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Cómo llegó a ser papa

De Bergoglio a Francisco

Una trayectoria creciente, con pasos firmes y seguros. Momentos de “exilio” y de liderazgo. Extracto de un libro del autor, un repaso por una parte de la vida religiosa de Bergoglio, antes de ser Francisco.

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El texto a continuación es un fragmento del libro El incansable polemista, escrito por Carlos Cámpora, sobre la trayectoria del ensayista argentino Juan José Sebreli. En dicha obra, un capítulo es dedicado al ensayo Dios en el laberinto, en el que tanto Cámpora como Sebreli y otros autores relatan la vida del Sumo Pontífice antes de convertirse en el papa que llegó desde el fin del mundo.

Un hombre diferente. “El carisma de Wojtyla (Juan Pablo II) era diferente del de Bergoglio”, señaló Sebreli en 2016. “La relación con la gente fue, en el papa polaco, mediática, de multitudes. En Bergoglio, de persona a persona, a veces a través de cartas o llamados telefónicos, una manera de aparentar un clima de intimidad que emocionaba al interlocutor. El papa Francisco también fue muy distinto de Ratzinger (Benedicto XVI), producto de la cultura alemana de elite; la suya surgió del mundo porteño de los años cincuenta y sesenta. Su procedencia lo ayudó al acercamiento con la gente sencilla: descendiente de inmigrantes italianos, muchacho de barrio, con la vivencia del vecindario de puertas abiertas y casa de Flores”. (Sebreli, 2016).

El ensayista se refiere a algunos “gestos” de Francisco (por ejemplo, hospedarse en Santa Marta), a través de los cuales intentaría mostrarle al mundo los rasgos de su papado. Estos “gestos” que podrían ser interpretados como de humildad, de sencillez, de rechazo al lujo, son considerados por Sebreli como propios de un líder populista (el capítulo donde aborda estos aspectos lleva el título de “Francisco, un papa populista”), caracterización que lleva al ensayista a hacer una audaz comparación.

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“Cuando le quisieron poner sobre los hombros la capa revestida de armiño y orlada en seda, indumentaria copiada por los papas de los emperadores romanos, la rechazó diciendo: ‘El carnaval se ha terminado, guarden esa ropa’. Esos gestos vestimentarios componen el guardarropa populista”, señaló Sebreli. Tanto el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo como la Teología de la Liberación fueron reemplazados por la teología de la pobreza. Bergoglio optó por el concepto “Iglesia de los pobres”, que lo distanciaba de la Teología de la Liberación (Sebreli).

Antes de ser Francisco. Antes de convertirse en el Papa, Bergoglio desarrolló su trayectoria anterior dentro de la Compañía de Jesús.

Nació el 17 de diciembre de 1936. Inició el seminario en el clero diocesano en 1958 en Villa Devoto y luego continuó el noviciado en Córdoba. En 1960 tomó sus primeros votos de pobreza, castidad y obediencia.

Una segunda etapa de formación, el Juniorado, la llevó a cabo en la comuna rural de Padre Hurtado, a 20 kilómetros de Santiago de Chile. Después de un año regresó a la Argentina para estudiar Filosofía y Teología en el Colegio Máximo. Luego de tres años, la Compañía de Jesús lo envió a dar clases a alumnos de cuarto y quinto año de secundaria en la ciudad de Santa Fe. Tras dos años de docencia, regresó a Buenos Aires. Al año siguiente viajó a España, donde permaneció durante seis meses, para cumplir con la última prueba a la que se someten los jesuitas antes de ser admitidos definitivamente dentro de la orden.

Cabe recordar que, luego de varias etapas de formación, Bergoglio se ordenó sacerdote en 1969. En ese período de su formación, que abarcó doce años, ocurrieron diversos hechos no solo en el mundo católico en general, sino también en la orden de los jesuitas en particular.

