ELOBSERVADOR
Walter Molano, economista

“Trump comenzó su gobierno con terrorismo”

Inflación, caída de la popularidad y menos poder internacional son algunos de los pronósticos del economista Walter Molano para la presidencia de Trump. Para el especialista, el republicano tiene como objetivo difundir fuerte y claro el mensaje: “El que manda aquí (y afuera) soy yo”.

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Poder judicial. “Trump tiene el control de la Corte y no le importa la Constitución”, asegura el experto. | cedoc

El economista jefe del banco de inversión BCP Securities y doctor en Filosofía por la Universidad de Duke, Walter Molano, cree que Estados Unidos tendrá menos poder geopolítico con el nuevo mandato de Donald Trump. “Los rusos y los chinos están felices con esto”, dice.

Molano cuenta con maestrías en Administración de Empresas y en Relaciones Internacionales, y un certificado en Derecho Internacional. Fue director ejecutivo de Investigación Económica y Financiera en UBS. Es autor de La lógica de la privatización y En la Tierra de Plata: 200 años de desarrollo político-económico argentino.

—¿Cómo se está viviendo el vértigo que genera Donald Trump en su segunda temporada, que comenzó con un montón de iniciativas simultáneas muy disruptivas en muchos terrenos?

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—Como dices, con vértigo, con todo el mundo en shock, mareado. Lo que es claro es que Trump entró a imponerse, a dar una señal fuerte de que él está presente, que él es una fuerza y una amenaza para todo el mundo, y que todos le tienen que hacer caso, doméstica e internacionalmente.

También llegó con venganzas porque siente que fue maltratado. Él entró no solo amenazando, sino también generando terror. De verdad es un terrorismo. No en el sentido de un grupo armado, sino practicando el terrorismo como una acción para imponer miedo a la gente y posibilitar que un grupo pequeño pueda controlar a un grupo mucho más grande, en base al temor y terror. Él llegó para aterrorizar al mundo rompiendo todas las reglas. Los próximos pasos son ir contra el Departamento de Defensa, de la seguridad social y de educación. Está rompiendo todos los vidrios para decir: “El que manda aquí soy yo”. No es el partido, soy yo. De todas maneras, para cada acción hay una reacción. Eso es lo que nos enseñó Newton hace 400 años con la física. Yo no sé si ese es el último golpe del Partido Republicano, que quizá después se va a autodestruir con esto. Pero lo cierto es que la gente está reaccionando, gente que estaba a favor de él. Y hay muchas razones para explicar por qué la multitud estaba a favor de él: muchos lo apoyaban porque la administración de Biden se fue del otro lado, dejando mucha inmigración entrar, ocupándose mucho de los temas de género y culturales, rompiendo muchos tabúes, en un contexto económico de elevada inflación. Por todo esto es que la mayoría se volcó a Trump. Pero yo creo que ahora el péndulo se va a ir para el lado contrario.

—Toda esta situación le imprime vértigo a Estados Unidos y al mundo en sus relaciones internacionales que tiene muchos riesgos. Amenaza, negocia, retira, vuelve para atrás. Pero también pareciera ser que China lo deja correr y entramos en una guerra comercial muy complicada. A la vez, está rompiendo la alianza transatlántica con sus socios naturales, la Unión Europea. ¿Crees que esto le va a dar una ventaja a China, que aparece como la postura más racional en este mundo enloquecido? ¿Cómo analizas esa cuestión?

—Efectivamente, todo el mundo está dejando que actúe, que sobrerreaccione. Porque el que paga los platos rotos aquí es el pueblo norteamericano, la gente que lo votó. Lo que viene para EE.UU. es más inflación y menos poder geopolítico. Por otro lado, los rusos y los chinos están felices con esto. Desde la Segunda Guerra Mundial, los EE.UU. se impusieron a nivel mundial; fueron los que ganaron la guerra. No los que pelearon, no los que pusieron la mayor cantidad de muertos, pero sí los grandes ganadores. La industria estadounidense fue la que ganó. Fue la que puso el armamento y luego la plata y el capital para la reconstrucción en la posguerra. Por eso fue el que más cosechó, generando un tejido internacional con Naciones Unidas, con el FMI, con el Banco Mundial, con las reglas del comercio internacional. Y eso funcionó durante los últimos ochenta años. Era un sistema que beneficiaba mucho a EE.UU. Por eso se ve la diferencia entre la calidad de vida ahí y el resto del mundo. Una persona pobre aquí es una persona rica en el resto del mundo. Por este motivo, entiendo que el que va a pagar la cuenta de esta política es el ciudadano estadounidense.

