En Europa a partir del Acuerdo de Bolonia de 1999 se propuso una estrategia a fin de construir un “espacio europeo del conocimiento”, que iba más allá de las modalidades institucionales y curriculares de cada país o de cada institución. Finalmente se logró la adhesión de universidades de 54 países, quienes en uso pleno de su autonomía acordaron, más allá de sus Estados, una reforma pensando en un cambio en el modo de producción y de transmisión de conocimientos.
Nosotros comenzamos con el Mercosur Universitario en los 90 al concertar con Paraguay, Brasil y Uruguay, un espacio universitario sudamericano. Se acreditaron carreras profesionales con estándares comunes para que los ingenieros, médicos y arquitectos pudieran circular entre universidades y países miembros del Mercosur. Esto permitiría que un estudiante pudiera cursar, alternativamente, en distintos países sin mucha burocracia.
Todo este proceso de integración regional se interrumpió y volvimos a las fronteras y a las fragmentaciones universitarias tradicionales. En Argentina la atomización se realiza en nombre de la “autonomía” de las universidades, lo que llevó a una negación de una política universitaria y científica nacional. De modo que cuando llega el “nihilismo neoliberal” al Gobierno con Milei, no existía una política de Estado para la Educación Superior.
Dos equívocos se presentan al enfrentar la actual devaluación de las universidades y de los centros de investigación. En primer lugar, todos saben que no se trata solamente de congelar el presupuesto universitario y de investigación científica. Se atenta contra la política de Estado en la Educación Superior y en el sistema científico.
En segundo lugar, los que se oponen al “congelamiento” actual de los fondos universitarios se limitan a reclamar más plata para continuar funcionando como en el pasado. Pero la feudalización de las universidades nacionales equivale literalmente a un neoliberalismo extremo.
La pregunta es: ¿si se arregla la provisión de fondos, se asegura un futuro exitoso para las universidades y el sistema científico nacional?
En el libro que publicaron en 2012 los ganadores del Premio Nobel de Economía de 2024 “Por qué fracasan los países” se sostiene que uno de los factores determinantes es la incapacidad para gestionar de manera centralizada el Estado, para implementar políticas económicas y sociales de desarrollo. Y éste es uno de los nudos del fracaso argentino.
El gobierno de Milei actúa respecto a las universidades desde la negación del Estado y con desconocimiento de la importancia del capital intelectual del país. Pero los que se le oponen a nivel del congelamiento presupuestario, ignoran a su vez, las fallas estructurales y estratégicas de las universidades.
En 1988 se crea un Consejo Interuniversitario Nacional como una organización no gubernamental, donde cada universidad seguiría su propia política. El presidente Alfonsín se opuso y el CIN nació como una agencia pública. Cuando el gobierno de Menem a partir de 1989 comenzó a proponer nuevas inversiones y programas en las universidades nacionales, muchos se opusieron. En nombre de la autonomía. Varias universidades rechazaron la Ley de Educación Superior que se votó en el Congreso en 1995. Algunas universidades rechazaron la LES, la evaluación institucional y la acreditación de las carreras profesionales con responsabilidad social. (Artículo 43, de la Ley de Educación Superior).
Me tocó asistir, como asesor del rector de la Universidad Nacional de San Juan, a la primera reunión de rectores de universidades nacionales con el presidente Menem en 1989. Allí el presidente propuso incrementar los presupuestos de acuerdo a proyectos de desarrollo que las universidades debían presentar. La UBA y otras universidades gobernadas por operadores del partido radical, se opusieron a esta concertación que seguía el ejemplo de los presupuestos por programas de Francia y Japón.
La atomización de las universidades estuvo provocada por la intervención de los partidos políticos y de otros sectores (religiosos y sindicales). Con lo cual, de hecho, se privatizó el sistema universitario nacional. Nada que ver con la autonomía académica. A su vez, una ley promulgada en el gobierno de Cristina Kirchner sobre las negociaciones salariales estableció que cada universidad, con sus sindicatos particulares, debían establecer los salarios que consideraban adecuados. Lo que se puede interpretar como una “privatización de la lucha de clases”. Por eso hay rectores que ganan tres, cuatro, cinco o seis mil US$ por mes.
En el contexto de la globalización, de la informatización de la sociedad, de la economía del conocimiento y de los bloques regionales o geopolíticos, resulta totalmente suicida para la Argentina mantener la feudalización de las universidades y del sistema científico. Hasta los países y empresas poderosas del mundo buscan alianzas transnacionales para triunfar o ser competitivos.
No soy el primero que ha publicado trabajos para mostrar que cambió el modo de producción y de transmisión de conocimientos. Ahora, con la digitalización se pueden crear “universidades inteligentes” sin burocracia, ofertas académicas virtuales y apoyo pedagógico personalizado con la inteligencia artificial.
Se puede mejorar el rendimiento académico de los estudiantes, y además, se pueden crear emprendimientos en múltiples direcciones para generar un desarrollo con uso intensivo del conocimiento en el país. Se realizaron experiencias exitosas en este sentido en Argentina. Estos nuevos contextos nos obligan a repensar las universidades desde las políticas de conocimiento.
Necesitamos mejorar la capacidad de cooperación interuniversitaria (incluyendo a las universidades privadas). Además, necesitamos formular políticas de conocimiento para definir hacia el futuro qué tipo de innovaciones e investigaciones nos conviene apoyar.
Para llegar al “día después de mañana”, o sea, superando la “glaciación” actual, debemos tener una perspectiva estratégica del futuro. Sin lo cual seguiremos colocando a nuestras universidades en una situación vulnerable.
* Doctor en Filosofía, profesor en los posgrados de Educación Superior en la Untref, Universidad de Palermo y Universidad Nacional de Mar del Plata.