ECONOMIA
ECONOMISTA DE LA SEMANA

La serpiente argentina, un régimen cambiario dependiente del carry-trade

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TMAP. Los libertarios insisten en que “todo marcha de acuerdo al plan”, pero nunca mostraron el plan. | x

Las transformaciones del régimen financiero global no suelen darse de manera acompasada. El régimen que conocimos hasta ahora de libre comercio y de flotación de monedas, con una supremacía por parte de los Estados Unidos, parece haber llegado a su fin. Mientras tanto, el gobierno de Milei ensaya una modificación cambiaria y financiera. Con la incertidumbre como telón de fondo, intentaré aquí señalar algunos interrogantes de la famosa fase tres del programa económico de La Libertad Avanza.

Introduzcamos primero el escenario internacional. El mejor paralelismo que podemos encontrar es el colapso del modelo financiero internacional conocido como Bretton Woods en 1970. Los acuerdos firmados en la salida de la Segunda Guerra Mundial en 1944 permitían a los países de Occidente fijar su tipo del cambio contra el dólar y este con el oro. Esta etapa permitió la expansión del comercio internacional, y la estabilidad a partir de mecanismos de coordinación y compensación por desbalances financieros. En agosto de 1971, el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, rompía el contrato que regía el comercio internacional y, en defensa de su propio país, eliminaba el tipo de cambio fijo dólar contra el oro, quedándose con las reservas de oro y permitiendo que su moneda flotara contra el mismo. Empezaba la globalización financiera, que podemos caracterizar como un período de apertura comercial, consolidación de cadenas globales de valor, financiarización de la economía con predominio de Wall Street, y libre flotación del tipo de cambio de las principales monedas. El neoliberalismo, el Consenso de Washington después para América Latina, marcaron esta etapa.

¿Qué más sucedió en esa transición de Bretton Woods a la globalización financiera? En plena revolución internacional por el nuevo orden que imponían unilateralmente los Estados Unidos, Europa inventa un régimen cambiario propio, que los protegiera de alguna manera de los vaivenes del mundo y les brindara la coordinación macroeconómica que les había dado la estabilidad necesaria para recuperar la economía de la posguerra. Y es que ya en 1970, los países firmantes del Tratado de Roma (Bélgica, Luxemburgo, Francia, Alemania, Holanda e Italia) trabajaban en el proyecto de una unión monetaria europea, y tuvieron que inventar una transición que fue conocida como “la serpiente en el túnel”. La serpiente era que el tipo de cambio entre esos países debía fluctuar más menos 2,25% y además debían coordinar la fluctuación contra el dólar. En 1973, Reino Unido, Dinamarca e Irlanda se suman a la Comunidad Económica Europea y a la serpiente. Sin embargo, no fue un régimen cambiario muy exitoso. El tipo de cambio dentro de las bandas no pudo contener el efecto diferencial que la crisis del petróleo, el boom de los precios de commodities y otras supusieron sobre los distintos países. Entre 1974 y 1976 altos niveles de inflación y de déficit comercial azotaron a algunas economías europeas, sobre todo Francia e Italia, cuyos niveles de inflación llegaron al 15 y 25% interanual. En marzo de 1976 se acabaría ese experimento y comenzaría el camino del sistema monetario europeo pero con libre flotación de monedas.

Esta historia vuelve indefectible el paralelismo con la situación argentina. Hay un cambio de régimen global: hoy es Trump en lugar de Nixon quien pone en jaque todo el sistema de contratos internacional, y hay un régimen de flotación entre bandas para el tipo de cambio, en este caso en la Argentina. Veamos entonces, en segundo lugar, cuáles son los interrogantes y algunas reflexiones que podemos trazar sobre este nuevo experimento: la serpiente argentina.

La serpiente consiste entonces en un régimen de flotación entre bandas, es decir el tipo de cambio lo fija el mercado si la oferta y la demanda de dólares establece un precio mayor a $ 1.000 cada dólar o menor a $ 1.400 pesos cada dólar. En caso de que se quiera mover abajo o arriba de la banda, entonces el Banco Central puede comprar o vender. Es decir, el movimiento del tipo de cambio es la serpiente. Sin embargo, dentro mismo de la banda el tipo de cambio es sucio, es decir, se guarda la posibilidad de intervenir también dentro de la banda. O sea, no tan libre.

Esta serpiente es presentada con el hashtag #TMAP, Todo Marcha Acorde al Plan. Para el Gobierno, esta tercera fase es parte de un plan, ahora bien, si tenemos que creerle, quiere decir que hasta ahora nos venía ocultando el Plan. Recordemos que Milei y compañía aseguraban que solo saldría del cepo con una inflación igual a cero, pero en marzo la inflación rebotó al 3,7%; o que Milei calificaba de fracaso económico acudir al Fondo Monetario Internacional, y sin embargo cerró un acuerdo por 20 mil millones de dólares. Pero más allá de las inconsistencias de relato, preocupan las incongruencias del plan macroeconómico.

De los datos del FMI se puede observar que las expectativas son que la cuenta corriente será deficitaria tanto este año como el próximo. Es decir, la Argentina va a seguir dependiendo del ingreso de dólares financieros año tras año.

¿Cómo se sostiene entonces la mejora de las reservas internacionales si la posición comercial con el mundo no se estima óptima? Vemos que para el mismo 2025 se estima una mejora de US$ 4 mil millones en las reservas internacionales y US$ 8 mil millones para 2026. Bueno, el FMI estima que existen alrededor de US$ 200 mil millones del sector privado argentino en el exterior, y que gracias a nuevos incentivos, esos capitales pueden entrar al país. Eso más el endeudamiento externo. Ahora, ¿cuáles son los incentivos? El ya aprobado y conocido RIGI para inversiones reales y garantizar altas ganancias en dólares para el capital financiero.

Tal es así que el Gobierno decidió habilitar nuevamente el ingreso de capitales desde el exterior para invertir en el carry-trade que tanto promociona el Gobierno. Una jugada tan arriesgada que ellos mismos los obligan a que por lo menos estén durante seis meses. La serpiente argentina es la fase tres del carry-trade.

Esta nueva “fase del programa económico” como todo programa del FMI carece de elementos fundamentales que impulsan mejoras en la calidad de vida de los argentinos. Todo se pensó para el mercado financiero. Una historia que ya sabemos que termina mal.

*Economista, docente universitaria y directora del Banco Ciudad.

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