Eugenio Díaz-Bonilla es investigador visitante senior en la Oficina del director general del International Food Policy Research Institute (Ifpri). Se incorporó al Ifpri en 2012 y fue nombrado director del Programa de América Latina y el Caribe en 2017.
Cuenta con más de cuarenta años de experiencia profesional trabajando en temas de desarrollo y pobreza a través de trabajo con comunidades pobres, actividades académicas, consultoría y posiciones de liderazgo institucional en organizaciones internacionales. Ha residido y trabajado en diferentes países de América Latina y el Caribe y ha actuado como consultor y miembro del personal de varias organizaciones internacionales.
Ha liderado actividades diplomáticas y de negociación como diplomático senior para Argentina, centrándose en temas de comercio agrícola en negociaciones bilaterales, regionales y multilaterales. También se desempeñó como director ejecutivo en el BID por Argentina y Haití durante casi nueve años. En 2017, fue elegido miembro correspondiente de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria de Argentina.
Es licenciado en Economía por la UBA, tiene una maestría en Economía y Relaciones Internacionales y un doctorado en Economía de la Universidad Johns Hopkins.
—¿Cómo estás viendo la disputa hegemónica entre China y Estados Unidos, a la luz de la victoria de Trump? ¿Qué cambios puede haber en esa relación?
—Para poder poner esto en contexto, es bueno repasar primero datos numéricos de la situación actual, pero también un poco la historia. Si uno mira a nivel mundial, China tiene 1.400 millones de habitantes, más o menos. Ahora, si uno pone todo el bloque occidental: todas las Américas son un poco más de 1.000 millones de habitantes. O sea, 1.400 millones contra 1.000 millones. Pero si uno suma además a la Unión Europea (UE), a los aliados asiáticos y del Pacífico, como Japón, etcétera (pero sin contar India), el bloque occidental son 1.700 millones de habitantes y 1.400 en el caso de China. También está Rusia, Corea del Norte… De todas maneras, desde el punto de vista poblacional hay un desbalance a favor de Occidente. Eso es todavía más acentuado si uno toma el PBI. China representa menos del 18% del PBI mundial, si se mide al tipo de cambio de mercado. EE.UU. representa alrededor del 25% y si se le suma Canadá, el 27%. La UE más Gran Bretaña representan el 20%. Es decir, si uno pone a la UE, todas las Américas, Japón, Australia y Nueva Zelanda es casi el 50% del PBI mundial. Si uno pone a China y Rusia es el 20% del PBI. Obviamente, hay más desbalance en términos de manufacturas y China tiene un control muy fuerte en una serie de minerales básicos en los cuales, si bien no necesariamente es el productor, es el procesador.
—¿Entonces qué significa China para la región?
—China sigue siendo el principal exportador mundial, pero con un superávit que era casi el 10% de su PBI y ahora bajó. El PBI de China igual subió, aunque el porcentaje sobre el PBI es menor y, más o menos, a nivel internacional se mantiene alrededor del 0,7%-0,8% del PBI mundial. Esto es muy relevante, por lo que se ha llamado el shock de China. Hay toda una serie de análisis que muestran que la expansión de estas exportaciones manufactureras desde China tuvo el efecto de desplazar casi un millón de trabajadores solamente en EE.UU. Obviamente, también, está el análisis que compartieron con Augusto de la Torre, en la entrevista que le hiciste, en la cual muestra que China ha llevado a la primarización de la producción en toda una serie de países en desarrollo. Ese es el contexto actual.
—¿De dónde surge el mundo que estamos viviendo?
—Creo que una visión de largo plazo, cinco, seis o siete décadas hacia atrás, nos permite entender mejor dónde estamos ahora. Primero, el mundo que armó EE.UU. después de la Segunda Guerra Mundial, y cómo se fue transformando con el crecimiento cada vez más grande de China. Pero el mundo que armó EE.UU. era para evitar todos los problemas de la Primera Guerra Mundial, de la gran recesión, de la Segunda Guerra Mundial, en la que supuestamente había problemas militares no resueltos, pero sobre todo problemas económicos, competencia económica entre Estados llevaba a guerras. Por eso, buena parte de la estructura institucional que EE.UU. proyecta pos Segunda Guerra Mundial eran aspectos que habían negociado en América Latina con nosotros. Desde la OTAN con el Tratado de Río, el BID, que fue el predecesor del Banco Mundial y del Fondo Monetario, y las negociaciones comerciales que había hecho en la región, que después llevan al GATT. En todo caso, se arma un mecanismo militar económico para negociar los conflictos usando las instituciones internacionales. Eso le dio al mundo ochenta años de cierta tranquilidad y de un crecimiento económico muy fuerte. El crecimiento más importante de la historia del mundo, en el cual además la población pasó de 2 mil millones a 8 mil millones de habitantes. Y ahora estamos produciendo más calorías per cápita, más proteínas per cápita, con una expansión de tierra de menos del 10%. Todo eso debido al ambiente más tranquilo y al cambio tecnológico muy fuerte que todavía sigue.
