ELOBSERVADOR
Homenaje

José Paradiso y el ideal unificador en América Latina

Homenaje al sociólogo e internacionalista, humanista y cristiano, investigador riguroso y de pensamiento crítico y transformador.

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Universidad. Autor de varios libros, “Pepe” Paradiso fue el decano de las Relaciones Internacionales en la Argentina. | cedoc

Hace ya casi un año, el primer día de 2024, nos dejaba José Paradiso, gran sociólogo e internacionalista. Tenía 86 años, pero, como siempre ocurre con los grandes amigos y pensadores, nos dejó demasiado pronto. Su legado es inmenso, tan grande como la deuda intelectual de muchos de sus colegas y discípulos. Aunque seguramente no tenga el reconocimiento que se merece fuera del ámbito académico y del mundo de la sociología y las relaciones internacionales. Porque su sentir humanista y cristiano le quitaba toda pretensión de protagonismo personal; su vocación por la enseñanza y el debate lo llevaba siempre a situarse en una posición de par, de “mayéutica horizontal”, como definiera su colega y amiga Lorenza Sebeste, del Centro Jean Monnet, en un homenaje a sala llena realizado el pasado 11 de diciembre en el Rectorado de la Untref.

Aun resumido brevemente, el currículum de “Pepe” habla por sí solo: sociólogo por la Universidad de Buenos Aires, se desempeñó durante muchos años como director de análisis y previsiones de largo plazo en el Instituto Nacional de Planificación Económica. Fue profesor en la UBA, el Instituto de Servicio Exterior Nacional, Flacso y la Universidad de Bologna sede Buenos Aires, entre otros. Fue, por sobre todas las cosas, el decano de las Relaciones Internacionales en Argentina, participó en la creación de la carrera de esa disciplina en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad del Salvador, y fue su director durante varias décadas. Asimismo, dirigía las maestrías en Integración Latinoamericana y en Sociología Política Internacional de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Publicó a su vez una vasta cantidad de artículos, ensayos y trabajos entre los que se destacan libros indispensables como La era de las superpotencias (Foro Sur, 1983) y Debates y trayectorias en la política exterior argentina (Grupo Editor Latinoamericano, 1993). Su último libro, testimonio de su pensamiento, es El ideal unificador en América Latina. Dos siglos de integración y fragmentación (Eduntref, 2024).

Dueño de una gran escritura y una brillante oralidad, profesaba por sobre todas las cosas la investigación rigurosa, el pensamiento crítico y transformador. Renegaba de las modas intelectuales superfluas y pasajeras, pero también del saber fragmentado, enclaustrado, críptico. Por esa razón, sus escritos y su pensamiento perduran y resisten el paso del tiempo y las lecturas, resignificándose a medida que los acontecimientos en curso van demostrando su poder anticipatorio, que no era propio de un mágico poder adivinatorio, sino de un análisis exhaustivo, humano, empático e histórico de la realidad. Así, por ejemplo, era capaz de sacar conclusiones cuando apenas comenzaba la invasión estadounidense en Irak en 2003, que hoy no dejan de asombrarnos por su perspicacia: “El balance del siglo XX llegó tardíamente. Durante la mayor parte de su transcurso no se percibió lo que hacia el final sería el descubrimiento de su sentido más profundo: discursos revolucionarios y prácticas tiránicas. ¿Podría haberse evitado? Tal vez sí, si en el inicio se hubiera ponderado adecuadamente lo que se insinuaba. […] Es posible que al siglo XXI le ocurra lo mismo si se comete el error de despreciar lo que se está gestando desde sus orígenes. Si se persiste en ocultamientos a los que es tan adepto ese realismo viscoso e inmoral empeñado en proporcionar coartadas a las discrecionalidades. Si la ceguera vuelve a ganar la partida. Si no se les cierra el camino a todos los fundamentalismos, empezando por el de la utopía conquistadora acuñada por la combinación de fundamentalismo laico y religioso que ha contaminado a la sociedad abierta y emplea la libertad como camuflaje de sus intenciones y de su aberrante versión de lo humano”.

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Ese mismo pensamiento punzante, agudo, fundamentado en la historia, se refleja en un artículo inédito que escribió a modo de discusión para pensar la invasión rusa a Ucrania y que se publica en la próxima edición de la revista Archivos del Presente, actualmente en prensa. También emana de su último libro, dedicado a su gran pasión, la sociología de la integración. Allí Paradiso recorre dos siglos de integración y fragmentación en América Latina y concluye con una guía que ilumina el camino a seguir para salir del laberinto en el que se encuentran inmersos nuestro país y la región: “Se impone volver a colocar al desarrollo en el centro y hacerlo en clave heterodoxa. En relación con este punto, parece necesario subrayar una circunstancia no analizada en profundidad: sin duda, América Latina ha sido la región periférica donde los problemas del subdesarrollo/desarrollo han sido más intensamente investigados con enfoques interdisciplinarios y donde surgieron las más originales teorías sobre el tema. Si así han sido las cosas, ¿cómo explicar que esa enorme masa de conocimiento no haya podido constituirse en un pensar hegemónico respaldado por un amplio consenso? ¿Cuáles son las sedes desde donde se promueven bloqueos o propuestas neoliberales alternativas? […] Seguir este rumbo necesita de un pensar propio y de políticas exteriores orientadas autónomamente, así como contar con un concepto histórico cultural como soporte identitario. Ni pensar propio, ni celo autónomo, ni identificación con una tradición cultural son parte de las convicciones ‘fenicias’ de los que se empeñan en suscribir acuerdos de libre comercio sin importarles sus términos ni sus consecuencias y miran para otro lado cuando se les informa de las tendencias proteccionistas que dominan, desafortunadamente y de momento, el comercio mundial. El afán por los negocios lleva a perder de vista que un proceso de integración/asociación que tenga por propósito maximizar desarrollo y bienestar colectivos solo es posible si los países participan de un mismo sistema de valores, un mismo modelo de organización socioeconómica y auténticas formas democráticas. El resto son relaciones diplomáticas y/o comerciales que cualquier país debe mantener con quienquiera que sea, pero siempre manteniendo una orientación autónoma y la disposición a intervenir en los asuntos mundiales conforme sus capacidades reales”.

*Rector emérito de la Untref y presidente de la Fundación Foro del Sur.