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Los Kraiselburd

Una familia protagonista de la historia contemporánea argentina (Segunda parte)

La historia de la familia Kraiselburd encierra las claves de buena parte de la crónica del país. Raúl Kraiselburd, el director del diario El Día de La Plata, cuya biografía se abordó en la primera parte de esta entrega (https://bit.ly/kraiselburd), cumple por estos días cincuenta años en ese cargo, los mismos que se cumplen del secuestro y asesinato de su padre, David Kraiselburd, por parte de Montoneros. Pero el secuestro de David no fue el único hecho que sacudió a la familia, dos años después del asesinato de su abuelo David, fue secuestrado por delincuentes comunes el hijo de Raúl, “Davicito”, de 21 meses, y su cuerpo nunca apareció. Cecilia Valera, por entonces esposa de Raúl y madre de “Davicito”, tiene a su padre y a su hermana desaparecidos en dictadura.

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La prensa, el poder, los secuestros, la militancia, el anarquismo, el peronismo, las organizaciones armadas de los 70, la universidad, la política, la dictadura, las desapariciones, la policía, los militares, el dinero, el amor, el dolor, los lazos familiares, todo se entrecruza en este relato que pertenece a la familia Kraiselburd, pero cuyas partes resuenan en miles de historias familiares o personales.

Las hermanas Cecilia y Patricia Valera, conocieron, y se pusieron en pareja, con los hermanos Raúl y Víctor Kraiselburd, los dueños del diario El Día (La Plata) y el Diario Popular, casi por la misma época. Cecilia y Patricia eran dos de los cuatro hijos que tuvieron Guillermina Laterrade y Baldomero Valera, abogado y apoderado del Partido Comunista desaparecido el 3 de noviembre de 1976. Pero mientras Raúl, actual director del diario, siguió con Cecilia varios años más, Víctor se separó de Patricia antes de que ésta fuera a la clandestinidad y se llevara consigo a Santiago, el hijo que tuvieron juntos. Raúl y Cecilia tuvieron dos hijos, el primero de los cuales, David o “Davicito”, fue secuestrado siendo un bebé. El secuestro de “Davicito” –como se refieren a él en la familia para diferenciarlo de su abuelo–, a manos del chofer y guardaespaldas de Raúl, sucedió el 25 de junio de 1976.

Víctor Kraiselburd y Patricia Valera. Cuando Patricia, militante del Partido Comunista Marxista Leninista (PCML), se va a la clandestinidad, se lleva consigo a Santiago, y cuando Víctor se entera del secuestro de ésta –el 4 de febrero de 1978 en la ciudad de Necochea–, comienza la búsqueda de Santiago; pero el primer problema con el que se encuentra es que las fotos de Santiago con las que cuenta son las de un bebé que para ese momento ya era un niño. Aun así, difunde la foto y la información de su búsqueda, y da con el niño en Mar del Plata. Según Raúl, por Santiago, Víctor se entera que Patricia tuvo otra hija en la clandestinidad, Ana, a la que también busca, encuentra y adopta.

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Víctor Kraiselburd, hermano de Raúl y socio de muchos de sus negocios, estudió ingeniería y estuvo muy implicado en política universitaria. Por la misma época en que los hermanos Kraiselburd conocieron a las hermanas Valera, David (padre) le regaló un departamento a Raúl y le ofreció uno a Víctor, pero éste –que por entonces se había recibido de ingeniero y se tomaba muy en serio su militancia universitaria–, cuestionó su destino de “niño rico”. Víctor manifestó entonces que su deseo no era entrar a trabajar al diario, sino hacerse camino por sí mismo, ejercer como profesional o profesor universitario, y que de recibir un departamento quería algo modesto que evitara cualquier clase de ostentación. David se mostró preocupado por “las ideas socialistas” o “hipoides” que merodeaban la cabeza de Víctor; pero con el tiempo la cosa se resolvió sola. Víctor, al igual que su padre, vio con malos ojos la intervención de Montoneros en la universidad de La Plata y se alejó para siempre.

Raúl se refiere a Baldomero y Guillermina, los padres de Cecilia y Patricia, con cierto desprecio. De ella dice que “era una mujer que tenía aires de una clase a la que no pertenecía”, y de él, que “era un tipo medio delirante y un comunista de estructura y con poco carácter”. También dice que Cecilia –su esposa por entonces y la madre de “Davicito”– y Patricia no tenían mucha relación al momento del secuestro de Patricia, pero que aun así, Cecilia nunca se recuperó de su desaparición ni del secuestro del bebé; y que luego del secuestro de su hermana ésta cambió el discurso que sobre ella había tenido hasta ese momento. Esto último fue rebatido luego por Ernesto Kraiselburd (hijo de Raúl y Cecilia), que al escuchar (desde la oficina contigua) a su padre hablar de su tía, le cuestionó lo dicho, por lo que Raúl se desdijo y confesó que ese resentimiento hacia su cuñada era más suyo que de su esposa. De este modo, Raúl terminó de hacer manifiesta una sensación que sobrevoló todo su relato, es decir, una suerte de rechazo, rencor o animosidad, hacia la familia Valera.

