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Estados Unidos

Los crímenes de Bartow

Una historia que entrecruza el racismo y la pena capital y que involucra a un convicto, el ecuatoriano Nelson Serrano, quien desde el “corredor de la muerte” de una prisión de la Florida, hace casi 30 años, espera un milagro. A sus 86 años, uno de sus hijos y un periodista y novelista que llevó adelante una exhaustiva investigación volcada en un libro esperan con ansia el inicio de una miniserie que con su impacto en la opinión pública puede ayudar a que la Justicia federal acepte revisar su caso.

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Quizá no es este el mejor momento para andar revolviendo aguas turbias en Estados Unidos, y menos aún en el estado de Florida.

Aquí, más allá de lo poco que entusiasmó la Copa América a los locales (a excepción de los latinos), el creciente malestar por la inflación y el descontrol inmigratorio que se le achaca a la administración de Joe Biden, la opinión pública, fuertemente republicana, deposita su fe en la “indudable” victoria de Donald Trump, en noviembre.

Oscar Vela (56), autor de Los crímenes de Bartow (Planeta, 2021) sonríe ante la reflexión de este cronista.

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Es que dentro de pocos meses comenzará el rodaje de una miniserie documental de cinco capítulos sobre la vida, el encierro y la condena de Nelson Serrano, el empresario ecuatoriano que desde 1997 vive un calvario por el que hace 17 años que está preso en el Death Row –Corredor de la muerte, según las mejores traducciones–, de la cárcel de Florida.

El documental se basará en el libro de Vela; él y la familia de Serrano ya firmaron contrato con una productora vinculada con Apple TV. Lograr la mayor visibilidad del caso es la vía más rápida hacia la verdadera Justicia, si se consideran casos similares. Pero la historia de Nelson Serrano se hunde en lo peor de la sociedad norteamericana, y el momento político es delicado.

Sea como sea, a sus 85 años, Serrano, condenado a muerte por haber sido encontrado culpable de cuatro asesinatos en las oficinas de la empresa de la que fue socio fundador, espera alguna de estas tres cosas: la inyección letal, de acuerdo con la sentencia que pesa en su contra; la aceptación de un habeas federal –similar al habeas corpus– que permita un nuevo juicio breve en el que se ponderen las pruebas de corrupción de la Justicia de Florida y entonces salga exonerado; o la muerte natural, dado el deterioro de su salud en virtud del inenarrable derrotero que ha vivido desde diciembre de 1997, cuando la policía del condado de Polk encontró acribillados a balazos cuatro cuerpos en las oficinas de Erie Manufacturing, en Bartow.

“A mi padre lo secuestraron en Quito y lo llevaron en avión en una jaula de perros a Florida”

Con asombrosa sencillez y entereza, los detalles van siendo entrelazados, en la misma entrevista, por Francisco Serrano (59) hijo mayor de Nelson, quien lidera la batalla por la libertad de su padre desde que todo esto comenzó. 

Conversaremos a solas, con ambos, durante casi tres horas. “Como ha ocurrido durante todos estos años, en la lucha que llevamos adelante por la libertad de mi padre, tú eres uno de esos ángeles que nos caen del cielo para ayudarnos”, repetirá Francisco en varios pasajes de la charla.

—De acuerdo con la investigación plasmada en el libro, a Nelson lo secuestran, en Quito, policías ecuatorianos pagados por miembros de la Policía Judicial de Florida. Pero antes de ser encarcelado en el Death Row Serrano es torturado en otro sitio. ¿Cómo es esa cronología?

Francisco Serrano (FS): Mi padre estuvo primero en una jaula de perros, donde lo pusieron para llevarlo en avión de Quito a Florida. Luego, lo encerraron en una celda de castigo de la cárcel del condado de Polk, en 2002, aún sin sentencia firme sobre el caso. Allí pasó 287 días. Luego completó cuatro años y medio en una celda común de esa institución.

Oscar Vela (OV): Yo creo que las torturas que allí le impusieron tenían que ver con intentar arrancarle una confesión. Por eso en la celda de aislamiento, que no figura en los planos, lo mantuvieron desnudo durante horas y horas, con aire acondicionado al máximo, luz prendida, e intentos de infectarlo con virus. También le negaron medicinas, y cometieron atrocidades que, por supuesto, son muy difíciles de probar o testificar. Desde 2007 está en ese espacio específico para quienes esperan la ejecución, en el Florida Union Correctional Institution.

—Ustedes sostienen que la maniobra para inculpar a Nelson contó con el visto bueno de la opinión pública. ¿Es así? 

OV: ¡Desde luego! No hay que olvidar que allí, en el centro de Florida, ciudades como Sarasota, Polk, Lakeland y Bartow tuvieron desde 1920 muy fuerte presencia del Ku Klux Klan. La xenofobia y el racismo hoy día siguen muy vivos tanto que, en 1997, cuando se cometieron los asesinatos, a los investigadores y a la prensa les vino bien inculpar a un latino al que llamaron ‘mejicano’ a pesar de que es ecuatoriano. 

