ECONOMIA
pensando el futuro

Mujeres en ciencias: más equidad y más desarrollo para la economía

Las mujeres son cada vez más, pero todavía una minoría en el área de las ciencias. El 11 de febrero, el día de la mujer y la niña en la ciencia, consiste en una fecha que se conmemora desde el año 2015 para promover un acceso igualitario. Los beneficios de acceder no solamente son para las mujeres: también para la economía en su conjunto. La mayoría de las mujeres hoy se desarrollan en empleos que tienen más probabilidad de ser automatizados.

150225_ciencia_tecnologia_shutterstock_g
Inclusión. Que las mujeres estén insertas en ciencias tiene beneficios económicos y sociales. | shutterstock

El 11 de febrero fue el día de la mujer y la niña en la ciencia. La fecha se promulgó en el 2015 con el fin de “promover el acceso y la participación plena y equitativa en la ciencia de mujeres y niñas en pos de la igualdad y la lucha contra la brecha de género”.

Hoy las mujeres representan el 33% de todos los investigadores en el mundo, y el porcentaje varía según el tipo de ciencia: por ejemplo, son el 28% de los doctores en ingeniería y el 22% de quienes trabajan en IA (Unesco, 2019).

Ahora, ¿a qué se debe? Hasta hace muy pocos años la diferencia se justificaba desde la naturaleza: se creía que el tipo de conexiones neuronales que se sucedían en el cerebro de las mujeres hacía que ellas sean más adecuadas para el desarrollo en áreas sociales y los varones en la matemática y la lógica.

Siendo yo una mujer ingeniera, a mí esta teoría me hacía mucho ruido, dado que me planteaba el siguiente dilema: ¿por qué mi cerebro funciona diferente al de otras mujeres?

Pero, desde hace unos 10 años, comenzó a cambiar el discurso, y se esgrimieron otras teorías, como, por ejemplo, que se relacionaba a un tema de confianza y seguridad. Desde la infancia se construye la idea de que las mujeres no son capaces en determinadas áreas y por lo tanto ellas terminan creyéndolo. Esto se constataba con los rendimientos en las pruebas Trece, donde se observaba cómo niños y niñas tenían un rendimiento similar en primer grado, en todas las materias, pero a medida que avanzaba la escolaridad, este rendimiento comenzaba a presentar diferencias de género. Mientras los varones bajaban en lengua, las chicas lo hacían, en menor medida, en matemática.

Esto vino acompañado por otra serie de estudios, como los realizados por Chicos.net, Aula Abierta y Grow-género y trabajo, donde se observó que el 50% de los y las docentes de todos los niveles educativos obligatorios contaban con estos sesgos: es decir, consideraban que chicos y chicas rinden diferente en función de su género, y, por lo tanto, nuestra hipótesis es que se da el efecto Pigmalión: la influencia de la creencia de una persona, en este caso los/as docentes, sobre el rendimiento de sus alumnos/as.

Esta teoría, en mi caso particular, me resultó más cercana. Me permitió analizar en mi infancia a todas las personas que impulsaron mi pasión por las matemáticas, y me permitieron desarrollarme en esas áreas sin temor. Mi padre, mi madre, mis docentes mujeres, estuve rodeada de personas que me alentaron, sin hacer notar cómo mi género podría jugar un papel en ese desarrollo.

La primera vez que yo sentí que el género sí jugaba un papel importante se dio cuando entré a la universidad: ver que los pasillos, los comedores, las aulas estaban repletas de varones me hizo darme cuenta que había un problema.

No solo las mujeres pierden la oportunidad de desarrollarse en estas industrias, que son las de mayor movilidad hoy, sino que también la industria se pierde nuevos talentos. Tengo incontables anécdotas de profesores, compañeros y empleadores que me hicieron sentir que estaba en el lugar equivocado. Ellos también se pierden de enriquecer su mirada.

Saliendo del ámbito personal, quisiera resaltar cómo esto impacta en la sociedad: en un contexto donde estamos transitando la Cuarta Revolución Industrial, liderada por los avances en la Inteligencia Artificial, la robótica, la nanotecnología, la impresión tridimensional y la biotecnología, entre otras, observamos la falta de talentos con los conocimientos para este tipo de trabajos, y por otro, la necesaria reconfiguración de los trabajos del futuro.

Que más mujeres estén insertas en las ciencias tiene, por lo tanto, un doble beneficio. Por un lado, permite saldar la escasez de talento, que se requiere tanto para desarrollar IA, como para estar preparados para usar sistemas basados ​​en IA (PwC, 2019). Por otro lado, disminuye la probabilidad de aumento del desempleo, que se generará cuando las mujeres pierdan trabajos por ser automatizados. A medida que se automaticen más empleos que requieren menos cualificación, los que tengan un nivel más alto de educación y habilidades serán cada vez más buscados en el mercado laboral. Según un estudio en Reino Unido, las mujeres representan el 70% de los empleados en actividades con un alto riesgo de automatización, pero solo el 43% de los empleados en trabajos con un bajo riesgo de automatización (Unesco, 2019).

Además, se beneficia la sociedad en su conjunto. En el estudio “The power of parity” la consultora McKinsey estimó que, si las mujeres se insertaran laboralmente al mismo nivel que los hombres, aumentaría el PBI en un 26%, y si los países tomaran la velocidad del país con mayor avance en su región, implicaría un 11% de aumento del PBI.

Con estos números, y esta urgencia ¿cómo hacerlo? Esta problemática requiere una intervención holística y con una multiplicidad de actores. Desde el Estado analizando la distribución de los puestos de trabajo y su probabilidad de automatización, como en la revisión de toda formación destinada a promover las ciencias, para que incluya enfoque de género.

Desde Grow-género y trabajo acompañamos a las organizaciones a revisar sus procesos de contratación, para asegurarnos de que las mujeres no queden afuera de las búsquedas, pero también les proporcionamos las herramientas para generar espacios de trabajo que las incluya y les permita desarrollarse.

*Cofundadora y directora de Grow-género y trabajo.