ECONOMIA
EL IMPACTO SOCIAL DEL AJUSTE

Explotación a jubilados y listas de espera en comedores: otros rostros del hambre

En una reciente exposición en la Universidad de Standford, el presidente Javier Milei dijo que, llegado el momento, la gente va a decidir no morirse de hambre y va a actuar. Pero las estrategias no alcanzan: las ollas populares y los comedores no dan abasto y aparecieron listas de espera para alimentarse. La mayoría de los jubilados están mal nutridos, muchos trabajan de noche, e incluso son utilizados por criminales que se aprovechan de la situación.

mesas llenas
MESAS LLENAS. El comedor Pancitas Felices, del barrio La Cava, en San Isidro. 125 chicos comen a diario y hay lista de espera. | CEDOC

Ollas populares en la vía pública o en iglesias, comedores con lista de espera y jubilados explotados laboralmente –e incluso utilizados como “mulas” por narcotraficantes– son la otra cara del hambre.

En la Universidad Stanford el presidente Javier Milei hizo referencia a las fallas del mercado y dijo, textualmente: “¿Ustedes se creen que la gente es tan idiota que no va a poder decidir? Va a llegar un momento que se va a morir de hambre, con lo cual va a decidir de alguna manera para no morirse”.

Para comer, a algunos jubilados no les queda otra alternativa que seguir trabajando, pero lo hacen en condiciones de explotación. “Muchos jubilados son usados para el delito, específicamente como mulas por los narcotraficantes, y después quedan tirados. La explotación es brutal, en todos los aspectos. Se aprovechan de la necesidad”, comentó a PERFIL Eugenio Semino, defensor de la Tercera Edad.

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Los rubros con mayor tasa de empleo entre los jubilados son los de flete, remisería, guardia nocturna y cuidado de personas. En todos estos casos los sueldos son muy bajos y el trabajo no está registrado. “También son de bajísima calificación”, agregó. “Hay gente que por ahí tuvo trabajos de buena calificación y hoy está trabajando en cualquier cosa, y esto es algo que se naturaliza”. En el caso de las cuidadoras (el 95% son mujeres) los problemas sobre la salud se pueden incrementar, sobre todo si se trata de una persona no preparada para ese tipo de trabajos. “A la vez está el tema del deterioro de la salud mental del cuidador. Es terrible en todas las edades, pero, mientras más grande sos, más proyectás sobre tu propia persona”.

Aun así, “la gran mayoría de los jubilados están, por lo menos, mal nutridos”, agregó el gerontólogo. Para no pasar hambre, reemplazan calidad por cantidad. Comen harinas para lograr saciedad, pero con las que ingieren pocos nutrientes. “A mayor edad necesitas una calidad diferente de nutrientes. Entre el 80% y el 90% de las personas mayores tenemos tendencia a la hipertensión, pero los alimentos adecuados son muy caros”.

El aumento en las jubilaciones mínimas de este mes fue de $17.000, con lo que el dinero no alcanza para comprar los nutrientes necesarios. Las jornadas laborales extensas y la mala alimentación afectan directamente en la salud.

En este contexto, PAMI aprobó nuevas disposiciones que aumentan los controles para las recetas de los medicamentos que cubre, que deben hacerse en presencia del paciente. “Está perfecto, pero en PAMI no hay médicos de cabecera. Cada médico tiene a cargo 1400 pacientes, no pueden verlos ni de casualidad”, agregó Semino. Por eso, “los jubilados andan mendigando recetas por cualquier lado”.

La disposición llega en un momento del año que es el de mayor morbilidad, y en un contexto en el que los medicamentos siguen aumentando. Según un estudio de CEPA, un 157% en los últimos seis meses.

Por otro lado, cada vez más jubilados asisten a los comedores. “Nosotros tenemos un hogar de día, un comedor exclusivamente para adultos mayores, donde ellos desayunan, almuerzan, meriendan, y la cena la retiran del comedor. Teníamos 67, ahora son 71. Eso sin contar a los que vienen directamente al comedor, que siempre almuerzan y llevan su viandita para no venir a la noche, porque a ellos se les dificulta ver, hay poca luz”, comentó a este medio Margarita Barrientos.

Mantener la actividad se hace cada vez más difícil, explicó. “Pero ellos son indispensables, no podés dejar de atenderlos a ellos primero, como a los niños. Para mí son muy importantes”.

Con respecto al resto de las familias, Barrientos comentó que cada vez hay más gente durmiendo en la calle y más niños y niñas, sobre todo. Según los últimos datos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, para abril de este año 3.560 personas estaban en esta situación.  

Los que pueden decidir, deciden por los que más lo necesitan. “Hay mucha gente que viene al comedor, que viene de la provincia a llevar la comida y que priorizan que coman los hijos, aunque los padres no coman nada”, sintetizó Barrientos.

Natalia Ojeda dirige el comedor “Pancitas felices” ubicado en el barrio La Cava, partido de San Isidro. “Le estamos dando de comer a 125 chicos y a 17 adultos mayores que retiran su vianda. Los chicos comen en el lugar”, comentó a PERFIL.

A niñas y niños les ofrecen la cena. “Nosotros siempre hicimos cena por el tema de que los chicos por ahí comen en el colegio, entonces la comida que les falta durante el día es la cena. Le estamos dando los lunes y los viernes merienda, y martes, miércoles y jueves cena”.

Con diferentes estrategias el comedor intenta mantener algunas tradiciones. “Nosotros en el comedor festejamos el día del niño, Navidad. En algún tiempo se festejaron el cumpleaños con alguna comida especial”, agregó. En el lugar también brindan talleres de arte, y ahora buscan voluntarios para apoyo escolar.

Tal vez una de las cosas más difíciles es tomar decisiones. “Tengo una lista de espera, no puedo ingresar más gente porque no tengo carne para tanta gente, por eso hago hasta ahí”, explicó Ojeda. 

Si alguien deja de concurrir “voy haciendo una evaluación a ver quién lo necesita más y poder darle, pero sí, tengo chicos en lista de espera que quieren ingresar”.