Cuentan que Ernesto y Santiago son físicamente muy parecidos debido a que son hijos de dos hermanas (las Valera), y dos hermanos (los Kraiselburd). Con el tiempo Víctor se casó nuevamente con otra Patricia, de apellido Monti, quien tenía un hijo al que Víctor también crio como propio, y con la que tuvo dos hijos más. Hoy por hoy, y debido a sus crecientes problemas de salud, Víctor está casi retirado de la vida social y laboral. Según Raúl, la última vez que estuvo en el diario se desplazaba con un andador, y a la salida se tropezó en el ascensor y se rompió el fémur.

Los secuestros de los David Kraiselburd. David Kraiselburd fue secuestrado y asesinado en 1974, luego de lo cual Raúl utilizó los contactos y la red que había armado –durante su viaje con una Beca Fulbright– en Estados Unidos, para mandar a su familia a vivir a ese país y “resguardarla”. Como parte de las medidas de seguridad que adoptaron luego de la muerte de David, tanto él como Víctor se instalaron en la parte alta del edificio del diario en la ciudad de La Plata, y Raúl –a pedido de su madre– contrató a Raúl Candelario Caballero, como su chofer y guardaespaldas.

“Davicito” nació durante la estancia de la familia en Estados Unidos y, a su regreso, fue secuestrado de la casa en la que vivía junto a sus padres en Gonnet (La Plata), el 31 de agosto de 1976. Ese hecho, y las particulares circunstancias del país, dieron de comer a una prensa ávida por responsabilizar de todo suceso de violencia a la guerrilla, pero también alimentaron todo tipo de especulaciones de un lado y de otro. Tanto es así que el por entonces jefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Ramón Camps –condenado por delitos de lesa humanidad–, en aras de despegar a la policía de toda sospecha en relación al caso, le ofreció a Raúl nombrar al comisario encargado de la investigación, cosa que efectivamente hizo. “Ellos no querían quedar manchados, porque eran de derecha, y nosotros habíamos estado vinculados a la izquierda”, sostiene el actual director del diario.

Pero el antecedente del secuestro de David (padre/abuelo), no sólo alimentó a la prensa, sino que mantuvo en vilo también a la policía. Prueba de ello son los testimonios de Raúl Velasco Blake, quien declaró en el juicio contra el excapellán Christian Von Wernich –condenado por delitos de lesa humanidad–; y de Ana, la hija de Patricia Valera que Víctor Kraiselburd adoptó y lleva su apellido. Ana asegura haber leído unas cartas de su madre (escritas desde la clandestinidad) dirigidas a su tía Cecilia Valera, en las que Patricia manifiesta estar al tanto de las sospechas en su contra, y en contra de la organización a la cual pertenecía, el PCML, en relación con el secuestro de su sobrino. “Entre las primeras cosas que pensaron, fue que mi mamá (Patricia Valera), había secuestrado a ‘Davicito’”, recuerda Ana. “No ellos (los Kraiselburd), sino la policía, porque había visto a mi mamá con un bebé, y ese bebé era yo, no ‘Davicito’”. En el caso de Velasco Blake, en 2007, en su testimonio en el juicio contra Von Wernich, este señaló haber compartido celda con militantes del PCML, que le contaron que los mantenían vivos porque la policía sospechaba que integrantes de esa organización podían ser los responsables del secuestro del bebé, pero que ellos sabían que no era así y que en cuanto el asunto se aclarara los terminarían matando. 

Los responsables. Raúl Kraiselburd en ningún momento manifiesta la más mínima sospecha acerca de la relación entre las organizaciones armadas y el secuestro de su hijo, y no le faltan pruebas. 

“Me llama un día mi chofer, me pregunta si puedo ir hasta su casa porque necesita mi ayuda, y cuando llego me muestra un cadáver que tenía en el living y me pide que lo ayude a deshacerse de él”, cuenta Raúl. Antes de ir a la casa del chofer, Raúl tuvo sospechas de que algo raro pasaba, llamó al comisario a cargo de la investigación del secuestro de “Davicito” y le advirtió de la situación. El chofer, Raúl Candelario Caballero, fue detenido junto a otras cuatro personas que terminaron de ser descubiertas luego de que en una visita en donde se encontraban detenidas fuera grabada una charla donde hablan del asesinato del bebé, que luego terminaron confesando. En palabras de Raúl, “los convencen” para que confiesen. 