—Fueron los dividendos de la Pax americana, como antes estuvo la Pax de Gran Bretaña y, en algún momento, fue la Pax romana... ¿Cómo lo cambia China?
—Exacto, siempre hay algún país que estructura las relaciones internacionales de una manera que, si bien favorece a ese país, también le da cierta estabilidad al contexto y les permite a los seres humanos avanzar en sus propias ideas y sus trabajos. Cuando empieza a asomar China, cambia todo. China pasó, en los 70, de la colectivización a una liberalización de la parte agropecuaria, primero, después de las zonas industriales y, finalmente, a exportar. Entra en la OMC con el argumento, muy importante en esa época, de que todos participaran en la estructura mundial, que nadie quedara afuera, porque si los países comercian, no hacen guerra entre ellos. Y, además, la idea de que con comercio iba a aparecer una clase media en China que iba a pedir más democracia. Entonces China se iba a ir pareciendo cada vez más a los países de la Alianza Occidental.
—Además, se iba a someter a las disciplinas de la OMC, iba a entrar dentro de las reglas de juego del comercio internacional y que impone esta organización para evitar desniveles en el campo de juego.
—Correcto. Es interesante marcar que el que fue el negociador comercial de Trump en la primera administración y que podría ser ahora en la segunda ya en esa época dijo: “Esto no va a funcionar”. En EE.UU., mucho antes de Trump, desde la época de Obama, empezó toda la discusión sobre si China estaba aplicando o no las reglas del comercio internacional. Las dudas sobre si estaba apropiándose de tecnologías y sin pagar, si estaba subsidiando excesivamente, más allá de lo que permitiría la OMC, a sus industrias. Y hay un trabajo del Centro de Estudios Internacionales Estratégicos de EE.UU. que muestra que China está subsidiando, a datos del año 2019, casi 500 mil millones de dólares a sus sectores industriales prioritarios. El número que en EE.UU. sería 80 mil millones. O sea, casi de 5 a 1. China generó un shock de exportaciones en los 2000. Esa estrategia de desarrollo se termina, o queda muy complicada, en 2008-2009 porque el mundo le dice “no podés seguir exportando”. ¿Qué quiere decir esto? Que el superávit comercial de China implicaba que estaba tomando demanda de otros países para sus propias actividades. No es que China ayudó mucho al crecimiento de la economía mundial, creció tomando demanda del resto de los países.
—Eso generó los desbalances globales: China y Alemania, con los superávits comerciales enormes que tenían, estaban generando problemas de demanda al resto del mundo.
—Y fue lo que llevó a la primarización que habías conversado con Augusto de la Torre, que para nuestros países tiene dos efectos adicionales e importantes. Uno es que aplana los salarios a nivel mundial. El FMI hizo la cuenta sobre el impacto de la entrada de la Unión Soviética a la economía global, la liberalización de Latinoamérica, Asia, más el ingreso de China que representó una triplicación de la mano de obra efectiva a nivel mundial. O sea, trabajadores que no estaban produciendo a nivel global entran en el mercado mundial. Esto genera un desplazamiento de la oferta laboral que planchó los salarios en todo el mundo, lo que determinó la baja de la inflación y permitió a los bancos centrales empezar a bajar la tasa de interés, que había estado al 14%-15% en los 80. El sector financiero empieza a tomar cada vez más riesgo, porque no estaba ganando lo suficiente comparado con la historia previa. Con lo cual tenés el problema social y humano de la caída de los salarios y el desplazamiento de un millón de trabajadores en EE.UU., con todo el impacto sobre el avance de la drogadicción y suicidios. Y tenés esto de la baja de la tasa de interés que, por un lado, es bueno, ayuda para activar la economía, pero lleva a la toma de riesgo que termina en la crisis de 2008-2009. Entonces, toda esa estrategia de desarrollo de veinte años, desde los 90 hasta 2008-2009, se termina.
—Ese es el final de la etapa de crecimiento de la Pax americana. Ahí hay una ruptura, y es el comienzo de lo que estamos viviendo hoy, de la insatisfacción con los sistemas políticos y con los dividendos económicos.
