma parte de una nota de opinión publicada por el diario El Día el 17 de julio de 2004, a propósito de los 30 años del asesinato de David, ilustra la posición del diario respecto a las organizaciones guerrilleras, y expresa la doble vara que establece respecto a otros grupos políticos: Sacco y Vanzetti pertenecieron a grupos anarquistas que se caracterizaron por su reivindicación de la acción directa, lo que en algunas ocasiones también implicaba el uso de armas.