—El 19 de enero va a nacer mi hija, Alfonsina.
—¿En serio? Yo cumplo el 13…
—¡Ja, yo el 15 y mi papá el 17!
¿Por qué un periodista se vería envuelto en una conversación trivial, una tarde fresca de noviembre en el recodo de un bar de Belgrano?
Juan Manuel Barrero (38, orgullosamente de Trenque Lauquen) tiene la respuesta en su semblante: sonríe cálidamente, charla con tono apacible y se emociona cuando habla de su primogénita, que será capricorniana como él y como este humilde servidor.
De hecho, a lo largo de más de dos horas de grabación, no eludiremos nunca los temas personales, que se enhebran naturalmente, en el discurso de Juan Manuel, con sus avatares como joven con innegables dotes de liderazgo.
Por ejemplo: “El día en que me llegó el mail con la invitación a la Casa Blanca, estaba con mi mujer, embarazada, y no lo podíamos creer. Salí corriendo a comprarme un traje, conseguí un vuelo que tuve que cambiar porque se rompió el avión, llegué cuando la reunión ya había empezado pero después pude charlar con Kamala Harris, vicepresidenta de Estados Unidos, (…) mi esposa se quedó en el hotel, no estaba para seguirme el ritmo. Pero es la mejor del mundo, me banca siempre, me dijo: ‘Andá, no te lo pierdas’”.
Barrero vivió en Francia, Alemania, Taiwán y Estados Unidos. “Siempre viví desarraigado, no me cuesta cambiar de cultura, aunque los afectos son fundamentales para mí”.
Su historia reúne la pasión emprendedora con su deseo de cambiar la realidad llevando adelante proyectos con impacto social. Por eso fue presidente de la Unión Argentina de Jóvenes Empresarios, y luego de la Federación Iberoamericana de Jóvenes Empresarios, cargos en los que se encontró muy cerca de la política.
“Siempre me dijeron que la política era lo mío, que si me presentara en elecciones para algún cargo me votarían, pero cuando ves cómo se hacen las cosas, realmente te das cuenta de que no sirve (…) es una dualidad, porque yo siento el impulso de cambiarle la vida a la gente, de ayudar… pero en las ONG todo es voluntad y no vivís de eso, y en política los valores que tengo no encajan para nada”.
En consecuencia, y dado el empuje natural de Juan Manuel, luego de dedicarse a la administración y los negocios en el agro vio que las startups permitían soñar sin límites, y se mandó.
En 2018 creó CFO Startup –el nombre proviene de Chief Financial Officer, el cargo de quien se encarga de las finanzas en las corporativas– una empresa que les proveía servicios de administración a los pequeños emprendimientos tecnológicos.
Y hace poco más de un año fundó Lazo, una nueva startup que ayuda a otras pequeñas empresas latinas de tecnología a desembarcar en Estados Unidos, asesorándolas en impuestos y cuestiones legales, y vinculándolas con los capitales que buscan invertir en nuevas ideas.
Asentado en Miami, donde hoy día se vive un furor tecnológico de liderazgo latino, Barrero afianzó vínculos con la comunidad y comenzó a incorporar personal a la empresa.
Juan Manuel lo explica así: “No es solo buscar el talento argentino y de las demás nacionalidades latinoamericanas, que de hecho todas las corporativas tech del mundo lo buscan, sino también que en Miami uno se siente como en casa, y para nuestra hija buscábamos eso, no perder identidad”.
Por eso suele organizar peñas folclóricas y asados en los que se escucha, fundamentalmente, zamba y algo de cumbia. Los primeros encuentros llevaron por nombre Fernet Fridays y, más allá de que cada uno llevara amigos sin que hubiera una regla explícita, “la temática era la argentinidad, obviamente”.
Para Juan Manuel, Lazo hoy significa Trenque Lauquen, es decir, la cercanía entre las personas, la calidad humana de las relaciones duraderas, su infancia y, en especial, sus salidas con amigos, al boliche donde siempre eran los mismos.
Además, “es enlazar para generar vínculos, comunidad, sentido de pertenencia, y poder darle una mano a quien está intentando cumplir un sueño, viniendo de países que siempre te lo hacen difícil”.
Cae la noche en Belgrano, y el diálogo va de tema en tema, siempre alrededor de visiones sobre el futuro de la tecnología, las posibilidades de Argentina y el talento de las nuevas generaciones.
Entonces, Juan Manuel, sin perder la calma, enfundado en su campera azul, retoma la anécdota según la cual se encontró dialogando con la vicepresidenta de Estados Unidos.
“Habíamos llegado a Stanford para celebrar que terminamos un programa de aceleración de startups para latinos, y me conecto con VC Familia –una ONG que reúne empresas de capital de riesgo con fundadores de startups latinas–. Nos dijeron que el gobierno estadounidense quería conocer a algunos jóvenes emprendedores latinos, poque se celebraba el mes de la hispanidad. ¡Cuando me llegó el mail, lo tuve que leer tres veces para creer lo que estaba viendo!”.
La experiencia le permitió recordar un paralelo que suele referir Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz, quien señala que los árboles bonsái y los otros, de gran tamaño, crecen desde la misma semilla; salvo que los primeros no lo hacen en un suelo lo suficientemente fértil y por eso quedan diminutos.
En Estados Unidos, Juan Manuel Barrero sembró Lazo, hasta ahora su semilla mejor concebida.
En enero vendrá al mundo Alfonsina, y entonces este líder joven, aplomado y maduro a la vez, sabrá no solo de qué se trata ser un árbol fuerte sino, incluso, qué se siente al dar el mejor de los frutos posibles.