Mientras en Buenos Aires el calor estival y las copiosas lluvias hicieron del inicio de marzo un mes ya insoportable, Mauricio Macri aprovechó esos días –que correspondieron al fin de semana largo– para prolongar su receso de verano y viajar con Juliana Awada y las dos hijas a uno de esos lugares que por su ubicación geográfica y su accesibilidad tiene categoría de destinos secretos de la Patagonia argentina. O, como lo calificó The New York Times, la "Galápagos austral".

Eso es Bahía Bustamante. Ubicado a casi 260 kilómetros de Trelew (capital de Chubut), y previo desvío de la ruta costera donde hay que recorrer un camino aventurero, se llega a destino. Se trata de un ex pueblo alguero que sus dueños transformaron en un espacio de turismo con conciencia ecológica. Lo de “pueblo” no es una categorización marketinera, sino que lo fue y por mucho tiempo. En esa zona, se recolectaban algas de hasta unos veinte tipos diferentes, pero las consecuencias del cambio climático que hoy poderosos como Trump y Elon Musk se niegan a reconocer (además del aumento en la temperatura del agua, entre otras cosas), transformó los volúmenes de recolección de algas y disminuyó su diversidad.
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Para dar idea de la dimensión que tuvo Bahía Bustamante en su esplendor basta con señalar que supo tener una población de unas cuatrocientas personas aproximadamente, y cuando se lo visita o se aloja allí, se pueden visitar lo que quedó de la escuela, un espacio que funcionaba como comisaría, su pulpería y almacén de ramos generales reconvertido hoy en restaurante, espacio de estar con una barra, y muebles donde hay fotos que relatan su historia.

También tiene un cementerio donde está enterrado su fundador, y una iglesia cuya sencilla cruz igualmente resalta en la estepa patagónica. Y tiene un detalle: como el fundador no era un católico ferviente, la iglesia no tiene nombre de santo o santa alguna. Matías Soriano, uno de los nietos del fundador, creció en Vicente López pero se enamoró de lo que hizo su abuelo y de la zona, y junto a su mujer Astrid Perkins y un equipo reducido, trabajaron varios años para reconvertir ese pueblo costero tan particular en un destino patagónico que mereció artículos en revistas internacionales especializadas. También Francis Mallmann lo eligió para filmar algunos de sus programas con “los fuegos” que son su sello gastronómico, y recibieron visitas de expediciones de National Geographic que lo tomaron como posta en su viaje a sur antártico.
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Allí estuvieron Mauricio Macri y Juliana Awada. En un ámbito donde la televisión no es un objeto cotidiano, lo mismo que el wifi e incluso la luz eléctrica ya que, hasta hace algún tiempo, salvo en el ex almacén de ramos generales, y en algunos de las cabañas que dan a la costa, la corriente se cortaba a determinada hora de la noche y se restablecía por la mañana.
En Bahía Bustamante, el contacto con la naturaleza no es un accesorio más, es lo principal. Y sus anfitriones se encargan de que la experiencia sea inolvidable. Y por lo visto en las imágenes, Awada y Macri aprovecharon casi todo: la piscina natural entre las rocas que habilita la marea baja, la pingüinera donde esas graciosas aves pierden todo tipo de temor al humano, y la navegación para ver lobos y focas.
Gi