A las doce de la noche, en un espacio de Puerto Madero, nadie se convirtió en calabaza, y el cruce de una discreta puerta sobre una fachada para nada pretenciosa, separaba un Buenos Aires de cielo plomizo y húmedo, de un espacio festivo que en menos de una hora quedó colmado.
Todos los invitados esperaban ver en acción a Travis Scott, el rapero norteamericano que un par de horas antes había dado su concierto en el Movistar Arena. Entre las cuatrocientas personas que llenaron 100 Buenos Aires –tal el nombre del espacio de Madero Harbour–, estuvieron, entre otros, Dillom –quien llegó puntual–, Nicki Nicole, Cazzu, Lit Killah y Tuli Acosta, y Rusherking; y algunos rugbiers conocidos como Pablo Matera, Guido Petti, Lucio Cinti e Ignacio Mendy.
Cuando los músicos y bandas le ponen un freno a Trump.
También algunos integrantes del recambio generacional de famosos, es decir, los “hijos de…. En este caso de Emanuel Ortega y Ana Paula Dutil, de Valeria Mazza y Alejandro Gravier, de Catarina Spinetta –quien acompañó a sus hijos–, y Nahuel Mutti, de Dolores Barreiro y Matías Camisani. Y además muchos jóvenes del universo cripto, dado que este show privado de Travis Scott fue montado por Cube.Exchange, una plataforma de crypto trading híbrida que hace un año se lanzó en Australia, y en Buenos Aires presentó un programa de fidelización “Blocks, loyalty program”.
Finalmente, pasada la una de la mañana, apareció Travis Scott. Para nadie fue sorpresa que su “actuación” haya sido más una “presencia” con música. Ubicado en el trono del dj, cantó un poco, se dejó mimar por ese fervor que es característico del público argentino, y se fue. Y todos felices, Travis Scott con una performance menos desgastante que su show en el Movistar Arena y con cachet; y el público, con el único documento válido que da cuenta que estuvieron en la fiesta privada de Travis Scott: la filmación en sus celulares para subir a redes sociales.
