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Tatore

Cocina italiana, tradición argentina, en el corazón de Miami

Un bodegón que bien podría ser porteño se ubica donde ahora vive Lionel Messi. Un emprendimiento de madre e hija con comida casera y tradiciones argentas.

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Caminar por el salón del restaurante vacío hacia el mostrador, dar la vuelta y entrar a la cocina. Hay un aroma a salsa de tomates que atrae, y allí, donde todo se cuece, uno ve eso que vi en casa toda mi vida: mujeres dadas al oficio de cocinar, fuertes, concentradas, sin glamour ni tiempo para quejas.

María Teresa Guarracino ―para la comunidad argentina de Miami, Tere― revuelve la olla más grande mientras me explica: “Por esto vos podés venir a comer todos los días y nunca la comida te va a caer mal. Lo que ponemos en la mesa se hizo ese mismo día”. 

De espaldas, Agustina, su hija, prepara pequeños sándwiches de milanesa en una caja. La asiste Murlaine, emigrada de Haití. Trabajan en silencio y sin parar. 

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Del otro lado, delante del horno de barro, un joven maestro pizzero italiano estira la masa revoleándola en el aire. Hipnotiza verlo hacer el movimiento con el que, indefectiblemente, logra el círculo perfecto. 

Digamos que, antes de las 12, este bodegón italiano con impronta argentina se está desperezando. 

Su nombre es Tatore, en referencia al apodo con el que llamaban a Salvador, Salvatore, el padre de María Teresa, que viajó desde Sant’Agnello, Nápoles, a Buenos Aires cuando tenía 3 años, enviado por su padre, a quien le tocó combatir en la Segunda Guerra Mundial.

Salvador murió en 2021. “Estaba muy orgulloso de que le hubiéramos puesto Tatore al restaurante”, recuerda María Teresa. Vaya uno a saber si, en conversación con él, habría sido posible comprender un poco más cómo era viajar en esos barcos y llegar a esa Argentina. A veces, quienes protagonizaron las hazañas no tienen ganas de hurgar en la memoria.

Según su hija “él siempre nos decía que era muy parecido a lo que muestran en Titanic”. 

La cosa es que María Teresa es fruto del amor de una pareja que surgió de la amistad de dos familias italianas que comenzaron a explorar la gastronomía a mediados del siglo pasado. 

“Mi abuelo materno abrió una frutería y heladería en La Plata y mi papá trabajó ahí hasta que se casó con mi mamá”, recuerda ella ahora, sentada cerca de la vidriera del restaurante que se volvió referencia para los argentinos que visitan Miami. 

No es en vano aclarar que Tatore está a más de 15 kilómetros al norte de la parte más nocturna y bulliciosa de la ciudad. Algo ayuda esa ubicación, accesible y urbana pero no estridente, a que el lugar haya sido adoptado por las familias argentinas que disfrutan de sentarse en largas mesas desde las cuales es habitual que se saluden unos con otros.

“Sobre todo, cada 29, como hacemos ñoquis y podés comer todo lo que quieras por un precio fijo, se llena de amigos. A mí me encanta pararme en la puerta y recibirlos, ir ubicando a cada uno. Siento que los hago pasar a mi casa”, explica María Teresa, y agrega que esa costumbre de los 29 hay que explicársela a los visitantes de todas las nacionalidades que se acercan sin reserva en esa fecha y no comprenden la celebración. 

Ahora bien, cuando hablamos específicamente de comida, aparece algo fabuloso del fenómeno gastronómico argentino en este pedacito de América Latina que se encapricha con ser Estados Unidos: “Nosotros fuimos adaptando las recetas al gusto argentino –explica Tere– porque, claro, la mayoría de nuestras comidas son de origen italiano pero en nuestro país las hacemos distinto”.

Es que Tatore exhibe, como parte de su marca, la bandera verde, blanca y roja. Pero, al mismo tiempo, no hay nada más argentino que la comida italiana modificada por las particularidades de esta tierra en la que los abuelos forjaron su destino. 

Siguiendo a María Teresa, la principal diferencia entre nuestras versiones y las originales “está en las salsas. Por ejemplo, la carbonara nosotros la hacemos con más crema que la cantidad que se usa en Italia. A veces viene algún italiano y entonces le explicamos que nosotros no hacemos el preparado solo con la panceta, sino que usamos bastante crema porque ese es el toque argentino”.

Pero luego hay otro detalle que define a María Teresa y la cordialidad argentina. Ella no tiene problema en reconocer que dentro del restaurante puede cubrir todos los puestos. De hecho, cuando abrieron el local llamaba la atención de los caminantes que la fundadora amasaba pizzas y pastas a la vista. En consecuencia, “cuando viene alguien y nos dice que alguna preparación en Italia se hace de otra forma, yo le pregunto cómo la prefiere y voy en persona a la cocina a prepararle el plato tal como le gusta”.

Hay testigos de esta referencia. En las paredes de Tatore los visitantes dejan saludos para Tere, y la gente que va entrando la abraza con el mismo cariño que demuestran quienes describen su hospitalidad.

La aventura de salir adelante en Miami, cocinando comidas que María Teresa aprendió en su casa, lleva ya diez años. El deseo de emigrar vino de la mano del fallecimiento de su esposo, y quien más empujó la salida fue Agustina.

En Tatore, madre e hija condensan el aprendizaje de tres generaciones dedicadas a cocinar manjares mientras escriben nuevas páginas de la historia familiar. A propósito, es imposible pasar por alto esta verdadera frutilla del postre: a fines de los 60 Salvador y su suegro fundaron Freddo, la famosa marca de helados.

Con semejante éxito gastronómico en sus espaldas, a pesar de que ambas ostentan título universitario, su condición de inmigrantes hizo que no se apartaran de las raíces. 

Para cuando la charla termina hay varias mesas ocupadas. La decoración del salón, hecha a mano por Tere y Agustina, muestra a Salvador en fotos blanco y negro.

Él jamás pisó el restaurante que le rinde homenaje. Los años y la salud no se lo permitieron, pero María Teresa, Agustina y las familias enteras que se reúnen allí a compartir buenos momentos hacen que su memoria no se apague.

Una sucursal de Tatore permitiría seguir extendiendo la leyenda, y sería un paso lógico desde el punto de vista comercial, especialmente ahora que se vive un auge de la gastronomía del país de Messi. 

Sin embargo, madre e hija no se deciden. Saben muy bien que su promesa no es solo buena comida; su magia reside en haber logrado que cada visitante se sienta como en casa.