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Día de las Infancias

La dura realidad de los más pequeños de la Argentina

Desde castigos físicos, hasta ausencia de chequeos médicos: una investigación de la Universidad Austral revela la dramática situación que viven millones de niños en Argentina. En el Día de las Infancias, resulta crucial evaluar la calidad de vida de los más pequeños, como la clave para una sociedad próspera.

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| unicef

El desarrollo y bienestar infantil en los primeros años es crucial. Abarca múltiples áreas interconectadas que sientan las bases para el éxito futuro. El cerebro humano alcanza el 80% del tamaño adulto en los primeros tres años de vida y el 90% en los primeros cinco años.

El ambiente en el que crece un niño, incluyendo su hogar y comunidad, juega un papel crucial en su desarrollo integral.  En este sentido, las experiencias en estos primeros años influyen significativamente en la salud, educación y éxito profesional en la edad adulta. De esta forma, invertir en el desarrollo integral durante la primera infancia no solo beneficia al niño, sino que también contribuye a una sociedad más próspera.

En el marco del Día de la Niñez, el Observatorio del Desarrollo Humano y la Vulnerabilidad de la Universidad Austral presenta un informe alarmante, “Primera Infancia en Argentina: un análisis multidimensional de desafíos y oportunidades”, que revela las precarias condiciones en las que viven millones de niños y niñas en Argentina. Este análisis multidimensional pone en evidencia los desafíos críticos que enfrenta la niñez en áreas fundamentales como la educación, la salud y el hábitat.

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Sin clases.

La Ley Nacional de Educación garantiza el acceso universal a la educación inicial para todos los niños y niñas desde los 45 días hasta los 5 años de edad. Sin embargo, más de un tercio de los niños entre 3 y 4 años (34.8%) nunca asistió a un establecimiento educativo formal, exponiendo una grave brecha en la preparación para etapas educativas posteriores (IV Trimestre 2023 de la Encuesta Permanente de Hogares de Indec).

Casi seis de cada diez niños (55,7%) entre 3 y 4 años, asisten cuatro horas a la escuela (Unicef, 2019-2020). Y siete de cada diez niños (67,2%) de entre 3 y 4 años asiste a un establecimiento de gestión pública. Mientras que, ante la ausencia de provisión estatal suficiente, entre los niños y las niñas de 1 año que asisten a algún centro de cuidados, el 68% lo hace a un espacio de gestión privada. Este porcentaje disminuye conforme aumenta la edad. 

Salud: principalmente en el sector público. La mitad de los niños de entre 0 y 4 años (53,7%) en la Argentina tiene como única opción para la atención de la salud el sector público. Es decir, que carecen de obra social, mutual o prepaga. Esto subraya la importancia crítica de la oferta pública de salud orientada a la primera infancia. 

Por otra parte, se observa que entre los 0 y 4 años casi uno de cada diez (7,5%) no asistió a una consulta médica de control del niño sano. Casi siete de cada diez niños de entre 0 y 4 años (68,5%) no realizó control oftalmológico y uno de cada dos niños de entre 3 y 4 años no asistió a control odontológico (54,2%). 

El principal motivo por el que los padres no llevaron a sus hijos a control de niño sano es que no lo consideraron necesario (64,1%), seguido de falta de tiempo (10,5%) y a que pidió turno, pero aún no lo atendieron (9,7%). Estos datos revelan desafíos significativos en el acceso y utilización de servicios de salud preventiva para la primera infancia en Argentina, particularmente en áreas como salud visual y dental. Además, sugieren la necesidad de mejorar los canales de información y comunicación a las familias a fin de lograr una mejor capacitación de los adultos responsables acerca de la importancia de los controles regulares y preventivos del niño y abordar las barreras que dificulten el acceso al sistema de salud

Juguetes sí, libros tal vez. La estimulación temprana en niños de 0 a 4 años es fundamental para su desarrollo integral, abarcando aspectos cognitivos, motores, sociales y emocionales. Durante estos primeros años, el cerebro infantil es increíblemente plástico, formando conexiones neuronales a un ritmo acelerado en respuesta a los estímulos del entorno, donde el juego y los libros se convierten en oportunidades cruciales de aprendizaje y crecimiento. 

Al respecto, se observa que el acceso a materiales de estimulación y juego en niños de 0 a 4 años en la Argentina urbana presenta un panorama variado. Libros en el hogar: seis de cada diez niños entre 0 y 4 años (63.1%) tienen al menos un libro en el espacio del hogar. No obstante, casi cuatro de cada diez (36,9%) carece de libros apropiados para su edad. Del total de niños que no tienen libros infantiles en el hogar, en casi seis de cada diez niños (58,7%), la madre no ha terminado el secundario. 

Tipos de juguetes utilizados: siete de cada diez niños (71,9%) de 0 a 4 años juegan con algún juguete casero, ocho de cada diez (81,5%) de 0 a 4 años juega con algún objeto encontrado en el hogar, nueve de cada diez (93.5%) de 0 a 4 años juega con juguetes comprados. Estos datos revelan que, mientras la mayoría de los niños tiene acceso a diversos tipos de juguetes, existe una brecha significativa en cuanto al acceso a libros infantiles. Además, se observa una combinación de recursos de juego, desde juguetes comerciales hasta objetos cotidianos adaptados para el juego, lo que sugiere creatividad en la estimulación infantil. 

La variedad en los tipos de juguetes utilizados refleja la adaptabilidad de las familias para proporcionar estímulos, aunque la disparidad en el acceso a libros infantiles plantea desafíos importantes para el desarrollo cognitivo y lingüístico equitativo. Esta situación subraya la necesidad de políticas y programas que promuevan el acceso universal a recursos educativos tempranos, especialmente libros, para asegurar que todos los niños tengan las mismas oportunidades de desarrollo durante estos años críticos.

