Según el último informe del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, la pobreza afecta al 49,9% de los argentinos, mientras que el 12,3% se encuentra en situación de indigencia. Aunque la pobreza general muestra una leve baja respecto al trimestre anterior, cuando era del 51%, sigue siendo superior al 45,2% registrado en el último trimestre de 2023. Este descenso tampoco se refleja en la población infantil, donde los índices alcanzan un alarmante 65,5%. El estudio será leído desde dos perspectivas profundamente opuestas. Desde uno de los polos de la política argentina, veremos titulares como: "A la baja de la inflación se suma la baja de la pobreza", "Baja la pobreza, baja la inflación, sube la popularidad del gobierno", o "Tras décadas de decadencia, finalmente baja la pobreza y la inflación". Desde el otro extremo político-social, leeremos: "Aumenta la pobreza infantil junto con los aumentos en el desempleo y el deterioro de las condiciones de vida", o "En Argentina, los niños son cada vez más pobres como resultado del ajuste del gobierno".
Ambas perspectivas contienen semillas de verdad, pero si no se integran mutuamente, no saldremos de la trampa en la que estamos atrapados, porque la lucha contra la pobreza en Argentina no se puede dar desde trincheras separadas. Necesitamos el talento, las ideas, la pasión y el compromiso de quienes hoy están en esos dos polos opuestos. Es crucial que no solo nos enfoquemos en las políticas económicas, sino también en el papel central de la sociedad civil y el sector privado, quienes deben sumarse a un acuerdo transversal necesario para combatir la pobreza de manera efectiva y sostenible.
No hay salida sostenida de la pobreza sin orden macroeconómico, pero tampoco hay posibilidad de que los niños y las niñas argentinas forjen su propio destino en libertad sin una inversión robusta en infraestructura social, educación y salud pública por parte del Estado.
Uno de cada 5 argentinos es indigente, según el Observatorio de la Deuda Social de la UCA
El reciente estudio de la UCA pone en evidencia la magnitud de este desafío. El Gobierno ha logrado bajar la inflación y, de esta manera, generar un impacto positivo en la economía de todos los argentinos, incluso en los sectores populares. También es cierto que, durante el primer semestre del año, y profundizando una tendencia preexistente, la pobreza y la indigencia aumentaron significativamente, afectando sobre todo a los sectores más vulnerables.
Para lograr un desarrollo inclusivo y sustentable, es importante trabajar en tres frentes. En primer lugar, es central un equilibrio macroeconómico que sostenga niveles de inflación bajos y condiciones de actividad que permitan la generación de trabajo. En segundo lugar, es fundamental construir una "infraestructura de oportunidades" que transforme las condiciones de vida en los barrios populares y brinde herramientas reales para el desarrollo personal y comunitario. Conexión a los servicios públicos, inversión en vivienda y acceso a la educación y salud públicas son claves en este sentido. Finalmente, es necesario desarrollar líneas que conecten a los hombres y mujeres en situación de pobreza con el mercado laboral, trazando diagonales que hagan posible que el crecimiento económico se transforme en oportunidades para todos.
Los desafíos son enormes, pero la solución pasa por construir puentes entre estas dos visiones aparentemente irreconciliables. Sin ese esfuerzo de integración, seguiremos atrapados en la dinámica de confrontación estéril que ha marcado nuestra historia reciente. Un claro ejemplo del trabajo en conjunto entre distintas fuerzas políticas y actores sociales es la Ley de Integración Socio Urbana, una política pública que ha logrado transformar realidades concretas y trascender diferentes gestiones. Garantizar la continuidad de estas políticas es crucial para seguir avanzando hacia una sociedad menos desigual donde las personas puedan desarrollarse en condiciones dignas.
La gravedad de la pobreza en la Argentina
El estudio de la UCA no solo expone la gravedad de la pobreza en nuestro país; es un llamado a la acción. Argentina tiene el talento, los recursos y la resiliencia para salir adelante, pero necesita un compromiso colectivo que trascienda las divisiones políticas. Necesitamos un modelo de desarrollo que entienda que la estabilidad económica y la inclusión social no son opuestos, sino dos caras de la misma moneda. Solo así podremos construir un futuro en el que la pobreza y la desigualdad dejen de ser el destino de tantos y pasen a ser solo un recuerdo del pasado.
Para muchos, esta perspectiva que busca integrar es “idealista”, “tibia”, “centrista”. Para quien escribe, es la única que contiene la audacia de trabajar con urgencia y sostenibilidad para terminar la pobreza. Termino con un concepto que en TECHO siempre ponemos al centro cuando hablamos de pobreza: urgencia. Para Silvia, la concordiense que recibió una vivienda de TECHO el fin de semana pasado y que, por primera vez en tres décadas de vida, va a tener un piso de madera y un techo que no se llueva, la pobreza es una realidad urgente. Sus hijos no pueden esperar dos décadas de crecimiento sostenido, tampoco les sirve recibir beneficios hoy que desaparecen con la primera crisis macroeconómica. Silvia necesita de esa mirada integradora que anda faltando y la que debemos forjar desde todos los sectores a los que nos duele que más de la mitad de los niños y niñas argentinas nacen hoy en situación de pobreza.
* Director Ejecutivo de TECHO ARGENTINA