Más aún, hay que considerar que en Florida los cargos jerárquicos en la policía y en la Justicia son electivos. Eso hace que quienes pretenden ocupar puestos de poder intenten ganarse a la opinión pública, mostrando mano dura frente al crimen, y yendo contra el estereotipo y objeto de discriminación de estos grupos supremacistas. 

Nelson Serrano es el convicto más longevo de los que están en el corredor de la muerte

—Sin embargo, Nelson Serrano no da con el estereotipo del mejicano bajo, moreno, con rasgos indígenas…

FS: (se ríe). ¡Eso es lo peor de todo! Aunque mi padre es alto y blanco, la prensa de ese momento armó la historia alrededor de un supuesto mejicano. Reforzaron que él fue el asesino en un documental, producido por la NBC, que puedes ver en YouTube, en el que admiten todos sus prejuicios y las ilegalidades en que incurrieron para obtener la sentencia con pena de muerte en 2007 –N de la R: la referencia es a la serie 48 hours To Catch a Killer en la que uno de los capítulos está dedicado a Serrano. 

—Francisco, entiendo que allí uno de los episodios clave es la forma en que desde Ecuador extraditan a tu padre. ¿En qué contexto ocurrió eso?

FS: Una vez que se inicia la investigación, mi padre ya no era parte de la compañía que había conformado junto a sus dos socios, dado que habíamos visto que desaparecían grandes sumas de dinero de las cuentas corrientes y ellos se negaban a explicar qué estaba ocurriendo. Luego supimos que el hijo de uno de los exsocios de mi padre, Frank Dosso, estaba envuelto en negocios con el narcotráfico. De acuerdo con nuestra investigación, los errores que Dosso cometió con dos cargamentos de cocaína provocaron que la organización criminal para la que trabajaba contratara sicarios para matarlo en las oficinas de Erie Manufacturing. Sabemos que al menos hubo dos asesinos, y las balas en los cuatro cuerpos corresponden a dos armas diferentes. Los sicarios fueron para matar a una sola persona, a Frank. Pero al encontrar tres más en el lugar, los ejecutaron también. La familia Dosso señaló a mi padre como autor de los crímenes. Ahora bien. Él tenía, para entonces, doble nacionalidad. Así que en 2001 viajó a Ecuador e ingresó con pasaporte ecuatoriano. Por eso, era imposible que la Justicia ecuatoriana deportara a su propio ciudadano. Pero la fiscalía de Florida había preparado un pedido de extradición, mientras armaba una emboscada. En ese entonces la investigación oficial estaba parada, sin pruebas ni testigos, y mi padre jamás imaginó lo que iba a ocurrir. En el documental de CBS Tommy Ray, policía judicial asistente de la fiscalía, admite que pagó a un grupo de policías de Quito un dólar por hora para que lo secuestraran y pusieran en un avión directo a Florida. Por ello, la CBS describe a Ray como un héroe.

Perfiles. El semblante de indignación e impotencia se apodera de Vela y Serrano, quien deja caer la cabeza. Detrás de él hay una pared cubierta por el mural hecho con la última foto que se tomó junto con su padre en prisión. 

Oscar Vela es ecuatoriano, novelista y abogado. Conoció el caso por la prensa, se fue interiorizando, publicó su novena obra narrando los hechos que involucran a Nelson Serrano y hoy es parte del equipo jurídico del preso más longevo del Corredor de la muerte. 

Habiendo publicado recientemente Las máscaras que hemos sido (Planeta, 2022) y con varios premios literarios en su haber, reconoce que este caso lo ha impactado como ninguno. “Es la única novela que no pude terminar, porque me ha sido imposible librarme de la historia de Nelson, cuyo final desconocemos” afirma.

Explica con ingenio que introdujo elementos de ficción en Los crímenes de Bartow no para hacer más amena la lectura, o por motivos técnicos, sino porque había tantas pruebas escondidas, y tantas aberraciones, que la ficción era el único modo de dar a los lectores la sensación real que produce el caso de Serrano. 

Hoy día es quien se ocupa de las relaciones entre el equipo legal de Serrano y el Estado de Ecuador. Luego de que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) publicara en 2009 su dictamen favorable a las peticiones de Serrano, Ecuador está obligado, entre otras cosas, a costear los gastos de la defensa de Nelson además de redoblar esfuerzos diplomáticos tendientes a la aceptación del citado recurso habeas federal. 

Al respecto, es importante destacar que Estados Unidos suscribe muy pocas normas supranacionales sobre Derechos Humanos –y, cuando lo hace, no las ratifica– porque, entre otras razones, 19 de sus Estados sostienen la pena de muerte. En consecuencia, el extenso y detallado informe 84/09 -12.525 de la CIDH sobre las violaciones a los Derechos Humanos cometidas contra Nelson Serrano no impacta en su sistema de Justicia.

Por eso, para empujar el recurso extraordinario y lograr que la Justicia federal norteamericana analice las actuaciones de los tribunales estatales de Florida, “la vía más rápida es el documental” sostienen Vela y Serrano.