Castigo físico: aún presente. Durante los primeros años, los niños y niñas desarrollan su comprensión del mundo y las normas sociales, por lo que requieren un enfoque paciente y consistente. Por este motivo, las formas de disciplinar deben enfocarse en guiar y enseñar, más que en castigar.  

Las formas de disciplinar a los niños y niñas se evalúan mediante cuatro indicadores. Métodos no violentos, que incluye “se le quitó privilegio; se explicó el comportamiento erróneo; se le dio otra cosa que hacer”. Agresiones verbales, que abarca gritos, “lo llamó tonto/a, vago/a o alguna otra cosa parecida”. Castigo físico, “la sacudió; le pegó un chirlo; le dio una palmada en la mano, en el brazo o en la pierna”. Y castigo físico severo, “lo golpeó con cinturón u otro objeto; golpeó o dio palmada en la cara, en la cabeza o en las orejas; le dio una paliza, le pegó una y otra vez lo más fuerte que pudo”. 

Los datos revelan un panorama mixto: casi ocho de cada diez niños (79,1%) entre 1 y 4 años experimenta disciplina no violenta; cuatro de cada diez (43.2%) niños recibieron alguna vez agresiones verbales; tres de cada diez (34.4%) experimentaron castigos físicos; casi uno de cada diez (7.4%) sufrió castigo físico severo. 

Las estadísticas muestran que, incluso con posterioridad, el castigo físico se sostiene independientemente del rango etario. Al respecto, el castigo físico afecta al 35% de los niños entre 1 y 14 años y el castigo físico severo al 6,6% de niños en este rango etario.

Estas estadísticas subrayan que, si bien la mayoría de los niños recibe formas positivas de disciplina, una proporción significativa aún experimenta métodos potencialmente dañinos. La coexistencia de prácticas disciplinarias positivas y negativas refleja la complejidad del desafío que enfrentan las familias y la sociedad en general.  

La prevalencia de métodos disciplinarios no violentos es alentadora, indicando una creciente conciencia sobre la importancia de enfoques positivos en la crianza. Puede observarse una cierta mejora en relación al relevamiento realizado por Unicef en 2016, dónde se indicaba que en el 40% de los hogares se recurría a la violencia física como parte de la crianza de niñas y niños, mientras que en siete de cada diez hogares se ejercían prácticas de crianza que incluían violencia física y/o verbal. Sin embargo, la persistencia de agresiones verbales y castigos físicos, incluyendo formas severas, señala la necesidad de intervenciones educativas y políticas públicas que promuevan alternativas efectivas y respetuosas para la educación infantil.

La clave para una sociedad próspera: los niños. Investigaciones como las de Heckman (2016) demuestran que la inversión en la primera infancia genera beneficios significativos a largo plazo, tanto para los individuos como para la economía del país. Estos beneficios incluyen mejoras en la salud, educación, empleo y reducción de conductas de riesgo.

Sin embargo, en Argentina, muchos niños entre 0 y 4 años enfrentan desafíos importantes. Un número considerable de niños vive en condiciones precarias, con problemas de hacinamiento y falta de servicios básicos como agua potable, gas y desagües cloacales. Más de un tercio de los niños entre 3 y 4 años nunca ha asistido a un establecimiento educativo formal. Más de la mitad de los niños pequeños depende exclusivamente del sistema de salud público. Además, hay una baja asistencia a controles médicos preventivos, especialmente en áreas como oftalmología y odontología.

Aunque la mayoría de los niños tiene acceso a juguetes, casi cuatro de cada diez no tienen libros infantiles en casa, lo que puede afectar su desarrollo cognitivo y lingüístico. Si bien la mayoría de los niños experimenta métodos de disciplina no violentos, un porcentaje significativo aún sufre agresiones verbales o castigos físicos. Esta situación, evidencia la importancia de programas de apoyo parental y educación comunitaria que enfaticen métodos disciplinarios positivos, alineados con los principios de la Convención sobre los Derechos del Niño.

Estos datos subrayan la necesidad de implementar políticas públicas integrales que aborden las múltiples dimensiones del desarrollo infantil. Es crucial mejorar las condiciones de vivienda, ampliar el acceso a la educación temprana, fortalecer los servicios de salud preventiva, promover la estimulación y la lectura en el hogar, y educar a las familias sobre métodos de crianza positivos.

Las políticas públicas juegan un rol fundamental en el apoyo al desarrollo infantil integral. Se encuentra en vigencia la Ley 27.611 de “Atención y Cuidado Integral de la Salud durante el Embarazo y la Primera Infancia”, conocida como Ley mil días. Programa que actualmente tiene un desarrollo incipiente, pero que presenta un enorme potencial para generar cambios concretos. Estudios realizados en programas similares, a menor escala, como el plan mil días implementado en el Municipio de San Miguel (Buenos Aires), acreditan un impacto positivo en los primeros años de vida.

En conclusión, la inversión en la primera infancia no solo beneficia a los niños individualmente, sino que también contribuye a construir una sociedad más equitativa, saludable y próspera. Es fundamental que las políticas públicas y el apoyo a las familias se fortalezcan para garantizar un desarrollo óptimo en la primera infancia, sentando así las bases para un futuro mejor para todos.

*Magíster en Econometría por la Universidad Torcuato Di Tella, especialista en Economía Social y Desarrollo Local por la Universidad de Buenos Aires y Licenciada en Economía por la Pontificia Universidad Católica Argentina. Docente en el Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral.