ECONOMIA

Las compañías de seguros de Estados Unidos están preocupadas por el futuro

El multimillonario negocio de los seguros para las viviendas en Estados Unidos se encuentra bajo una presión de consecuencias imprevisibles a causa de un problema crítico que muchos siguen todavía ignorando: el cambio climático.

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| FEMA

Las tarifas de los seguros de vivienda están aumentando en Estados Unidos, no solo en Florida, que sufrió pérdidas por decenas de miles de millones de dólares a causa de los huracanes Helene y Milton, sino en todo el país. Según S&P Global Market Intelligence, los seguros de vivienda aumentaron un promedio del 11,3 por ciento en todo el país en 2023. Mientras que estados como Texas, Arizona y Utah experimentaron un aumento de casi el doble, algunos analistas predicen un aumento promedio de alrededor del 6 por ciento en 2024.

Estos aumentos están impulsados ​​por una potente combinación de aumentos en los pagos de seguros junto con el aumento de los costos de construcción a medida que se edifican viviendas cada vez más caras y se refuerzan otros activos en peligro.

El seguro de vivienda cuesta en promedio 2.377 dólares al año en todo el país y 11 mil dólares al año en Florida, lo que supone un duro golpe para mucha gente. A pesar de estas tarifas en aumento, Jacques de Vaucleroy, presidente del consejo de administración del gigante de los reaseguros Swiss Re, cree que los seguros estadounidenses siguen teniendo precios demasiado bajos para cubrir totalmente los riesgos.

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No se trata solo de que las primas estén cambiando. Las aseguradoras ahora suelen reducir los límites de cobertura, limitar los pagos, aumentar los deducibles e imponer nuevas condiciones o incluso exclusiones para algunos riesgos comunes, como la protección contra daños causados ​​por el viento, el granizo o el agua. Algunas exigen ciertas medidas preventivas o aplican precios basados ​​en el riesgo: cobran más por las viviendas en llanuras inundables, zonas propensas a incendios forestales o áreas costeras con riesgo de huracanes.

Los propietarios de viviendas que ven que sus precios suben más rápido que la inflación podrían pensar que algo siniestro está en juego. Sin embargo, las compañías de seguros se enfrentan a riesgos que evolucionan rápidamente y están tratando de fijar precios de sus pólizas lo suficientemente bajos para seguir siendo competitivas, pero lo suficientemente altos para cubrir los pagos futuros y seguir siendo solventes en un clima más tormentoso. Esta no es una tarea fácil. En 2021 y 2022, siete aseguradoras de propiedades se declararon en quiebra solo en Florida. En 2023, las aseguradoras perdieron dinero en la cobertura de propietarios de viviendas en dieciocho estados del país.

Pero estos cambios están haciendo sonar las alarmas. Algunos expertos del sector temen que el seguro pueda estar perdiendo su relevancia y valor (real o percibido) para los asegurados a medida que la cobertura se reduce, las primas aumentan y las exclusiones aumentan.

Cómo evalúan el riesgo las aseguradoras

Las compañías de seguros utilizan modelos complejos para estimar la probabilidad de los riesgos actuales en función de eventos pasados. Agregan datos históricos (como la frecuencia de los eventos, la escala, las pérdidas y los factores contribuyentes) para calcular el precio y la cobertura.

Sin embargo, el aumento de los desastres hace que el pasado sea una medida poco fiable. Lo que antes se consideraba un acontecimiento que ocurría cada cien años, ahora puede entenderse mejor como un acontecimiento que ocurre cada treinta o cincuenta años en algunos lugares.

Lo que mucha gente no sabe es que el aumento de los denominados “riesgos secundarios” (un término de la industria aseguradora que se refiere a inundaciones, granizadas, fuertes vientos, rayos, tornados e incendios forestales que generan daños de tamaño pequeño a mediano) se está convirtiendo en el principal factor impulsor del desafío de la asegurabilidad, en particular a medida que estos acontecimientos se vuelven más intensos, frecuentes y acumulativos, erosionando la rentabilidad de las aseguradoras con el tiempo.

El cambio climático influye en esos riesgos crecientes. A medida que el clima se calienta, el aire puede retener más humedad (aproximadamente un 7 por ciento más por cada grado Celsius de calentamiento). Eso genera lluvias más fuertes, más tormentas eléctricas, granizos de mayor tamaño y un mayor riesgo de inundaciones en algunas regiones. En 2022, la temperatura en Estados Unidos fue, en promedio, 1,5 grados Celsius (2,6 grados Fahrenheit) más cálida que en 1970.

Las compañías de seguros están revisando sus modelos para adaptarse a estos cambios, de la misma manera que lo hicieron cuando las enfermedades relacionadas con el tabaquismo se convirtieron en una carga de costos significativa en los seguros de vida y salud. Algunas compañías utilizan modelos climáticos para complementar sus modelos actuariales de riesgo estándar, pero algunos estados se mostraron reacios a permitir el uso de modelos climáticos, lo que puede hacer que las compañías subestimen sistemáticamente los riesgos a los que se enfrentan.

Cada compañía en Estados Unidos desarrolla su propia evaluación y estrategia geográfica para llegar a una conclusión diferente. Por ejemplo, Progressive Insurance aumentó sus tarifas para propietarios de vivienda en un 55 por ciento entre 2018 y 2023, mientras que State Farm las elevó solo un 13,7 por ciento.

Si bien un propietario que decide realizar mejoras en su hogar, como instalar una cocina de lujo, puede esperar un aumento en las primas para compensar el valor de reemplazo agregado, ese efecto suele ser pequeño y predecible. Por lo general, los aumentos de primas más sustanciales se deben al riesgo cada vez mayor de fenómenos meteorológicos severos y desastres naturales.

Seguros para aseguradoras

Cuando los riesgos se vuelven demasiado impredecibles o volátiles, las aseguradoras pueden recurrir al reaseguro en busca de ayuda. Las compañías de reaseguros son esencialmente compañías de seguros que aseguran a las compañías de seguros. Pero en los últimos años, las reaseguradoras reconocieron que sus modelos de riesgo ya no son precisos y aumentaron sus tarifas en consecuencia. Solo el reaseguro de propiedades aumentó un 35 por ciento en 2023.

El reaseguro tampoco es muy adecuado para cubrir riesgos secundarios. El modelo de reaseguro tradicional se centra en catástrofes grandes y poco frecuentes, como huracanes y terremotos devastadores.

Como alternativa, algunas aseguradoras están optando por el seguro paramétrico, que ofrece un pago predefinido si un evento alcanza o supera un umbral de intensidad predefinido. Estas pólizas son menos costosas para los consumidores porque los pagos están limitados y cubren eventos como un terremoto de magnitud 7, lluvia excesiva en un período de 24 horas o un huracán de categoría 3 en un área geográfica definida. Los límites permiten a las aseguradoras ofrecer una forma de seguro menos costosa que tiene menos probabilidades de afectar gravemente sus finanzas.

Protección del consumidor

Por supuesto, las aseguradoras no operan en un mercado completamente libre. Los reguladores estatales de seguros evalúan las propuestas de las compañías de seguros para aumentar las tarifas y las aprueban o rechazan. La industria de seguros en Carolina del Norte, por ejemplo, donde el huracán Helene causó daños catastróficos, está abogando por un aumento de la prima para propietarios de viviendas de más del 42 por ciento en promedio, que oscila entre el 4 por ciento en partes de las montañas y el 99 por ciento en algunas áreas costeras.

Si se niega un aumento de tarifas, eso podría obligar a una aseguradora a simplemente retirarse de ciertos sectores del mercado, cancelar pólizas existentes o negarse a emitir otras nuevas cuando su “índice de pérdidas” (la relación entre las reclamaciones pagadas y las primas cobradas) se vuelve demasiado alto durante demasiado tiempo.

