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otro factor de riesgo

Las dos pandemias del Conurbano: coronavirus y desigualdad

Como tantos otros docentes, el autor está en la primera línea de quienes debe asistir a la gente más humilde del partido de José C. Paz. Relata la experiencia en un lugar en que la desocupación supera el 11% y donde quedarse en casa es difícil. Es preciso salir a buscar alimentos.

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Protagonistas. Las escuelas vienen cumpliendo un rol fundamental en la contención y asistencia de los sectores vulnerables de las zonas profundas del Gran Buenos Aires. | gza. diario de jose c. paz

Esta iba a ser inicialmente una nota que mostrara una incomodidad: la del destrato hacia las familias de barrios populares que esperaron horas y horas para recibir un “bolsón” de parte del Servicio Alimentario Escolar de la Provincia de Buenos Aires.  Digo que iba a serlo porque al momento de comenzar a redactarla, se volvió evidente para mí que las repercusiones frente a dicha incomodidad podrían llevar a reducir el problema, como si sólo se tratara del berrinche de un “don nadie” para con las políticas estatales y las lógicas clientelares. Esta reducción daría por frustrada la invitación a pensar formas de resolución colectiva de aquello que sigue siendo común a todos y todas en estos momentos. Espero despertar algo.

Creo que si algo está pasando de manera profunda en estos días es que la situación pandémica del Coronavirus ha descentrado las experiencias de vida de una gran cantidad de grupos sociales. Lo interesante es saber cómo, en qué medida, produciendo qué efectos. A propósito, hace unos días una especialista muy importante en temas de salud de nuestra región me preguntó a mí, en tanto “garante” de conocimientos populares, cómo estarán haciendo los sectores más vulnerables del conurbano con esta situación. Esta  buena pregunta me hizo llevó que hay que leer la pandemia en clave de las desigualdades que indudablemente pesan más que las amenazas virales comunes. 

Quedarse en casa por no tener trabajo. Las minorías privilegiadas de nuestra sociedad las hemos visto golpear, insultar, evadir, escapar y nos ha indignado mucho, claro. Pero resulta que esta situación de extraordinaria magnitud que atraviesa a todos y todas, a cada clase social, por decirlo de algún modo, “pega” distinto en cada lugar. Por eso me parece interesante preguntar/nos qué pasa con esta cuarentena en los barrios populares, qué pasa con el que no puede ir a un supermercado para asegurarse alimentos, qué pasa cuando una madre no cuenta con medios para asegurarle —ella— la continuidad pedagógica a sus hijos/as, qué pasa cuando la cuarentena opera como un motivo más para detener pibes en los barrios y no en un modo de evitar contagios, entre otras preguntas que podemos ir formulando.

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En este brevísimo pero intenso tiempo, ya nos hemos convencido que la consigna #QuedateEnCasa no aplica ni tiene el mismo sentido para todos y todas. Esto es así ya que hay quienes no tienen casa (en el conurbano aún no contamos con estadísticas oficiales, pero sabemos de familias enteras en situación de calle) o ya que  estar en casa es lo que se hace la mayor parte del tiempo porque se dejó de ir a la escuela o no se consigue trabajo. Según el INDEC, en el tercer trimestre de 2019 en el Gran Buenos Aires la tasa de desocupación llegó al 11% de la población y afectó en mayor proporción a mujeres menores de 30 años. 

Negocios. Al respecto, una familia que vive en el “fondo de La Paz” (un barrio de José C. Paz) ante mi insistencia de no salir, de cuidarse ante el Coronavirus, me confesaba: “Pero si nosotros no salimos nunca a ningún lado”. Es interesante advertir cómo para algunas familias esta novedad puede no presentar algo muy distinto al sentimiento de exclusión permanente, creando cierto ilusión de lejanía, como algo que no los va a afectar en nada. 

Esta familia en menos de 5 minutos de charla me asegura que con esto de que la escuela está cerrada se complica más que antes que los chicos y chicas estudien y que en esto de paralizar la movilidad urbana también se desatienden otras necesidades de salud: 

“Fuimos a buscar la tarea para los chicos y el señor del kiosco (porque ellos –la escuela– le dan a él para que siga haciendo negocio) me pide 250 pesos para las copias de todos los chicos, y no tengo. Mañana voy a ir a buscar la mercadería y les voy a decir que me den ellos la tarea. Yo no tengo. Es la verdad”, afirma la madre de la familia, quien tiene más de cinco hijxs en edad escolar.  

