ELOBSERVADOR
Movimiento en fractura

Confesiones de una feminista

El rol en el hogar, la fe y la prostitución son algunos de los temas que dividen la “marea violeta”. Sin embargo, no hay que olvidar que son muchos más los puntos de unión que de conflicto. El repudio a los femicidios es uno de aquellos reclamos sobre los que no hay diferencias. En el Mes de la Mujer es importante recordar cuáles son las bases del movimiento.

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Un mundo masculino. En las redes, Only fans, así como las “trad wife”, no son más que otra cara del patriarcado. | cedoc

El feminismo es universal, pero su aplicación está culturalmente situada, nos dice la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie. Por eso, no podemos decir que haya un solo feminismo, son diversos. En esa búsqueda de identificación, he expresado mis diferencias, especialmente en el vínculo con los feminismos no occidentales, como los movimientos de mujeres musulmanas. Lucho contra la idea de que necesitan ser salvadas, por el hecho de que se pueden salvar solas, y así lo hacen.

Con todo y mis diferencias, el feminismo es, siempre, un espacio para todas. Pero claro; ¿qué entendemos por él? ¿La lucha por Ni una Menos? ¿La lucha por el aborto legal, seguro y gratuito? ¿La ley de paridad? Es todo eso y es muchísimo más. Es comprender que vivimos en una sociedad patriarcal, que nos educa para cumplir un rol, pero que podemos desafiar lo que la sociedad espera de nosotras. Y que ese desafío, ese enfrentamiento, no debería tener altos costos. Que alcanzar puestos de liderazgo no debería ser tan difícil, ni debería juzgarse de una forma diferente a varones y mujeres en espacios de poder. Que elegir no ser madre es eso, una elección, que debe ser respetada. Y también lo contrario. Hacer política, practicar deportes tradicionalmente masculinos y más.

Y, sin embargo, la mirada inquisidora de la sociedad sigue juzgando. Sigue etiquetando a las mujeres como malas. Malas madres, malas esposas, malas amigas. Por los varones, pero también las otras mujeres. Porque mientras pedimos deconstrucción a la masculinidad (impuesta socialmente también), aún las mujeres reproducimos los comportamientos y pensamientos que decimos querer cambiar. No es fácil. Las estructuras son rígidas, y los costos son altos. El temor a ser excluidas, clasificadas, etiquetadas, nos sigue moldeando.

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En tiempos en los que se habla despectivamente de “ideología de género”, debemos más que nunca reivindicar las luchas de los feminismos. De los actuales y los históricos. Los que nos dieron voz y voto, los que reivindicaron a las mujeres silenciadas por la historia. Los que acompañan a las mujeres victimizadas. Los que visibilizan los abusos naturalizados.

Cuando preguntan: ¿dónde están las feministas? Acá estamos, defendiendo a cada compañera que lo necesite, luchando todos los días, desafiando lo instituido. Porque tampoco se puede reclamar que los feminismos como movimiento solucionen lo que no resuelve la sociedad, o el Estado, que modifiquen las rígidas estructuras de pensamiento y acción que dominan en un mundo masculino.

Ahora bien, ¿somos todas iguales? Está claro que no, y es en esa diversidad y heterogeneidad que se construye. ¡Y vaya si se hizo! Pero a esa construcción también sobreviene una reacción. Los cambios sociales no son un camino recto, sino sinuoso. Con avances y retrocesos. Y este es uno de los últimos momentos. No desacredita al movimiento, sino todo lo contrario. Es momento de fortalecerse. Frente a quienes en Argentina y en el mundo vienen por las conquistas y los derechos logrados. Frente a quienes buscan posicionar los roles tradicionales de género como una elección, y no como una imposición. Frente a quienes objetivizan el cuerpo de las mujeres, permanente territorio de disputa.

Porque el auge en redes de las “trad wife” (esposas tradicionales) o la pretendida búsqueda del éxito en Only Fans (vendiendo el cuerpo en nuevas modalidades) no son más que otra cara del patriarcado. Adaptado a la cultura digital, que promueve cuerpos y rostros perfectos, perpetuando cánones de belleza inalcanzables para niñas y jóvenes.

Los feminismos son diversos y también lo son sus líneas de fractura. El rol en el hogar, el vínculo con la fe, el medioambiente, la prostitución, son algunos de los ejes que han fracturado y dividido al movimiento. Pero sigue siendo más fuerte lo que nos une.

Todas nos queremos libres. Todas nos queremos vivas. Todas queremos vivir con alas para crear, para crecer, para volar. Queremos vivir sin miedo. Hoy y siempre.

*Politóloga especializada en relaciones internacionales. Magíster en Desarrollo Humano. Doctoranda en Ciencias Sociales. Investiga los movimientos de mujeres musulmanas y su influencia en el cine y las industrias culturales.