Bitcoin cruzó oficialmente la marca de los US$ 100 mil, consolidando su posición como un fenómeno financiero global. Lo que comenzó en 2009 como un experimento en criptografía, con una moneda digital descentralizada impulsada por una red peer-to-peer, evolucionó hasta convertirse en un activo reconocido y adoptado en todo el mundo reescribiendo las reglas de las finanzas.
Este hito representa más que un precio; es un cambio de paradigma en la forma en que las personas ven el valor, la confianza y la tecnología. Desde su primer uso real en 2010, cuando 10 mil BTC se intercambiaron por dos pi-zzas, hasta ser adoptado por países como El Salvador y empresas de renombre, el bitcoin ha recorrido un camino lleno de desafíos y triunfos. Entonces, ¿cómo llegamos aquí?
Todo comenzó en 2008, cuando una entidad anónima –¿o persona?– llamada Satoshi Nakamoto lanzó el whitepaper de bitcoin. Un manifiesto de nueve páginas que delineaba una idea revolucionaria: una moneda digital descentralizada, inmune a la interferencia de los agentes tradicionales de autoridad centralizada, y operada completamente por una red distribuida de computadoras entre pares. El 3 de enero de 2009, la red de bitcoin se puso en marcha, con Sato-shi minando el primer bloque, famoso por estar inscrito con el mensaje “The Times 03/Jan/2009 Chancelloron brink of second bailout for banks” (The Times 03/enero/2009. La canciller está a punto de conceder un segundo rescate a los bancos). Bitcoin no era solo una moneda digital: fue una declaración y una respuesta a una crisis global.
En 2010, el bitcoin tenía apenas un precio. A fracciones de centavo por moneda, era el dinero de Monopoly de internet. Luego vino Laszlo Hanyecz, quien decidió intercambiar 10 mil BTC por dos pizzas de Papa John’s. Esta primera transacción de BTC en el mundo real fue una prueba de concepto de que bitcoin podría usarse para comprar algo en el mundo real.
A medida que el bitcoin ganaba tracción, comenzó a aparecer en los titulares, por todo tipo de razones. Al principio, las características únicas del activo atrajeron la atención de varias comunidades que valoraban su naturaleza descentralizada y utilidad sin fronteras. Aunque esto ocasionalmente llevó a controversias, los casos de uso de BTC comenzaron a expandirse rápidamente.
Para 2013, bitcoin alcanzó los mil pesos por primera vez, gracias a la creciente adopción y especulación. Luego vinieron los dolores de crecimiento: desafíos técnicos, fallos de exchanges de alto perfil y escépticos declarando al bitcoin “muerto” con cada caída de precio.
El viaje del bitcoin no fue solo una saga financiera: se convirtió también en un fenómeno cultural. El multimillonario Elon Musk convirtió Twitter en un patio de juegos cripto, haciendo que los precios se dispararan (y a veces cayeran) con sus tuits. Las celebridades también se subieron al carro, mientras que otros desestimaron a BTC como “veneno para ratas al cuadrado”. Luego estaban los escépticos convertidos en creyentes.
No se debe olvidar la corrida alcista de 2017, cuando bitcoin alcanzó los $ 20 mil por primera vez. Tan rápido como el bitcoin subió, se estrelló, perdiendo el 80% de su valor en 2018. “Bitcoin está muerto”, proclamaron los titulares por enésima vez.
Para la década de 2020, el bitcoin había superado su fase de Lejano Oeste. Inversores institucionales como MicroStrategy y Tesla se sumaron, volcando miles de millones en la blockchain. Países como El Salvador lo declararon moneda de curso legal, y los principales bancos y firmas de inversión se apresuraron a lanzar ETFs (fondo de inversión cotizado) de BTC. Ya no era un experimento marginal, era una clase de activo legítimo. Los fondos de cobertura lo poseían, los gobiernos lo regulaban y la gente común comenzó a acumular sats (cantidad menor a un bitcoin). Incluso en medio del escepticismo, la resiliencia del bitcoin era imposible de ignorar.
Después de alcanzar los $ 69 mil en 2021, el bitcoin enfrentó brutales mercados bajistas, incertidumbre macroeconómica, escándalos de la industria y represiones regulatorias. Luego, vino el gran giro: los bancos centrales imprimieron billones durante las crisis económicas, la inflación se disparó y la gente buscó una cobertura. El bitcoin, con su suministro fijo de 21 millones de monedas, parecía ser, cada vez más, como oro digital. La adopción se disparó. El precio siguió.
La perspectiva de una administración amigable con las criptomonedas en los Estados Unidos ha amplificado este ya poderoso impulso. Las promesas de campaña de transformar a EE.UU. en un centro global de criptomonedas y establecer una Reserva Estratégica de Bitcoin de EE.UU. reforzaron aún más la confianza de los inversores en el bitcoin. Aunque las criptomonedas estaban destinadas a encontrar su camino hacia la corriente principal, estas dinámicas políticas aceleraron el ascenso del bitcoin.
Luego, un día, sucedió: bitcoin superó los $ 100 K. Este hito es un testimonio del poder de la tecnología descentralizada y unas finanzas más centradas en las personas. Es la prueba de que una red de extraños puede crear, sostener y hacer crecer un sistema que rivaliza con las instituciones financieras más poderosas. El bitcoin ha pasado de ser un código oscuro a un movimiento global que está remodelando las finanzas, empoderando a los no bancarizados, y provocando innovación mucho más allá del dinero.
Pero no nos engañemos: el viaje está lejos de terminar y el bitcoin enfrentará nuevos desafíos. Sin embargo, si la historia nos enseña algo, es que el bitcoin tiene un talento para desafiar las probabilidades.
*Vicepresidente regional de Binance para América Latina; (https://www.binance.com/es-AR/price/bitcoin)