“No me quisieron atender en la salita, hay que esperar que pase todo esto. ¡Ni el hierro me quisieron dar!”, agrega una de las jóvenes de la familia que ya cursa su segundo embarazo.

Me parece importante no perder de vista que cuando hablamos de barrios populares estamos pensando en los barrios pobres del conurbano; que no se trata de poca gente, sino del 34,1% de la población que lo habita (Observatorio del Conurbano, UNGS). En el Conurbano se experimentan un conjunto de privaciones complejas que hacen que la novedad del Coronavirus conviva con la imposibilidad de curarse una muela en el hospital municipal por falta de antibióticos, con la dificultad de cortar una diarrea y con la travesía de recorrer varias salitas para poder vacunar a los chicos y tener la libreta de ANSES al día. 

Bolsones y bolsitas. A pesar de la necesidad de evitar el contacto de la población para reducir contagios, no todo se detuvo en estos días. En estos barrios una vez más las escuelas están al frente de los problemas sociales, y sin duda alguna son nuestra primera línea de batalla en esta pandemia. Para quienes nos dedicamos a la educación en esta zona, ver a nuestros propios compañeros y compañeras asumir (nuevamente) riesgos para garantizar derechos es realmente un motivo de admiración. 

Así sucedió que en varias escuelas de José C. Paz la docencia se autoorganizó para hacer llegar alimentos para las familias de los y las estudiantes, a pesar de haber recibido indicaciones de cerrar las escuelas horas antes.  

“Nos dijeron que iba a llegar como a las 9 el camión con los “bolsones”. Llegó como a las 15 y en realidad eran “bolsitas”. Igual la gente re agradecida”, comenta una directora de escuela secundaria de Sol y Verde.  

“Yo fui con mi mamá que es auxiliar en una escuela, ella tiene problemas de huesos. Igual fuimos, abrió y cerró la escuela ese día”, relata con emoción una docente de José C. Paz.

Se trató de una jornada basada en la voluntad de la docencia y el personal auxiliar, nadie estaba obligada/o a estar allí,  sin embargo se estuvo presente en el momento más crítico de la pandemia. ¿Qué pasa por la razón y el corazón del/la docente de nuestras escuelas que hace que en medio de un aislamiento preventivo y obligatorio sale a trabajar? Si esto no es  un compromiso profundo con la realidad de los barrios, ¿qué es?

La jornada no estuvo exenta de conflictos. A las demoras en la entrega de los alimentos y las largas colas de vecinos; se le sumaron los “escraches” en las redes. Escraches que se dirigen a la escuela del barrio la que siempre pone la cara ante todos las adversidades; no faltaron los comentarios (de otras personas del barrio) que ante el hecho de haber osado criticar el contenido de las “bolsitas” de mercadería, arremetieron con los infaltables “vayan a trabajar vagos”, “ya tienen tarjeta, asignación y ahora que le dan esta ayuda encima se quejan” e infinidad de impugnaciones sociales que se expresan con la mayor virulencia hacia los que menos tienen. Hubo algunas escuelas donde no llegó nada, como el caso de la Secundaria 10 de José C. Paz, quienes recién pudieron repartir los alimentos a partir del miércoles 25 de marzo.   

“Pero no, para la cantidad de horas que estuvimos y lo que se tuvo que movilizar, que abrimos los colegios en una cuarentena estuvo muy mal pensado... Hay que trabajarlo coordinado con otros organismos del Estado porque hay nenes que refuerzan mucho el alimento en la escuela”, evalúa  una docente de José C. Paz, quien salió de su casa para dar una mano, a pesar de estar preocupada por sus propias necesidades familiares ya que Uber dejó de funcionar y era un ingreso más que el padre del hogar podía garantizar.  

La situación de emergencia en los barrios populares presenta dinámicas y tensiones propias que se juegan entre la reactualización de la privación (ante la imposibilidad de desarrollar estrategias que aseguraban accesos alternativos a bienes y servicios públicos) y la resolución parcial e insuficiente de problemas por parte del Estado en los barrios (intervenciones esporádicas, de bajo impacto, con impronta asistencialista). La cuarentena en estos barrios tiene que ser pensada como una situación que necesariamente profundiza las desigualdades. El individualismo y el mérito están a prueba una vez más, no obstante, la creación de solidaridades también.

*Docente y Agente Multiplicador de Salud (AMS) de José C. Paz (publicado originalmente en el Diario de José C. Paz, http://eldiariodejosecpaz.com.ar).