ECONOMIA
Según un informe de Unicef

El 56% de los hogares tiene ingresos inferiores a los de antes de la pandemia

La segunda ola impactó en las familias donde viven menores de edad. El 25% de los encuestados se endeudó para comprar alimentos. Inestabilidad laboral, un drama endémico.

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Crisis. El 41% de las familias dejó de comprar algún alimento porque no tuvo dinero para hacerlo. | cedoc

La inestabilidad laboral de los jefas y jefes de hogar, la falta de recursos para comprar alimentos, la contribución de los programas de transferencias sociales a la economía familiar, las estrategias de cuidado y las dificultades para sostener la educación son algunos de los temas principales de la 4ª Encuesta de Unicef –que el organismo internacional presentó al gobierno nacional el viernes– sobre el impacto que la segunda ola de la pandemia tiene en hogares donde viven chicas y chicos.   

La desigualdad profundizada por la merma de actividad económica provocada por el aislamiento obligatorio y los cierres de actividades sigue siendo el principal indicador: al ser consultados por sus ingresos, el 56% de los hogares declaró que eran inferiores a los de meses previos a la pandemia: este indicador se incrementa al 73% entre los hogares más pobres del país y al 60% entre perceptores de la Asignación Universal por Hijo (AUH) que en el 81% de los casos, destina este dinero a la compra de alimentos.

El informe señala que el 38% de los hogares atravesó situaciones de inestabilidad laboral durante 2020, como desempleo, cambio de un empleo formal a uno informal, entre otras, porcentaje que asciende al 44% entre las mujeres. “En este contexto, el apoyo del Estado es fundamental”, destaca el organismo: el 39% de los hogares reciben la Tarjeta Alimentar y otros apoyos alimentarios.

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Sin embargo, esto no impidió al 25% de los hogares endeudarse para comprar alimentos.

“El 41% de los hogares tuvo que dejar de comprar algún alimento por no tener dinero. Este porcentaje se incrementa sensiblemente con respecto a las rondas anteriores y aumenta en los hogares sin miembros ocupados, así como en algunas regiones como el NOA y NEA”, alerta Sebastián Waisgrais, economista, especialista en inclusión social de Unicef.

El impacto de la pandemia en los ingresos de los hogares también generó que el 25% de los hogares con niñas y niños dejen de pagar al menos un servicio como la luz, el gas o Internet.

La encuesta fue realizada entre el 24 de abril y 12 de mayo de este año, y es representativa de todos los hogares con niños, niñas y adolescentes que viven en el país. El estudio indaga sobre temas vinculados a la infancia y la adolescencia en relación con su alimentación, educación, conciliación vida familiar y laboral de quienes los cuidan y acceso a transferencias sociales, entre otros. El relevamiento contiene información comparable con las rondas anteriores, realizadas en abril, julio y octubre del año pasado.

Multidimensional. Además de medir el impacto económico de la segunda ola, la encuesta genera datos sobre otras dimensiones como la educación, el acceso a internet y dispositivos tecnológicos, crianza y salud mental. “La inestabilidad laboral de las personas adultas repercute fuertemente en la economía familiar y, en consecuencia, en el bienestar de la población infantil y adolescente”, afirma Luisa Brumana, representante de Unicef Argentina.

El covid-19 también profundizó las desigualdades al interior del hogar. El 54% de las mujeres de más de 18 años entrevistadas expresó que, desde el inicio de la pandemia, tiene más sobrecarga por las tareas del hogar y de cuidado.

Además, se profundizan las dificultades de conciliación cuando las y los adultos del hogar tiene que salir a trabajar, lo que genera mayores situaciones de cuidado inadecuado: un 10% de los chicos y chicas se quedan solos en sus casas y un 7%, a cargo de un hermano o hermana menor de 18 años.

En cuanto a la salud mental, cerca de la mitad de los hogares consultados en los que viven niñas y niños de hasta 6 años, manifestaron que los chicos y las chicas sufrieron alteraciones con las comidas en los últimos 6 meses.

Los factores de descanso y comunicación con los demás también sufrieron un impacto destacable, según profundiza el estudio. Un 39% de los encuestados indica que tuvieron alteraciones en el sueño y el 27% admitió sostener dificultades en la comunicación.

Los y las adolescentes manifestaron que se sienten angustiados (33%), asustados (25%) y deprimidos (18%). Todos los indicadores aumentaron respecto de las encuestas anteriores. “Los datos de la encuesta marcan que, en la situación de emergencia actual, en la que más de la mitad de los chicos y las chicas vive por debajo de la línea de pobreza, continuar fortaleciendo los sistemas de protección social es clave para evitar que crezca la indigencia”, reflexiona Brumana.

En el informe, a su vez, Unicef incluyó una serie de recomendaciones para los tomadores de decisión de los distintos sectores del Ejecutivo. Entre ellas, asegura que es necesario, para superar y morigerar esta segunda ola de impactos negativos, “sostener y reforzar los programas de protección social que apoyan a las familias para compensar la caída o pérdida de sus ingresos; especialmente con respuestas universales, no condicionadas y con capacidad de protección suficiente para cubrir a todas las niñas, niños y adolescentes, especialmente los que presentan una vulnerabilidad acentuada”.