Seguidor de Marx, Hegel y Gramsci, pero a contramano de la izquierda contemporánea, Diego Fusaro habló con PERFIL sobre Bergoglio, Medio Oriente y la inteligencia artificial, entre otros temas.
El filósofo italiano exhibe una extensa y original obra con títulos como Europa y capitalismo, Todavía Marx, Las raíces del materialismo histórico, La farmacia de Epicuro, Sinistrash, Odio la resiliencia. Contra la mística del aguante y Demofobia, entre muchos otros. Crítico de los mecanismos de control social y las políticas identitarias impuestos internacionalmente en los últimos años, asegura que “el nuevo orden erótico no es más que el nuevo orden mundial de la globalización capitalista, traducido en el ámbito de la erótica y los sentimientos”. Profesor de Historia de la Filosofía en el Instituto de Altos Estudios Estratégicos y Políticos de Milán, Licenciado en Historia de la Filosofía en Turín, ciudad en la que nació en 1983, y doctorado en Filosofía de la Historia por la Universidad Vita-Salute San Raffaele de Milán, es el director de la página web La filosofía e i suoi eroi (www.filosofico.net) y de la colección filosófica I Cento Talleri de la editorial Il Prato. También codirige la colección Biblioteca di Filosofia della Storia de la editorial Mimesis y la revista filosófica Koinè. En línea con otros pensadores contemporáneos de su país, como Giorgio Agambem, advierte que “la desregulación económica se convierte también en una de tipo erótico al desintegrar a la familia como vínculo estable y duradero e imponiendo la nueva figura del consumidor erótico pansexualista”. Es que según su visión, “el viejo capitalismo se basaba en la dicotomía entre burguesía y proletariado” mientras que en la fase presente “desintegra esa dicotomía y produce en lugar de la burguesía del proletariado una nueva plebe posmoderna y resiliente”. Estos temas están ampliamente desarrollados en su libro El nuevo orden erótico. Elogio del amor y la familia, cuya presentación local se llevará a cabo hoy a partir de las 11:30 en la Fundación Centro Psicoanalítico, donde participará virtualmente de una conversación con Eric Calcagno, Leandro Pinkler, Nicolás Mavrakis José Grandinetti y Alejandro Lezama. En diálogo con PERFIL, Fusaro habló, además, de Bergoglio, Medio Oriente y el avance de la Inteligencia Artificial, entre otros temas.
—¿Cuáles son los ejes centrales de lo que usted denomina “nuevo orden amoroso”?
—Son los siguientes: la destrucción de la familia como vínculo estable y duradero, la destrucción de la identidad sexual y de la diferencia entre hombres y mujeres, la concepción del amor como simple goce para individuos sin comunidad, la fluidez y el plus de goce. La ideología de género se basa en la destrucción de la identidad sexual y, por lo tanto, de la diferencia natural entre los sexos... pero también sobre la destrucción de la idea de la familia natural basada en la diferencia entre hombres y mujeres y el nacimiento de los hijos. Por eso no hay que hablar de familia tradicional sino de familia natural: las tradiciones cambian allí donde la diferencia sexual entra en la naturaleza humana, concepto hoy particularmente antipático a los heraldos del orden capitalista.
—Usted se refiere al startupper cosmopolita deslocalizador y deslocalizado como único horizonte de sentido para el feminismo actual, mientras que se desvincula del "noble proyecto de emancipación femenina del período burgués socialista." ¿Cómo se hace esto y por qué?
—Es justamente así, la feminización de la sociedad no corresponde en absoluto a la sacrosanta emancipación de la mujer: corresponde en cambio a la precarización de toda la sociedad, cada vez más condenada al multitasking y a la precariedad, es decir, a las condiciones que la sociedad capitalista ha impuesto a las mujeres y ahora está imponiendo a toda la sociedad. Hemos pasado de un modelo machista y masculinista, ciertamente despreciable, a un modelo feminista y desvirilizado, igualmente despreciable. La sociedad turbocapitalista precariza íntegramente a la sociedad, desconstruyendo lo que Hegel llamaba las "raíces éticas" de la sociedad civil, como la familia y la estabilidad laboral.
—Sitúa el inicio de la configuración actual a la izquierda en 1968, ¿podría proporcionar algunos detalles sobre este punto de inflexión?
