ELOBSERVADOR
Caminante no hay camino

Crear nuevas realidades desde lo desconocido

Caminar sin saber adónde ir es parte del proceso creativo, es confiar en algo que todavía no se ve. Es el camino que se construye mientras se lo camina.

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Saltar al vacío. Iniciar nuevos proyectos no se trata de saber, sino de animarse. | cedoc

Todavía me acuerdo de cómo papá y mamá nos cantaban esa canción antes de dormir: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Era casi un rezo, una especie de despedida del día. Yo me dormía con esa melodía metida en el cuerpo, sin saber que muchos años después iba a convertirse en un ancla en medio del caos.

Tanto cuando me embarqué –casi por accidente– en mi primer emprendimiento, a los 24 años, después de ganar un certamen de moda y fundar una marca que llevó mis creaciones a pasarelas nacionales e internacionales, como también en los primeros intentos de negocio en mi infancia: pizzas a la parrilla por encargo, o el negocio más rentable de mi edad temprana, en sociedad con mi jardinero, vendiendo basura reciclada del barrio en el que vivía. Siempre sentí que inventar era parte de mi recorrido.

Si emprender fuera un gen, sé que lo habría heredado. Por el lado de mi padre y por el de mi madre, vengo de familias que, en sus pueblos y lugares de origen, emprendían. A veces empezando de cero, enfrentando desafíos que hoy apenas puedo imaginarme. Después de mi marca de moda, me embarqué en otro proyecto: cofundé una startup de arte y tecnología. Me tocó establecerme en Miami, cuando la zona más apropiada era Silicon Valley.

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Llegué desde Nueva York con apenas unas cajas y el sueño de pavimentar una nueva ruta. Sin internet ni muebles en el departamento, mi mesa era una caja de plástico, y dormí un tiempo sobre una colchoneta en el piso. Y así, de no conocer a nadie en esta ciudad, pasé –con un equipo operando desde Argentina– a construir una comunidad de más de 250 artistas locales que participaban activamente del ecosistema.

Fue un salto al vacío, como tantos otros. Pero ese salto también me enseñó que, incluso cuando no hay red, la intuición y la fe te sostienen. “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.

Cada paso lo di con la convicción de que, aunque el suelo todavía no apareciera, darlo igual iba a hacerlo emerger. Así, cuando la startup llegó a su fin, la gratificación y los aprendizajes quedaron para siempre.

He sido una caminante sin camino. Y he encontrado caminos al andar, con el coraje de alguien que cree que soñar es un acto realista, porque soñar construye realidades. De allí que una y otra vez me he preguntado: ¿qué realidad quiero construir yo?

Buscando la respuesta dejé mi primer emprendimiento en Argentina, tres años después de haberlo fundado, y di el salto –esta vez a Londres y después a Estados Unidos–. Siempre había sido mi sueño fundar nuevamente mi marca de moda en el “ombligo del mundo”. Las anécdotas de ese movimiento las dejaré para otra columna, pero diré aquí que me tomó cinco años de saltos de fe reconstruir el nivel de carrera que había logrado en Argentina. Recién luego de un lustro obtuve la misma exposición y el mismo reconocimiento de parte del público y de la prensa.

Cuando miro hacia atrás, si tuviera que trazar mi ruta en un mapa, a veces me sorprendo. Pero lo confirmo una vez más: se hace camino al andar.

A propósito: hace unas semanas estuve en Colombia, acompañando a marcas de moda junto con la consultora Inquire Studio, cuyas oficinas centrales están en Miami. Fueron días intensos, de mucha escucha, de entrar en procesos ajenos con cuidado, como si me dejaran ver el detrás de escena de algo sagrado. Marcas en pleno nacimiento, otras en crisis de identidad. Todas en esa zona extraña donde todavía no hay certezas, pero sí una urgencia visceral por darle forma a lo que se sueña.

Y eso me conmueve. Porque crear no es repetir fórmulas. Crear es caminar sin saber adónde vas, pero igual dar el paso. Es confiar en algo que todavía no se ve.

Escribo esto porque siento que no nos enseñan a habitar lo incierto. Queremos resultados, estructura, respuestas. Pero en el corazón del proceso creativo –y de esos pasos que damos quienes emprendemos– hay más preguntas que soluciones. Más intuición que estrategia. Más pausa que aceleración.

No hay fórmula en este terreno. Lo único que sé es que el camino se construye mientras se lo camina. Que no se trata de saber, sino de animarse.

A veces, crear una marca –y aprender a vivir con ella– es solo eso: sostener el deseo cuando todavía no hay forma. Habitar el hueco entre lo que ya no va y lo que todavía no llegó.

Y cantar bajito, como me cantaban de chica, mientras te lanzás al vacío con fe. Porque sí: caminante no hay camino. Y sin embargo, ahí vamos.

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