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“A veces, conseguir trabajo resulta más difícil que ganar la lotería”: desempleo, frustración y salud mental

Para muchos profesionales que quieren conseguir trabajo en plataformas como LinkedIn, la búsqueda se tiñe de desesperación. Filtros sin empatía y currículums que chocan contra paredes infranqueables crearon un escenario que pide a gritos un “recruiting ético”.

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Impacto. La OMS señaló que el desempleo prolongado se asocia con un mayor riesgo de trastornos psicológicos. | Magnet me

Lunes por la mañana. Matías, un empleado administrativo de Buenos Aires, publica en LinkedIn un mensaje cargado de frustración. Ya lleva más de cuatro meses buscando trabajo sin éxito. De los miles de currículums enviados a las distintas plataformas de empleo, solo recibió respuesta en unos pocos casos. La mayoría de sus postulaciones siguen como “sin respuesta”, mientras que otras simplemente aparecen como “rechazada”.

“A veces, conseguir trabajo resulta más difícil que ganar la lotería”, escribe Matías.

Horas después, su publicación acumula cientos de comentarios. Personas de todas partes comparten la misma angustia: procesos de selección interminables, rechazos sin explicación y la sensación de no ser escuchados. Palabras como “desgaste emocional”, “falta de empatía” y “desesperación” se repiten una y otra vez entre las respuestas.

Del #opentowork al #desperate

Este fenómeno no es aislado. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló que el desempleo prolongado se asocia con un mayor riesgo de desarrollar trastornos psicológicos como ansiedad y depresión. Además, puede agravar problemas de salud mental preexistentes, debilitando el bienestar general de las personas.

El médico y psicoanalista francés Christophe Dejours sostiene que “el trabajo no es solo un medio para ganarse la vida, es también un medio de integración social y de construcción de la identidad”. Según el autor, trabajar permite a las personas “sentirse útiles, reconocidas y valorizadas”, mientras que la falta de empleo puede afectar profundamente la autoestima al privarlas de ese reconocimiento.

Este impacto se intensifica aún más por la falta de apoyo social y el estigma asociado al desempleo, que sigue siendo un tema relevante hoy en día. Un ejemplo de esta problemática es el debate en torno a la etiqueta #opentowork de la plataforma LinkedIn, utilizada por quienes buscan trabajo. Si bien algunos consideran que es una herramienta útil a la hora encontrar oportunidades laborales, otros creen que este marco verde podría enviar un mensaje de “desesperación”, afectando negativamente la percepción de los reclutadores. ¿Será que mostrarse desempleados los hace menos competitivos en un proceso de selección?

Courtney Summer Myers, una diseñadora gráfica de Reino Unido, llevó este debate más allá y sacudió la red social al crear un nuevo marco rosa con el #desperate, aludiendo a su posición de “desesperada” por un trabajo. Lo que comenzó como una respuesta irónica al debate en torno al marco verde, terminó viralizándose y generando miles de reacciones alrededor del mundo. Este hecho no sólo desnudó la crudeza del proceso de búsqueda laboral actual, sino que puso en evidencia el agotamiento emocional que enfrentan las personas desempleadas.

El #desperate se convirtió en una especie de grito colectivo, que expuso la presión social que existe hoy en día por “venderse” y construir una “marca personal” atractiva. Esta necesidad constante de exagerar logros y ocultar vulnerabilidades, no solo puede generar ansiedad, sino también aumentar el sentimiento de desconexión con uno mismo. Postulantes y empleadores: una brecha emocional. Lo que complica aún más este panorama es la reciente digitalización de los procesos de selección. La incorporación de la inteligencia artificial en las etapas iniciales del reclutamiento ha aumentado la eficiencia de áreas de Recursos Humanos, pero también ha generado una brecha emocional significativa entre los postulantes y los empleadores. La mayoría de las postulaciones hoy en día pasan por filtros automáticos que descartan currículums antes que un humano haya tenido siquiera la oportunidad de leerlos. La falta de interacción humana en los procesos de selección agrava el sufrimiento psicológico de quienes buscan empleo. David Graeber, en Bullshit Jobs, critica cómo las estructuras laborales deshumanizan, reduciendo a los trabajadores a cifras en un sistema que prioriza la eficiencia sobre la humanidad. Esta lógica también aplica al reclutamiento digital, donde la automatización convierte a los candidatos en datos y “palabras clave”, eliminando su individualidad y haciendo de la búsqueda de trabajo una experiencia profundamente alienante.

“Lo más frustrante de buscar trabajo es cuando postulas a una oferta, y a los tres minutos te llega un mail automático: tu currículum fue rechazado. Sin ninguna explicación. ¡Es como si ni siquiera fueras digna de una respuesta!”, comenta una postulante en un foro digital. Este tipo de experiencias, desafortunadamente, son cada vez más comunes en el mercado laboral. Se estima que hasta el 75 por ciento de los CVs son descartados globalmente por filtros automáticos al no cumplir con los parámetros predefinidos. Esta rapidez con la que se descartan aplicaciones amplifica lo que Graeber describe como “inutilidad existencial”, donde en lugar de valorar las capacidades y el esfuerzo humano, se refuerza la idea de que el trabajo, y por ende el trabajador, puede ser descartable o irrelevante.

Esta práctica, sin embargo, no solo responde al uso de tecnología, sino también a la necesidad de gestionar el enorme volumen de postulaciones. En plataformas como Linkedin, las ofertas de empleo populares pueden recibir entre 200 y 300 aplicaciones promedio, y para puestos junior este número puede superar las 500. En este contexto, los postulantes no solo deben enfrentarse a la presión de destacar entre una inmensa competencia, sino también a un proceso que perciben como frío e indiferente.

Redefiniendo las reglas del juego

Es evidente que el panorama laboral enfrenta grandes desafíos, especialmente en un contexto donde la salud mental ya está en crisis y el desempleo amplifica el sufrimiento emocional. Pero no todo está perdido. Cada vez más organizaciones están replanteando sus procesos de selección con prácticas más humanas, como entrevistas personalizadas en las primeras etapas del reclutamiento y políticas de feedback obligatorio para los candidatos descartados. Incluso ya se habla del “recruiting ético”, un concepto emergente que busca valorar el tiempo y las experiencias de los candidatos, promoviendo procesos más respetuosos y justos.

Más allá de estas iniciativas, es fundamental normalizar las conversaciones sobre los desafíos emocionales del desempleo. Hablar abiertamente sobre su impacto psicológico no solo puede ayudar a quienes atraviesan esta situación, sino también generar un cambio cultural en las prácticas laborales. Crear redes de apoyo o comunidades es clave para compartir experiencias, aprender de otros y evitar el aislamiento social.

En definitiva, si bien es cierto que encontrar trabajo hoy en día por momentos puede sentirse como ganar la lotería, hay algo que está lejos de ser un juego. Un futuro que priorice la dignidad y la salud mental de las personas no solo es posible, sino necesario. Tanto las organizaciones como los candidatos deberán comprometerse para construir esta nueva dinámica.

* Psicóloga Laboral y consultora en Recursos Humanos - linkedin/in/noel mertnoff