Desde 2022, siete de las doce principales compañías de seguros recortaron las pólizas de propietarios de viviendas existentes o dejaron de vender nuevas en el mercado de propietarios de viviendas de California, un estado propenso a los incendios forestales, y un número igual se retiró del mercado de Florida debido al aumento del costo de los huracanes.

Para frenar esta marea, California está reformando sus regulaciones para acelerar el proceso de aprobación de aumentos de tarifas y permitir que las aseguradoras expongan sus argumentos utilizando modelos climáticos para juzgar el riesgo de incendios forestales con mayor precisión.

Florida estableció reformas regulatorias que redujeron los litigios y los costos asociados y eliminó 400 mil pólizas del programa de seguros estatal. Como resultado, ocho compañías de seguros ingresaron al mercado local desde 2022.

Las soluciones a la creciente crisis de los seguros también tienen que ver con cómo y dónde se construye. Los códigos de construcción pueden exigir viviendas más resistentes, de forma similar a cómo las normas de seguridad contra incendios aumentaron la eficacia de los seguros hace muchas décadas.

Según una estimación, invertir 3.500 millones de dólares en hacer que las dos terceras partes de las viviendas estadounidenses que actualmente no cumplen con los códigos sean más resistentes a las tormentas podría ahorrar a las aseguradoras hasta 37 mil millones de dólares para 2030.

Al final, si la asequibilidad y la relevancia de los seguros siguen degradándose, los precios inmobiliarios comenzarán a bajar en las zonas expuestas. Esta será la señal más tangible de que el cambio climático está impulsando una crisis de asegurabilidad que perturba la estabilidad financiera en general.

* Profesor de Empresa Sostenible de la Escuela de Negocios Ross de la Facultad de Medio Ambiente y Sostenibilidad, Universidad de Michigan / Publicado originalmente en The Conversation.

 

BANCO MUNDIAL   Frente al cambio climático, adaptación

El planeta se recalienta y crece el número y frecuencia de inundaciones extremas, sequías, casos de contaminación, malas cosechas y pérdida de biodiversidad, factores que están “devastando vidas y medios de subsistencia”, advirtió un informe reciente del Banco Mundial. Pero, un poco a contramano de otras organizaciones que vienen luchando para concientizar a los habitantes de la Tierra sobre los peligros de este fenómeno en muchos sentidos desolador, el organismo internacional parece haber adoptado una posición de “al mal tiempo, buena cara”, y asegura que la adaptación a esta nueva realidad “puede ser un cambio transformador” que aumente la resiliencia de las personas y el planeta y garantice nuestra supervivencia como especie.

Junto con la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, una de las pocas iniciativas que parece contar con impulso global entre gobiernos y corporaciones, la adaptación –afirmó el Banco Mundial– es “un aspecto central de la lucha contra el cambio climático que podría resultar transformador”.

En el informe Comunidades resilientes, economías más fuertes / Cambios transformadores para un planeta habitable, la institución con sede en la ciudad de Washington recordó que “las personas y el planeta están inmersos en una lucha por la supervivencia”. Según estimaciones, se lee en el reporte, 1.200 millones de personas estuvieron expuestas por lo menos a un peligro relacionado con el clima en 2021, entre ellos inundaciones, olas de calor, sequías o ciclones.

“La exposición a los riesgos climáticos es una parte del panorama completo –dicen los expertos del organismo multilateral–. Si bien los habitantes de los países ricos pueden estar expuestos al cambio climático, se encuentran en una situación mucho mejor para hacer frente a esos riesgos que las personas que viven en los países pobres”.

