Una imagen vale más que mil palabras y hay una que ilustra a la perfección la idiosincrasia del Cónclave, ese proceso interno supersecreto a través del cual los cardenales eligen al próximo papa cada vez que el sillón de jefe máximo de la Iglesia Católica (y como tal, representante de Dios en la Tierra) queda vacante.
Esa imagen es ni más ni menos que la de los cardenales moviéndose con sus valijas carry on en mano. Así llegan los sacerdotes a la Santa Sede de Roma cada vez que lo demanda la hora, y así se lo vio, en 2013, a Jorge Mario Bergoglio cuando abandonó el país para protagonizar el mayor giro al que un hombre que propaga la fe puede aspirar. Risueño, tranquilo, con el aire de quien cumple un trámite: el entonces arzobispo de Buenos Aires dejaba Argentina para cumplir con su deber, equipaje en mano, acaso sin imaginar lo que el destino le tenía deparado.
Cónclave, la soberbia película de Edward Berger que compitió en la última entrega de los Oscar y que todavía está en cartelera, inicia con esa secuencia: los cardenales llegan cabizbajos y arrastrando sus valijas, el rojo y negro de sus sotanas va ocupando poco a poco las grandes extensiones doradas del Vaticano. Ha llegado la hora de elegir un nuevo Papa y hacia esa “guerra fría” se encaminan.
En el film, que adapta la novela homónima de Robert Harris publicada en 2016, los cardenales del mundo deben reunirse para elegir al sucesor de un Papa que acaba de fallecer. Era este un sumo pontífice todopoderoso y altamente influyente, conocedor incluso de los secretos más ocultos de la vida vaticana. En definitiva, un jefe al que no se le escapaba nada y cuya muerte dejó a todos en un estado de orfandad política y hasta espiritual.
A partir de ahí la película pone el foco en las alternativas de la vida interna del cónclave: los cardenales quedan encerrados, incomunicados incluso, y deben votar, a través de un sufragio que es secreto, al nuevo elegido, que no podrá ser consagrado hasta no alcanzar los dos tercios de votos. La gente espera el resultado en la Plaza San Pedro del Vaticano. Así como un jurado popular no puede finalizar el trámite sin lograr un veredicto, los sacerdotes tampoco pueden dejar la Santa Sede hasta que no haya fumata blanca, que es el símbolo del acuerdo entre pares, lleve el tiempo que lleve.
Ecos de realidad. Ya en 2021, en virtud de una internación que debió afrontar por divertículos en el colon, Francisco había advertido que “corría brisa o huracán de cónclave”, como sucede cada vez que un Papa tiene un problema de salud. Se refería a ese período indefinido que se inicia con conversaciones informales entre los cardenales y la pulseada interna de los diversos sectores de la Iglesia católica (los más conservadores, los más ortodoxos, los tercermundistas) para inclinar la balanza a su favor en la elección del nuevo Sumo Pontífice.
Esa vez Francisco estuvo al tanto de los movimientos sigilosos que habían comenzado a percibirse en los pasillos del Vaticano, en lo que se denomina un clima de “precónclave”. “Sé que ha habido encuentros entre prelados que pensaban que el Papa estaba más grave de lo que se decía. Preparaban el cónclave”, admitió Bergoglio ante los suyos, según se informó en su momento.
Hoy, con el Papa nuevamente internado y recuperándose de una afección respiratoria, ese clima de incertidumbre volvió al Vaticano. Se habló por estos días de que muchos cardenales del mundo estaban viajando a Roma para estar listos en caso de que debiera ponerse en marcha un nuevo cónclave. Pero a la luz de los acontecimientos, Francisco no parece dispuesto a darles el gusto.
Y es esa misma “guerra fría” por el poder de la Santa Iglesia la que retrata la película, que muestra a los cardenales negociando y retirando apoyos, manteniendo conversaciones nocturnas a la luz de las brasas de cigarrillos, orquestando operaciones cruzadas y campañas políticas desde el máximo secretismo. No podemos saber lo que pasa en un cónclave, pero sí podemos asomarnos a través de trabajos como el de esta película.
Cómo funciona el cónclave. La congregación de cardenales que retrata el film, y de la que Bergoglio resultó electo en 2013, funciona de la siguiente manera: tras el fallecimiento o renuncia de un Papa (como fue el caso de Joseph Ratzinger –Benedicto XVI–, que dimitió en 2013), se convoca al cónclave en la Capilla Sixtina del Vaticano. Hasta ahí llegan los cardenales de todo el mundo, que deben ser menores de 80 años para participar. Para garantizar ese arribo desde todos los rincones del mundo, el cónclave recién se pone en marcha entre 15 y 20 días después de que quede vacante el trono.
Cada cardenal vota en una papeleta, donde escribe a mano el nombre de su candidato, y la deposita en una basílica, encomendando su voto a Dios. Al final de la votación, si no hay un elegido, las papeletas se queman en una especie de estufa provisional que tiene una brea especial que produce humo negro: esa es la señal de que no hubo acuerdo. Si, en cambio, el humo que sale es blanco, es el anuncio de que hay nuevo Papa para el mundo.
Las discusiones actuales. La necesidad de una agenda progresista para la Iglesia Católica, en un contexto global de pérdida masiva de fieles, es uno de los puntos fuertes de debate dentro del Vaticano, a punto tal de que existe hoy un sector de cardenales progresistas que cuestiona a Bergoglio por la ausencia de reformas profundas en su papado –vinculadas a temas género, celibato y reformas en la estructura económica, entre otras–.
Esa facción, ligada más a los curas tercermundistas de América y África, ve actualmente a Francisco como un reformista moderado y se enfrenta, lógicamente, con el ala ortodoxa de la Iglesia, que siempre estuvo en contra del discurso y de las modificaciones impuestas por Bergoglio. Aunque en clave de ficción, esta misma disputa ideológica (y teológica) es la que retrata Cónclave. De ahí su actualidad.
El otro plato fuerte que sobrevuela las discusiones en torno al próximo cónclave es la necesidad de un sector importante de la Iglesia Católica de contar con un Papa italiano; el último fue Albino Luciani -Juan Pablo I-, quien había sido elegido el 28 de agosto de 1978 y falleció, en misteriosas circunstancias, 33 días después. La historia oficial dice que murió de un infarto y que fue encontrado muerto en su cama por las hermanas que lo asistían.
En esos asuntos se centra el futuro de la Iglesia católica mientras el Papa se recupera. Quizás Europa quiera recuperar el protagonismo perdido a manos de un papa que un día llegó inesperadamente desde el fin del mundo.
*Periodista y autor de la novela El día de los drones (Editorial Diotima), de reciente publicación. Redes sociales: @pogginico en Twitter, @vikopoggi en Instagram.