—Exacto. Ese es el final. China cambia su estrategia y pasa a una keynesiana de hacer casas e infraestructura. Pero eso lleva, también, a que ahora tenga niveles de deuda sobre PBI que, si uno junta público y privado, es más o menos el mismo nivel que EE.UU. El número que publicó el FMI, en el último informe de deuda, detalla que EE.UU. tiene un porcentaje de deuda total sobre el PBI de 273,9% y China de 272,1%. Ambos tienen un problema de deuda. China por el estímulo fiscal keynesiano pos 2008-2009 y, después, el estímulo de covid. EE.UU. y los países en desarrollo, nuestros países también, primero por el estímulo 2008-2009, que en nuestro país empieza a llevar también a los déficits fiscales, a la acumulación de deuda, que todavía estamos tratando de solucionar. En el caso de EE.UU., el estímulo fiscal 2008-2009 y, después, viene el covid, con el estímulo de Trump, que mandaba los cheques con una nota firmada por él. Y después viene el estímulo de Biden, que no lleva firma de Biden, pero es igual o más grande que el estímulo de Trump y que derivó, en un momento en el que del lado de la oferta las cadenas productivas estaban todavía volviendo a su normalidad poscovid, ese efecto enorme de demanda, generó la inflación que es parte de las cosas que complicaron a Biden.
—Ahora bien, ¿qué puede pasar en EE.UU.?
—Primero, EE.UU. se está pareciendo cada vez más a nosotros, a la Argentina, en el péndulo: vamos para un lado, vamos para el otro. Usualmente eran ocho años de un lado, ocho años del otro. Hegemonías de un partido como con Reagan, que estuvo ocho años, y después Bush siguió cuatro años más, a 12 años de republicanos. Obama estuvo ocho años. Pero ahora se está viendo esa división muy fuerte. Y si uno mira los números, en realidad Trump, y esto ha sido marcado por toda una serie de análisis, no ganó abrumadoramente. Trump sacó alrededor de 76 millones y Kamala Harris alrededor de 74. Está muy parejo y dividido.
—¿Qué continuidades y rupturas ves en la economía de Estados Unidos en esta segunda temporada de Trump?
—Él prometió poner el 60% de impuesto a las importaciones de China y el 20% a todo el resto. O sea, estamos volviendo a los años 30. Lo notable son dos cosas. Uno, si él cree efectivamente, como parecería, en una ignorancia de la economía bastante alta, que los impuestos de las importaciones los paga China o los paga el resto del mundo: no. Hay una recaudación de impuestos de la parte que importás, que además se reduce, porque vas a recaudar menos, porque vas a importar menos, eso lo paga el importador, lo paga Walmart, o quien sea. Y el resto de los productos que se producen internamente van a subir hasta el precio equivalente de frontera que te da ese arancel (import parity). Trump está convencido, aparentemente, de que eso lo pagan los otros países.
Segundo, más del 50% de la población le cree que efectivamente lo pagan otros y que eso va a generar más empleo en EE.UU. Lo que todos sabemos es que lo que genera eso es una redistribución del empleo porque recordemos que la economía norteamericana está muy cerca del pleno empleo. En conclusión, va a generar inflación, va a generar conflictos comerciales con el resto del mundo, incluyendo con nosotros, no obstante la ingenuidad con la que a veces parece manejarse nuestro gobierno en estos temas. Por lo tanto, la situación va a tener toda una serie de repercusiones sistémicas que no son para nada positivas. Si además le quiere dar un recorte de impuestos, que puede o no ser compensado con recortes de gasto, van a tener una subida de la tasa de interés. Y si, encima, deportan 10 millones de personas supuestamente ilegales que trabajan en los EE.UU., que una parte importante son trabajadores agropecuarios, que trabajan en construcción, en restaurantes, vas a tener otro shock inflacionario por ese lado.
Todo lleva a una condición económica bastante complicada, en la cual tendríamos que estar planificando muy bien cómo nos vamos a parar frente a un mundo que va a ser bastante más complicado que el que ya tenemos. Y encima con el añadido de que, si la primera administración Trump fue caótica con funcionarios que cambiaban a cada rato, ahora está trayendo gente que no tiene experiencia de gobierno previa. Con lo cual, las políticas van a ser caóticas y el manejo de las políticas va a ser caótico. Entonces avanzamos definitivamente hacia un mundo cada vez más complicado.
*Director de Sistémica.
Colaboró: Juan Cruz Guido.