La realización del Concilio Vaticano II (1962-1965) dio lugar a un gran debate en las distintas órdenes religiosas, las iglesias locales y el mundo católico en general. Asimismo, hacia la última etapa del Concilio, en mayo de 1965 fue elegido superior general de la orden de los jesuitas el padre español Pedro Arrupe.

La elección de Bergoglio para ser provincial de la Orden en Argentina fue antecedida por ciertas circunstancias que se dieron en la Compañía de Jesús en nuestro país, ya que se produjo por esa época un malestar dentro de ella con el provincial Ricardo O’Farrell (si bien este escuchaba a los distintos sectores y concedía libertad a los sacerdotes para cumplir con misiones en el interior del país, esa misma liberalidad provocaba también cierta decadencia de la disciplina religiosa y aumentaba la división entre las distintas corrientes internas, todo lo cual llevaba a la percepción de falta de conducción).

Cuando desde Roma accedieron a apartar a O’Farrell, en medio de esta urgencia por encontrar el candidato para ser nuevo provincial de la Orden, la figura de Bergoglio fue cobrando relieve.

“Bergoglio fue emergiendo como líder sobre la base de su astucia y moderación. Su apego a la disciplina religiosa y la preocupación por la profundización de la formación ignaciana le concedían un don propio. Pero era su voluntad de tomar decisiones y generar cambios lo que ilusionaba al grupo que lo nominaba”. (Larraquy, 2016).

Después de una consulta a diversas instituciones internas de los jesuitas en el país, el padre Arrupe se decidió por Bergoglio para la conducción de la Provincia argentina, iniciando este su mandato el 31 de julio de 1973, el cual sería renovado por otros tres años. Sin embargo, cuando dejó el cargo de provincial y pasó a ocupar el Rectorado del Colegio Máximo, la influencia de Bergoglio continuó, por otros seis años, bajo la conducción de su sucesor, Andrés Swinnen, como destaca Larraquy: Swinnen mantuvo la orientación pastoral y parroquial vigente.

“Desde el Rectorado, Bergoglio constituyó un ‘Estado paralelo’. Él era el estratega, el que ‘pensaba’ la Compañía, y Swinnen aceptaba sus orientaciones y se preocupaba por darles cauce”. (Larraquy, 2016).

Luego de esos años en que Bergoglio ocupaba un sitio central en la Compañía, hubo una época en la cual perdió ese lugar ante la llegada de nuevas autoridades en la Orden. En ese período, él cumplió con variadas y no muy importantes actividades dentro de la Compañía, pero su suerte volvió a cambiar gracias al cardenal Quarracino, el cual dio un nuevo impulso a la trayectoria de Bergoglio, como destaca Sebreli: “De ese exilio interior lo rescató un cardenal conservador, Antonio Quarracino, personaje clave para su ascensión al designarlo su asistente para la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires. También intercedería ante Roma para solicitar su nombramiento como obispo y después sucesor en el arzobispado”.

A fines de 1993, Quarracino designó a Bergoglio vicario general de la Arquidiócesis, cediéndole el control administrativo e institucional, y luego lo designó obispo coadjutor, lo que le otorgaba el derecho a la sucesión al Arzobispado de Buenos Aires.

En suma, la trayectoria de Bergoglio dentro de la Compañía de Jesús presenta distintos momentos, ocupando en varios de ellos lugares destacados como rector del Colegio Máximo y provincial de la orden. Asimismo, luego de un período de ocupar un lugar de menor relieve en la Compañía, fue paradójicamente rescatado de este por el cardenal conservador Antonio Quarracino.

Por otra parte, el padre Arrupe, quien ocupó el máximo cargo dentro de la orden de los jesuitas, cumplió un papel importante en impulsar un mayor involucramiento de sus miembros en la “lucha contra las injusticias”. En lo relativo a Bergoglio, así como el ascenso de Arrupe lo ayudó en su trayectoria, la caída en desgracia de este lo perjudicó. Además, en cuanto a la época en que Bergoglio se desempeñó como provincial de la orden, le tocó intervenir en hechos significativos como el pasaje a manos de laicos de la USAL.

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