“Antes de ser Alberto, me vuelvo al Conicet”, habría sentenciado hace poco, como dispuesto a quemar finalmente las naves. La encrucijada pudo empezar a corroerlo hace casi tres años, en el avión que lo traía de El Calafate, después que lo obligaran a reemplazar a su jefe de Gabinete y colaborador de toda la vida, Carlos Bianco, por aquel dirigente de Lomas de Zamora, cuya ambición superaba con creces a sus capacidades y escrúpulos.
Hoy, el gabinete de Axel Kicillof está parcialmente intervenido. Su ministro de Justicia (Martín Mena), de Salud (Nicolás Kreplak) y de Ambiente (Daniela Vilar), así como el Instituto Cultural (Florencia Saintout) responden directamente a Cristina. Dos de las principales cajas provinciales, como IOMA (Homero Giles) y el IPS (María Moretti), están en manos de La Cámpora. En ese mismo sentido, el jefe de la Cámara de Diputados provincial es otro alfil del Hijo: Enrique Dichiara. Cristina proyecta un 2027 con Máximo en la gobernación y, de ser posible, Axel en la presidencia. Queda claro quién tendría el poder y queda claro, también que, si Axel no quiere resignarse a ser un mero engranaje descartable, debía cortar amarras.
La interna partidaria Cristina-Quintela es solo un episodio, el primero, de la verdadera interna: Cristina-Axel. Este primer episodio ofrece fuertes desafíos. Por el lado de Cristina, porque una cosa es el voto de la gente común y otra el del afiliado al PJ, que no necesariamente es kirchnerista. Además, para erigirse en dirección indiscutible, no solo debe ganar, debe arrasar.
Por el lado de Axel, más allá del resultado, es claro que él no puede ser candidato en 2025, ¿va a poner algún reparo que lo sea Cristina? Y si Cristina le gana al candidato de unidad entre Macri y Milei, ¿alguien le puede objetar el dedo para 2027?
Los cambios en la dinámica política. Si vamos más allá de la cuestión personal, vemos que, a partir de la llegada del nuevo gobierno, las rupturas están afectando a todos los espacios. Estamos ante la reconfiguración de todo el sistema político y el kirchnerismo no es la excepción.
Sin embargo, el caso que nos convoca tiene tres características muy especiales. La primera es la debilidad de Cristina. En otro momento, para designar candidatos y ordenar su espacio, le hubiera bastado con señalar con el dedo, o con un posteo en Twitter. No solo eso: tampoco lo puede resolver reuniendo a los principales dirigentes. Por eso, apela directamente al voto directo de los militantes de base. Claro, se trata de una debilidad que puede transformarse, rápidamente, en una fortaleza.
La segunda es que estamos ante una construcción política que describe una trayectoria inversa a la que ensayó el kirchnerismo en su ascenso. En aquellos años, Néstor construyó su poder sobre la descomposición de los partidos. La transversalidad y los movimientos sociales fueron la base de apoyo. En un sistema de baja institucionalidad, el PJ se transformó en un elemento más; de poca importancia, por cierto, a tal punto que estuvo muchos años acéfalo y, hasta hace poco, presidirlo no tenía ningún valor (el último presidente fue Alberto Fernández ). Hoy, para reconstruir su poder, apela a conquistar el PJ y, desde allí, disciplinar al resto. Para decirlo en términos geográficos: Cristina construyó su poder en el Conurbano del partido, con el que controló su capital; ahora necesita de la capital para controlar el Conurbano.
La tercera característica es el público al que se dirige. Hasta ahora, el kirchnerismo apelaba, privilegiadamente, al sector menos institucionalizado de la clase obrera: desocupados, beneficiarios de planes, cooperativas y todo ese mundo de precariedad que se vinculaba con el Estado a través de un dirigente territorial. Una relación inmediata y provisional. De allí, la poca importancia de elemento partidario. Aquí, Cristina está apelando al militante afiliado del PJ, que, en su gran mayoría, está compuesto por sectores ligados al sindicato, a la administración, al empleo en blanco y a los profesionales. Ese grupo que solía darle la espalda. ¿Qué sucedió? Para entenderlo, tenemos que descender otro nivel, al nivel de la estructura social.
El nuevo escenario social. En la última década, la Argentina sufrió una serie de transformaciones importantes. La primera es la aparición de nuevos pobres: el trabajador Rappi/Uber(por ponerle un nombre). Se trata de una parte de la clase obrera que está ocupada, en el sector privado, en forma muy precaria y sin ningún marco institucional. Como no tiene representación, lógicamente los niveles de remuneración y sus condiciones laborales son lamentables. Es gente que, con el tiempo, y en compensación, se acostumbró a niveles de vida sumamente bajos. Ergo, pueden ven a sus congéneres con trabajo formal o con algún subsidio comoprivilegiados, sino como ricos. Ese mundo se impuso sobre el universo desocupado de los 90 y comienzos de los 2000, que ya no está. Por lo tanto, es lógico que cambien las apelaciones políticas. Milei lo entendió y logró el apoyo de estos trabajadorespobresa los que promete vengar frente a los trabajadoresricos.
La segunda, es que justamente, son esosricos las principales víctimas del ajuste de Milei. Los que no fueron todavía barridos por décadas de pauperización y conservan un empleo formal o pueden subsistir con su profesión. Son esa mal llamada clase media, cuya expropiación le sirve al gobierno libertario para asegurar el equilibrio fiscal. Esa es la población que hoy constituye la oposición social a Milei. Y es la que se están disputando las rupturas del radicalismo (Lousteau), del PRO (Larreta) y el peronismo no K (Pichetto). A esa búsqueda van aceleradamente Axel y Cristina. Por eso, ésta última elige como mecanismo el voto directo de afiliados al justicialismo y no un plenario de dirigentes territoriales.
Pero hay una tercera transformación: el consenso liberal. Todas las fuerzas políticas vienen apoyando el plan en términos generales. Cualquiera que ganase, iba a hacer algo similar. En este momento, la administración actual se está jugando su gobernabilidad. Es decir, todavía no se consolidó. En ese escenario, las fuerzas se apuran para mostrarse como alternativas. ¿Qué representa Cristina, discursivamente? El ajuste keynesiano en la estrategia mercadointernista, que ya sabemos en qué terminó. Pero ante un desbarranque libertario puede apelar a la memoria corta.
Frente a esas dos alternativas, está surgiendo, lenta y tímidamente, una corriente que podríamos calificar, en términos genéricos, como desarrollista (pero diferente al de Cavallo, por ejemplo). Es decir, que está preocupada por el desarrollo, principalmente industrial y la acción del Estado en torno a la cuestión. Hacia allí parece ir confluyendo, con sus diferencias, gente como Kulfas, Álvarez Agis, Larreta y, tal vez, Lousteau. Los dos primeros, economistas que se formaron junto a Kicillof en el Centro de Estudios Para el Desarrollo Argentino (Cenda), que Cristina le hizo cerrar. Cuando Axel dice que no quiere ser Alberto, se refiere a que no quiere ser la cabeza de un gobierno cuyo programa no comparte. Vale acotar que el problema es que se apela a un sujeto impotente: el empresariado argentino.
Estamos, entonces, en un escenario donde puede asomar una discusión sobre el rumbo del país. Allí, la izquierda tiene una posibilidad cierta, a condición de que logre dos cosas. Una, dejar de ser una colectora del kirchnerismo. Dos, superar la instancia meramente reactiva (No a esto) y sea capaz de llevar al debate un programa concreto y posible para el desarrollo económico con bienestar social.
* Doctor en Historia.
Docente de la UBA y UNSL y miembro de Vía Socialista.