ECONOMIA

El estallido de la burbuja inmobiliaria pone a prueba la fortaleza económica china

La economía china no acaba de recuperarse y, además, el consumo interno no está siendo tan robusto como esperaba el gobierno de Pekín. Si se le suma el estallido de su burbuja inmobiliaria, parece ser un buen momento para que los líderes del gigante asiático revisen las lecciones que dejaron la crisis japonesa de los 80 y la gran recesión de 2008.

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China | Centro comercial | Unsplash | Howei Wang

La economía china no acaba de recuperarse. Después de crecer un 5 por ciento en 2023 (cumpliendo el objetivo marcado), y tras un incremento del PIB del 5,3 por ciento en el primer trimestre de 2024, la economía creció un 4,7 por ciento en el segundo cuatrimestre, cuando se esperaba un 5,1 por ciento.

El problema es que el consumo interno no está siendo tan robusto como esperaba el gobierno chino. Ante ese panorama, el presidente Xi Jinping aceleró las medidas monetarias y fiscales para promover la demanda interna. Entre otras cosas, el Banco Central de China recortó hace poco los tipos de interés para estimular la economía.

El problema, además del consumo interno, viene del mercado de la vivienda, que está sufriendo una importante corrección. Las medidas tomadas por el gobierno chino en este mercado no acabaron de funcionar, los precios siguen cayendo y existen problemas de liquidez para las empresas del sector.

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Contratiempos y quiebras

No todo son malas noticias: a lo largo de 2024 las exportaciones están creciendo y eso está suponiendo un flujo de oxígeno para la economía china.

Pero la ralentización económica supone un contratiempo para el cambio de modelo de crecimiento en el gigante asiático, donde las exportaciones, la manufactura y la inversión pasarían la posta a la demanda interna. En este sentido, el Comité Central del Partido Comunista Chino quiere enfocarse en la producción de alta tecnología y alta calidad para el desarrollo de la economía.

Llama también la atención la quiebra de pequeños bancos en China debido a la acumulación de préstamos fallidos. Esto se conecta con la deuda mala, derivada del mercado inmobiliario chino y de los gobiernos locales. Aquí encontramos paralelismos con el sector financiero occidental y la gran recesión de 2008.

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Desafíos | La economía china debe abordar grandes retos en medio de este escenario. El primero de todos es incrementar el consumo interno, que no acaba de arrancar. Foto: Li Yang

Al fin y al cabo, China está tratando con los efectos del estallido de su burbuja inmobiliaria y con la acumulación de deuda mala.

Tras el estallido de una burbuja se produce una gran acumulación de deuda en el sector privado. Esto hace que los individuos y las compañías prefieran pagar sus deudas antes que pedir dinero prestado, lo que ralentiza, y a veces incluso paraliza, una economía.

En esta situación, las medidas de política monetaria no funcionan, incluso con tipos muy bajos, y la política fiscal (reducción de impuestos, aumento en el gasto público o ambos) es esencial para mantener la economía y la liquidez en el sistema.

Es lo que el economista taiwanés Richard Koo llamó recesión de balance para intentar explicar la crisis japonesa de los años ochenta del siglo XX.

La recesión japonesa

Japón, con sus décadas perdidas, es un buen ejemplo de cómo este tipo de recesión puede afectar de manera prolongada y profunda a una economía. Durante los años 80 del siglo pasado, la economía japonesa creció de manera acelerada, convirtiendo al país en la segunda potencia económica mundial. 

Durante esos años se desarrolló una gran burbuja que afectó al mercado financiero y al mercado inmobiliario. A finales de la década, el banco central de Japón subió los tipos de interés para hacer bajar la inflación y acabar con la burbuja que había en esos mercados.

Esa subida afectó de manera grave a la economía. En 1991, el Banco Central japonés comenzó a recortar los tipos con la esperanza de impulsar la actividad económica, pero ya fue demasiado tarde: el país sufrió una contracción del crédito (credit crunch) y cayó en la trampa de la liquidez, por la que los individuos prefieren conservar el dinero y se abstienen de invertir.

La política monetaria de bajada de tipos de interés no funcionó y apareció la deflación –con la que caen los precios y la economía se ralentiza– que sumió a Japón en un letargo económico de décadas.

Esa historia nos recuerda a la gran recesión de 2008, que también se originó a través de una burbuja en el mercado financiero e inmobiliario.

Geopolítica y demografía

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Foto: Hanny Naibaho

Ahora que China se enfrenta a las consecuencias del estallido de la burbuja de su mercado inmobiliario vale la pena repensar las lecciones que dejaron la crisis japonesa y la gran recesión de 2008: la importancia de una buena política fiscal, de las inyecciones de liquidez en la economía, de la reestructuración financiera y bancaria y de la lucha contra la deflación, que puede tener efectos devastadores en una economía a largo plazo.

Existen además otros factores coyunturales que pueden lastrar a la economía china:

  • A nivel exterior, está el incremento de las tensiones comerciales y políticas con Estados Unidos (atentos en este aspecto al resultado de las elecciones de noviembre de 2024) y Europa.
  • A nivel interior, China se enfrenta a la cuestión demográfica –el descenso de la población (que lleva dos años consecutivos bajando), la caída de la tasa de natalidad y el paulatino envejecimiento de sus habitantes– y al incremento de la deuda pública y privada.

Lo que queda por hacer

La economía china debe abordar grandes retos. El primero de todos es incrementar el consumo interno, que no acaba de arrancar y que está siendo una lastra para el crecimiento económico del país.

También debe afrontar las consecuencias del estallido de su burbuja inmobiliaria (siendo este sector, además, de gran importancia en su economía), reorientar su producción hacia la alta tecnología y la alta calidad, y liderar la transición verde global ya que este factor va a impulsar el crecimiento de las economías de los países en los años venideros.

El cambio hacia un modelo de desarrollo más sostenible, la continua reducción de la desigualdad, el desafío demográfico, la innovación y la adaptación a un entorno económico inestable marcarán el futuro de la economía china.

 

Publicado originalmente en The Conversation