Desde el año 2000, el enoturismo en Argentina está mostrando un sólido incremento en visitas. Según recuerdan los expertos, cuando arrancó la tendencia existían solamente treinta y ocho bodegas abiertas al turismo. Hoy, casi 400 establecimientos en dieciséis provincias reciben visitantes, reflejando tanto el interés de los productores como la demanda de vivencias originales por parte de los turistas.
Las propuestas enoturísticas se diversificaron e incluyen, por ejemplo, las vendimias participativas, una hermosa oportunidad para quienes quieren sumarse activamente a la cosecha, aprender sobre los distintos métodos de selección y vivir la experiencia de pisar uvas al estilo tradicional. Algunos espacios complementan la actividad con almuerzos campestres o brindis en el viñedo, generando un ambiente festivo.
También se destacan las experiencias gastronómicas. De hecho, la combinación de vino y gastronomía se convirtió ya en un pilar del enoturismo. Desde maridajes exclusivos con sommeliers hasta menús degustación creados por chefs reconocidos, cada práctica resalta la armonía entre la cocina local y los vinos de la región. Algunos sitios incluso ofrecen clases de cocina con productos de proximidad.
El enoturismo también integra experiencias artísticas y de contacto con la naturaleza, como conciertos al atardecer en viñedos, exposiciones de arte y presentaciones de baile o teatro. Además, hay opciones como paseos en bicicleta, cabalgatas entre viñedos, senderismo con degustaciones y recorridos en globo aerostático. Y, en los últimos años, la viticultura se combinó con sesiones de yoga en los viñedos, spa con vinoterapia y retiros de relajación en entornos vitivinícolas.
Muchos establecimientos incorporaron hoteles boutique en sus instalaciones. Servicios exclusivos como cenas privadas o catas personalizadas hacen de esta propuesta una opción de lujo. Finalmente, una de las experiencias que más disfrutan los turistas: “elaborá tu propio vino”. Hay bodegas que invitan a los visitantes a jugar a ser enólogos por un día, experimentando con diferentes varietales, creando su propio blend, que pueden embotellar y etiquetar como recuerdo.
Para consolidar esta tendencia, las bodegas argentinas implemen diversas estrategias para diferenciarse y captar un público más amplio, bajo el lema “innovación para atraer visitantes”. Por ejemplo, algunos establecimientos ofrecen recorridos virtuales y aplicaciones interactivas que permiten explorar las instalaciones y aprender sobre el proceso de vinificación de manera innovadora.
El impacto en las economías locales
Según los datos más recientes, el enoturismo está teniendo un impacto significativo en la economía argentina. A pesar de las fluctuaciones (el turismo receptivo sufrió una fuerte caída en 2024, un descenso atribuído en parte a la apreciación del peso argentino, que encareció los costos para los extranjeros), el enoturismo sigue siendo una fuente importante de ingresos, generando empleo en sectores como la gastronomía, la hotelería y el transporte. El sector continúa innovando y adaptándose a las tendencias globales para mantener y atraer a nuevos visitantes.
Por ahora, la tendencia está demostrando ser resiliente, capaz de adaptarse a los desafíos económicos y capaz de atraer a turistas nacionales e internacionales con propuestas novedosas y auténticas, en gran parte ubicadas en el segmento de la alta gama. Cuando se consulta a los expertos del sector, no dudan en afirmar que la capacidad de las bodegas de evolucionar y su creatividad aseguran que la actividad seguirá creciendo como una de las experiencias turísticas más atractivas del país.
Es que, además, el enoturismo “va más allá de una simple cata de vinos: es la oportunidad de crear recuerdos, conectar culturas y transmitir la pasión que hay detrás de cada botella”, explica Gilda Alonso, la mente detrás de Aromas del Vino. Según esta abogada y emprendedora, a la hora de innovar “es clave seguir tu pasión, tener una visión clara y ser auténtico”.
Puntualmente, añadió, “es importante conectar con las personas, no solo con la naturaleza, sino también con las historias y los aromas que hacen que el vino sea especial”. Para lograrlo, le dijo al suplemento Económico de PERFIL, se “necesitan pasión por el vino y por la hospitalidad, creatividad para diseñar experiencias únicas y capacidad de emocionar, educar y deleitar”.
“Al fin y al cabo -remarcó-, el vino es el puente que une a las personas con la tierra, la tradición y la creatividad”. Hablando de creatividad y de oportunidades, su empresa se hizo conocida también por fusionar el mundo del té y el vino creando blends únicos: un té negro en hebras con aroma a Malbec y un té verde en hebras con aroma a Torrontés.
Tras un proceso de investigación junto a sommeliers y blenders de té, lograron reproducir los descriptores aromáticos de cada varietal. Entre ellos se destacan el té negro aroma Malbec, intenso en sabor, aroma y color, con notas naturales de arándanos y rosas de la India, evocando la esencia de esa variedad. Y también el té verde aroma Torrontés, que Alonso describe como delicado y sutil, con jazmín, manzanilla, caléndula y cáscara de limón que resaltan los matices florales y cítricos del varietal.
Las experiencias disponibles en La Carrera, en Mendoza, es un buen ejemplo de lo que atrae a los turistas, tanto argentinos como internacionales. Allí, la emprendedora diseñó diversas actividades que combinan naturaleza, arte y, por supuesto, vino. Las cabalgatas, trekking por la montaña y experiencias vinculadas al vino, como la cata de té en hebras maridada con vinos, permiten a los visitantes disfrutar de un contacto único con el paisaje y los aromas de la región.
“Lo que más me gusta es ofrecer una experiencia enoturística que no solo enseñe, sino que también inspire y deleite a nuestros visitantes”, completó Alonso.
* Sommelier, gastrónoma y licenciada en Turismo, especializada en Enograstronomía y Enoturismo (vinosypasiones.com).