Por ejemplo, un tercio del territorio de los Países Bajos se encuentra actualmente por debajo del nivel del mar y cerca de dos tercios de la población están expuestos a inundaciones, que en algunas zonas superan los cinco metros de profundidad. “Pero sus ciudadanos son más ricos que el promedio de los países de ingreso alto”, lo que “significa que cuentan con un mayor colchón financiero para absorber las pérdidas derivadas de las catástrofes climáticas y tienen acceso a recursos, lo que se refleja en grandes inversiones en infraestructura para prevenir las inundaciones, que a menudo no existen en los países pobres”.

En cambio, los habitantes de esas naciones menos desarrolladas, “son los principales perjudicados con el cambio climático”, remarcó el Banco Mundial. “Es más probable que se enfrenten a una situación que los hace físicamente vulnerables o incapaces de afrontar las catástrofes climáticas”, situaciones que incluyen “desde no tener acceso a la electricidad hasta percibir bajos ingresos, pasando por carecer de acceso a servicios de protección social”.

Si se considera a las personas expuestas en el mundo, el 20 por ciento enfrenta al menos una de estas situaciones “y, por lo tanto, corre un riesgo elevado de verse afectado por peligros relacionados con el clima”, apuntó el estudio.

El informe subrayó que se trata de un desafío “abrumador”, ya que “los actuales aumentos de temperatura ya están causando fenómenos climáticos extremos más frecuentes e intensos, como olas de calor, sequías, incendios forestales, lluvias torrenciales, tormentas fuertes e inundaciones”. Son eventos que “están dañando la salud humana, las economías y los ecosistemas, y las comunidades y poblaciones vulnerables son las más afectadas”.

A pesar de las buenas intenciones, “el mundo está lejos de lograr su objetivo de limitar el aumento de las temperaturas medias a 1,5 °C para finales de siglo, en comparación con la era preindustrial”.

¿Qué se hace frente a este panorama desalentador? Mientras se espera que los gobiernos se pongan de acuerdo para controlar de alguna manera los efectos del recalentamiento terrestre, el Banco Mundial dijo que no hay excusas para adaptarse a esta realidad y tratar de revertirla de la manera más creativa posible.

“Los seres humanos son expertos en adaptarse y generar resiliencia –resaltó la organización de Washington DC–. Siempre se enfrentaron a desastres naturales, muchos de los cuales no están vinculados al cambio climático, como los terremotos y las erupciones volcánicas. En todo el mundo, las personas están aplicando soluciones y enfoques innovadores no solo para adaptarse al cambio climático, sino también, en muchos casos, para aumentar la productividad y la eficiencia y reunir más recursos que ayuden a hacer frente al desafío”.

Y no se trata de una tarea heroica o romántica: los análisis del Banco Mundial apuntan que “invertir en adaptación resulta sensato desde el punto de vista financiero”. Estimaciones del organismo aseguran que por cada dólar que se gasta en adaptación se pueden generar cuatro dólares en beneficios.

Lamentablemente, por ahora la mayoría de los gobiernos y las empresas no se muestran convencidas sobre las ventajas de estas inversiones, reconoció el organismo. Los datos todavía no se tradujeron en inversiones en adaptación lo suficientemente cuantiosas. “Si bien el dinero para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero se disparó, solo alrededor del 5 por ciento del financiamiento climático (63 mil millones de dólares) se dedica a la adaptación –indicó el reporte–. El financiamiento para la adaptación debe ser casi cuatro veces mayor para atender las necesidades urgentes de los países en desarrollo”.

Este déficit de financiamiento “implica que se deben encontrar con urgencia nuevas fuentes de fondos”, dijo el Banco Mundial. Los gobiernos, especialmente de los países en desarrollo, “no pueden soportar la carga por sí solos”, afirmó. Por lo tanto, concluyó el informe, el sector privado es fundamental para tener éxito, “ya que puede realizar inversiones muy necesarias en los países en desarrollo y aportar innovaciones en los mercados para impulsar inversiones más ambiciosas”.