—La respuesta y la resistencia a las medidas de Trump no están proviniendo de la política, del Partido Demócrata, como señalabas, sino de la Justicia Federal, que ya ha frenado varias iniciativas. ¿Qué se espera en ese sentido?

—Esta va a ser la mayor prueba para evaluar qué tan fuerte está la Justicia en el país. Trump puso cientos de jueces federales en su primer gobierno, tiene el control de la Corte Suprema y, claramente, no le importa la Constitución. Su partido, por otra parte, se está quedando al lado, dejándole hacer lo que quiera. Por ahora la Justicia está funcionando. Las Cortes están reaccionando de una forma correcta, pero lo que sigue es ver cuál es la respuesta de él: si acata las resoluciones o no.

—Durante su primera presidencia también tuvo muchas trabas en la gestión por desconocer el funcionamiento del Estado y el acto administrativo, ¿eso se está repitiendo con estos conflictos con el Poder Judicial?

—Hubo un aprendizaje, pero no fue completo. Aprendió que existía algo que se llamaba Estado y que era un aparato muy poderoso que le podía decir “no”. Que su poder tenía un contrapeso fuerte. Eso es lo que está desmantelando con Elon Musk. Están con venganza y furia tratando de desmantelar ese Estado que constituyen la CIA, el FBI. Pero de lo que no se da cuenta es de que, detrás de estos organismos, hay otra barrera que se llama Departamento de Justicia. No se había enfrentado con eso antes. Siempre se había encontrado en forma personal por los ataques o los juicios que le hacían por cuestiones privadas, pero la Justicia no había accionado contra él por sus actos de gobierno. Esa es la novedad en estos primeros días, está encontrando una resistencia judicial en sus planes de desmantelar el Estado. Y esa es la parte interesante, que hay que seguir de cerca.

—Si avanza en esta dirección de desmantelar el Estado y estas medidas tan disruptivas y vertiginosas, ¿podría haber una reacción de impeachment (destitución)?

—No, porque su partido tiene el control del Congreso. Entonces impeachment no, pero vienen elecciones en dos años, año y medio. Por eso es que los demócratas están calladitos. Ellos no quieren hacer nada, quieren que se queme solo. El sueño de los demócratas es que él se inmole totalmente y su partido también. Lo que a veces no se reseña es que los republicanos estaban en decadencia por cambios demográficos. Toda esa inmigración que estaba llevando la composición de la población estadounidense a ser mucho más latina se volcaba a los demócratas. Los republicanos sabían que estaban en decadencia y tenían que hacer algo. Pero ellos nunca pensaron que ese algo iba a ser Trump, un personaje populista que les dio una nueva vida, y ellos felices porque tomaron el control del Congreso, que pensaban que nunca más lo iban a tener. No van a hacer nada para tumbar esta situación o cambiarla. Pero quizá la forma en que él está actuando le va a hacer la tarea a los demócratas. Por eso es que están totalmente quietos, dicen: “En 18 meses, te vemos en las urnas”.

—Para cerrar, te pido una reflexión breve sobre qué puede esperar América Latina de esta política.

—Trump quiere cambiar el mundo de globalizado a multipolar, donde Estados Unidos mande directamente en las Américas. Y eso es lo que está tratando de hacer. Por eso se dan golpes contra México y Canadá, que son sus principales socios comerciales. Es un golpe ejemplificador: “¿Ven lo que pasa a los mejores alumnos cuando voy contra ellos? Imagínense lo que voy a hacer si ustedes no me hacen caso”.

América Latina sabe que ahora tiene un truhan que va a mandar. Y más allá de las valoraciones, el mensaje llegó muy bien por lo que pasó con Colombia, Canadá y México. La idea está clarísima: o te pones en línea o te van a pasar cosas malas.

*Colaboró Juan Cruz Guido.