—Interpreto el 68 como el año no de la emancipación del capitalismo sino del capitalismo emancipado, como una modernización turbocapitalista de la sociedad. Como Pasolini notó mejor que cualquier otro, el capitalismo pasó de su variante burguesa y autoritaria al nuevo capitalismo líquido de la civilización del consumo, basado en el individualismo hedonista y en la demolición de toda figura del límite y de la autoridad. Las propias izquierdas del 68 abandonan cada vez más las batallas por el trabajo y se concentran cada vez más en las de los derechos individuales, convirtiéndose en partidos radicales de masas. Ya no la hoz y el martillo de Marx sino el martillo de Nietzsche y de la deconstrucción de todos los valores o, para decirlo con Nietzsche, la transvaluación de todos los valores, funcional al nuevo capitalismo que debe destruir todos los valores para que la forma mercancía pueda circular sin ningún límite posible.
¿Qué opinión le merece la posición de Bergoglio frente a la globalización y frente a lo que usted, entre muchos otros, denomina ideología de género?
Ante todo, hay que recordar que Bergoglio no es técnicamente el Papa: me he ocupado de ello en mi libro "La fine del Cristianesimo", cuya última parte está dedicada precisamente a esta historia. Ratzinger en 2013 renunció al ministerio y no al munus petrino y por tanto siguió siendo Papa también después de 2013, no por casualidad vistiéndose de Papa y firmando como Benedicto XVI. Bergoglio es al mismo tiempo un no-Papa y por lo demás de posición manifiestamente herética. Técnicamente es un antipapa herético. El "pontificado" de Bergoglio se caracteriza por el cierre a la trascendencia y a las cuestiones últimas vinculadas a lo eterno y a lo sagrado. Bergoglio habla sólo de inmanencia y, además, con el mismo corte ideológico propio de la globalización neoliberal: el pensamiento único políticamente correcto se convierte en pensamiento único teológicamente correcto con Bergoglio. Tenemos de esta manera una neoiglesia poscristiana líquida y Smart de complementación de la globalización capitalista. Bergoglio está en la iglesia de Roma como Gorbachov en la Unión Soviética.
—Su obra guarda consonancia con el de otros pensadores, como Giorgio Agamben y Emmanuel Todd, cuyo último trabajo, La derrota de Occidente, culmina con una referencia a lo que ocurre en Palestina, como epítome de la deriva nihilista de los Estados Unidos. ¿Qué opinión le merece esta visión?
—Comparto plenamente la posición de Todd, en Gaza se está manifestando un verdadero genocidio con la complicidad cínica de la llamada comunidad del Occidente, que yo ya desde hace tiempo llamo Asesino. Israel se permite una impunidad permanente, cada crimen que comete es justificado como si fuera su derecho a defenderse y luchar contra el terrorismo, aunque la lucha de Israel contra el terrorismo ya parece indistinguible del mismo terrorismo.
—Volviendo a Agambem ¿Cómo ubicarse frente al fenómeno que juzgó como “pérdida de la relación poética con el lenguaje y su sustitución por una relación instrumental” y la consecuente transferencia del pensamiento a la inteligencia artificial, que amenaza a “la misma humanidad del hombre”?
—Considero a Giorgio Agamben una de las voces más lúcidas y profundas de nuestro presente. Tiene toda la razón, el lenguaje se está convirtiendo en simple mediación técnica, como para otras emergencias de imposición del inglés de los mercados como única lengua permitida: no el inglés de Oscar Wilde o de William Shakespeare, sino el anónimo y aséptico de los mercados. El lenguaje deja de encontrar la expresión del ser y se convierte en simple expresión de los mercados y de las transacciones económicas. En cuanto a la inteligencia artificial hoy se habla mucho de sustitución étnica, pero deberíamos empezar a hablar más propiamente de sustitución técnica, ya que las máquinas cada vez más están sustituyendo al hombre, delineado por Matrix de 1999. En realidad, la inteligencia artificial no piensa, sino que simplemente calcula. Por eso podemos decir que aún hoy es válida la definición de Aristóteles según la cual el hombre es el animal que tiene el lógos, es decir, la capacidad de expresar lingüísticamente el pensamiento y hablar de manera pensante.