ECONOMIA
ARGENTINA DURANTE EL PONTIFICADO

Entre la economía que “mata” y la “economía de Dios”: las principales ideas de Francisco

La pobreza, la inserción de los jóvenes en el mercado de trabajo, la informalidad laboral y la autorregulación del mercado fueron algunas de las preocupaciones que manifestó el papa Francisco en más de una oportunidad. Cómo está Argentina desde que pronunció estas ideas.

Francisco Bergoglio
Papa Francisco | Archivo de NA

El papa Francisco no estuvo presente en el Vía Crucis de Semana Santa del último Viernes Santo. Pero envió un mensaje contundente: “La economía de Dios no mata, no descarta, no aplasta; es humilde, fiel a la tierra”, aseguró. Su preocupación por la economía y su impacto social estuvo presente desde el comienzo: se mantuvo como un tema transversal, también a la religión.

En contraposición a esta idea, y desde el comienzo de su pontificado, también se encargó de hablar de lo que estaba mal. “Así como el mandamiento de ‘no matar’ pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir ‘no a una economía de la exclusión y la inequidad’. Esa economía mata”, afirmaba Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (noviembre de 2013). “No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad”, continuó.

En 2024 el índice Gini, que calcula la desigualdad en la distribución de la riqueza en Argentina, trepó a niveles récord, al menos en la última década. En el primer trimestre de ese año ese índice (que, mientras más cercano a 0 refleja una mayor distribución) fue de 0,467, muy por encima del último trimestre de 2023. Luego comenzó a bajar y alcanzó 0,43, un número similar al del año anterior. La realidad es que comenzó a crecer desde que empezó a medirse, en 1974 (0,36). De la última década, el piso más bajo fue en el cuarto trimestre de 2021, cuando arrojó un 0,413.

Otro tema del que frecuentemente hablaba el Papa era el de los salarios justos y los trabajos registrados. Durante una homilía en la Casa Santa Marta, en febrero de 2015, afirmó que “pagar salarios en negro es un pecado gravísimo”, y que no se pueden “hacer ofrendas a la Iglesia a costa de la injusticia que haces con tus empleados. Es usar a Dios para cubrir la injusticia”.

Desde 2016, el registro más antiguo disponible en la página del Indec, la cantidad de asalariados en condiciones precarias aumentó. Durante ese año el 33% de los trabajadores no contaba con aportes jubilatorios, un porcentaje que de acuerdo a la última medición trepó al 36,1%.

Dentro del mercado de trabajo, el rol de los jóvenes era tema frecuente. “He visto una cifra: 75 millones de jóvenes, por debajo de los 25 años, sin trabajo. Los jóvenes ‘ni-ni’: ni estudian, ni trabajan. No estudian porque no tienen posibilidad, no trabajan porque no hay trabajo”, afirmó el pontífice durante un seminario en julio de 2014. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Argentina el 60% de las mujeres jóvenes y el 58% de los varones se encuentran en situación de informalidad laboral y, de acuerdo con un informe del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA), los jóvenes de entre 14 y 29 años registran una tasa de desempleo del 13,1%, una cifra que triplica a la de los adultos de 30 a 64 años (4,5%).

Todos estos factores impactan en la pobreza, otro de los temas que inquietaba a Francisco. “Un mundo rico y una economía vibrante pueden y deben acabar con la pobreza”, afirmó en febrero de 2020, durante un seminario de economía en el Vaticano. En plena pandemia, durante el primer trimestre de ese año, la pobreza había llegado al 40,9%. Según el último dato del Indec, ese porcentaje es ahora del 38,1%.

El Papa también se refirió al mercado y su autorregulación, una idea que manifestó también desde el comienzo. “Algunos todavía defienden las teorías del ‘derrame’, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante”, afirmó en noviembre de 2013. “Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe”.

Sus reflexiones sobre la economía iban más allá de los números. “La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera”.

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