El documental busca que la Justicia federal revise lo actuado por los tribunales de Florida

—¿En qué etapa de ese documental están ahora?

OV: Primero, es importante terminar la traducción del libro al inglés. Porque, hasta ahora, hay muchísimo material periodístico publicado, pero en español, y nosotros necesitamos sensibilizar a la sociedad de los Estados Unidos. Fijate que Janet Hinostroza es una gran periodista ecuatoriana y publicó un documental muy bueno, pero no tuvo el impacto suficiente.

FS: Por otro lado, Florida es el Estado con más casos de exoneración por corrupción o mala praxis de todos los Estados Unidos; tiene treinta. Y hemos corroborado que la única manera de que esas exoneraciones se produzcan es sacando a la luz los casos. Así que luego de que la Metro-Goldwyng-Mayer se echara atrás cuando fue comprada por Amazon, seguimos trabajando con productores ecuatorianos y en esta segunda parte del año comenzaremos a filmar. 

—Y mientras tanto, Francisco ¿cómo te acostumbraste a vivir con tu padre en la cárcel? ¿En qué medida se sienten seguros vos y tus hijos?

FS: Bueno, realmente uno desarrolla un sexto sentido. Siempre que salimos tengo que mirar todo dos veces, nunca estoy tranquilo. De hecho no he dormido bien desde 1997. Todas las semanas hago un backup de mi computadora, borro chats del teléfono, hablo y escribo en código con mis seres queridos, con los abogados… viajo bastante por trabajo e intento que si buscan información no encuentren nada que me comprometa. Mis terapistas dicen que desde que empezó todo esto estoy en un modo de supervivencia. También mi madre y mis hermanas resultaron muy afectadas, porque hay que incorporar esta tragedia a la vida. 

En cuanto a mis hijos, yo esperé a que fueran adolescentes para explicarles. Han crecido con esta realidad, visitando a su abuelo en prisión, entendiendo que la familia es importante, aunque pasemos por estas cosas.

Una agonía. De acuerdo con lo que el autor y Francisco Serrano describen en la novela y ratifican en entrevista, Nelson, el convicto más longevo de todos los Death Raw de Estados Unidos –cada cárcel con pena de muerte tiene el suyo–, ya casi no oye ni ve. Los reiterados pedidos de atención médica son frustrantes: “le colocaron una dentadura de madera que le provoca llagas, el audífono que le ponen no funciona y tardan meses en cambiarlo, la cirugía de cataratas no ha sido completada y él sigue teniendo una nube delante de sus ojos” enumera Francisco.

La agencia EFE publicó, en septiembre de 2023, una última noticia señalando que el equipo judicial de Serrano reclama celeridad porque la causa parece paralizada. 

Y, sobre el final del libro, Oscar Vela deja entrever que las fuerzas se van acabando porque “sería una victoria pírrica que ganáramos este caso con Nelson sin vida”. 

Se ha omitido intencionalmente aquí un enorme conjunto de detalles que hacen a la comprensión pormenorizada de la historia de Nelson Serrano, porque hubiera sido imposible dar cuenta del cúmulo de pruebas y argumentos que Francisco Serrano, Oscar Vela y todo el equipo jurídico pretenden mostrar, en el documental de Apple TV y en los estrados federales, lo antes posible.

Sin embargo, escrito a medio camino entre el periodismo de investigación y el ensayo jurídico, Los crímenes de Bartow “está hecho, en un 95 por ciento, con información que consta en expedientes” en palabras de su autor. Su consulta, tanto como la búsqueda en fuentes de información oficiales y públicas, disipa cualquier duda respecto de los testimonios citados.

Republicanos y demócratas ya están en campaña para las próximas elecciones generales estadounidenses. Sin embargo, ninguno de los dos bandos sabe qué hacer con el creciente flujo migratorio y el choque cultural que se vive en Estados conservadores como Florida. 

Estados Unidos es una nación fundada y desarrollada por inmigrantes, pero persisten y se ramifican prejuicios raciales, incluso más allá de lo esperable. 

No solo los blancos o red neck discriminan a los afrodescendientes y latinos. También estos últimos, que llegan a raudales por estos días, son despreciados por los afrodescendientes que, en ocasiones, se cobran revancha con los más débiles, esos que emigran en las peores condiciones posibles, no hablan inglés ni comprenden la cultura ‘gringa’. 

Además, el acceso a la Justicia es caro y, muchas veces, la actuación de los empleados públicos no es objetiva. De todas maneras, Vela y Serrano subrayan que estos casos son excepcionales, y que la democracia del país más poderoso del mundo todavía ofrece, en términos generales, más garantías que las de América Latina.

Si es así y sus planteos son tan ciertos como parecen, en menos de un año Nelson Serrano debería ser puesto en libertad bajo exoneración. Sería antes de que se cumplan 30 años del 3 de diciembre de 1997, cuando, según la Justicia de Florida, él disparó contra cuatro personas. 

Tal vez no sea demasiado tarde.