Cuatro de los detenidos por la muerte del bebé protagonizaron una fuga de la comisaría donde estaban presos, y resultaron muertos en “enfrentamientos” con la policía en las inmediaciones de la sede policial. En internet se puede ver un video de un noticiero en blanco y negro en el que el periodista Leo Gleizer relata los hechos y muestra los distintos lugares, linderos a la céntrica calle 12 de La Plata, donde sucedieron: “Los cuatro acusados de haber raptado y asesinado al niño David Kraiselburd; Raúl Candelario Caballero, Osvaldo René Sosa, Cleofé Francisco Gómez y Raúl Oscar Giageme, se encontraban detenidos hasta esta madrugada en este lugar, en la Unidad Regional de La Plata. Aproximadamente a la una de la mañana, Sosa, fingiéndose descompuesto, solicitó un vaso de agua a su custodio, en ese momento, entre él y Gómez, lo atacaron, desarmándolo…”.

Lo que sigue es una detallada descripción de cómo y dónde sucedieron los hechos que dieron lugar a la muerte de los detenidos por el asesinato del bebé.

Raúl cuenta que la única que quedó viva luego de la fuga fue una mujer, Vilma Gallardo de Giageme, esposa de uno de los detenidos, y que “la dejaron viva con toda intención porque necesitaban alguien que pudiera declarar”.

Según Raúl, Gallardo fue enjuiciada, salió de prisión después de cuatro años, y su abogado defensor “era el mismo que defendió a Patricia cuando Víctor le inició un juicio cuando se llevó a Santiago a la clandestinidad, un abogado de esos de pobres y ausentes”, puntualiza.

Esta no es la única parte de la charla donde aparece mencionado el ex jefe de la policía bonaerense, Ramón Camps. Raúl recuerda que con la detención de Lidia Papaleo -viuda de David Graiver y dueña de Papel Prensa, que había sido su novia-, él pidió hablar con Camps para interceder, pero la charla con el entonces Jefe de la Policía devino en cuestiones de índole financiera relativos a Graiver y no tuvo efectos en la detención de Lidia. Sin embargo, en una de sus habituales notas del diario Página 12 del domingo 6 de marzo de 2005, titulada: “Quién es quién”, el periodista Horacio Verbitsky, descarta cualquier posible colaboración de Raúl con Camps: “En la columna política de mitad de esa semana, (Claudio) Escribano afirmó el 9 de julio de 1981 que el general Ramón Camps estaba preparando un libro para contrarrestar la conmoción internacional que había causado el libro de Timerman Prisionero sin nombre, celda sin número que acaba de editarse en Nueva York. Añadía que colaboraban con Camps los directores de La Prensa, Máximo Gainza, y de El Día de La Plata, Raúl Kraiselburd. (...) La información era vil, pero falsa: Gainza colaboró con Camps, que se lo agradece en el prólogo, pero Kraiselburd (cuyo padre fue secuestrado y asesinado por un grupo de montoneros) no.”

Pero, aunque Raúl no duda acerca de quiénes son los verdaderos responsables de la muerte de su hijo, en internet, y cuando pasaron casi cincuenta años de su asesinato, aún hoy hay páginas que afirman que las organizaciones armadas de los 70 fueron quienes llevaron a cabo su secuestro y muerte.

En este sentido, en una publicación de Facebook del Celtyv, una Asociación Civil de Víctimas del Terrorismo de Argentina que fundó la actual vicepresidenta, Victoria Villarruel, se sostiene que “Raúl Candelario Caballero, Cleofé Francisco Gómez, Osvaldo René Sosa, Raúl Oscar Giageme y Vilma Gallardo irrumpieron en el hogar de los Kraiselburd y se llevaron al bebé. Según lo confesado por los asesinos, David fue asfixiado con una manta porque no tenían un lugar apropiado en dónde ponerlo, y su cuerpo fue abandonado en una zona pantanosa cerca del río. Nunca lo encontraron, por lo cual hasta el día de hoy queda la duda de si fue asesinado o apropiado. Sin embargo, los delincuentes comunes dirigidos por miembros de Montoneros, quienes emplearon las tácticas de la organización terrorista (...)”.

En la misma línea que el Celtyv, la cuenta de Facebook: “Cristina Viola y su papá, el capitán Humberto Viola”, y diversas cuentas de X (Twitter) o páginas web, reproducen los hechos tal y como los describe este texto.

Son muchas las preguntas que surgen y atraviesan esta historia, así como muchas las dudas acerca de las distintas responsabilidades en muchos de los hechos que se relatan: ¿Cómo es posible que reforzando las medidas de seguridad luego del secuestro de David (padre/abuelo), unos delincuentes comunes pudieran tener acceso a la casa y llevarse al bebé sin dejar pistas? ¿Por qué el chofer y guardaespaldas de Raúl Kraiselburd supuso que éste podría ayudarlo a deshacerse de un cadáver? ¿De cuánto poder gozaba Raúl Kraiselburd para que el mismo Ramón Camps le permitiera nombrar al comisario encargado de la investigación? ¿Quién ordena la muerte de los detenidos por el asesinato del bebé? ¿Qué fue de la vida de Vilma Gallardo, la única sobreviviente?

*Corresponsal y periodista de Internacionales.@cevaldiez