DOMINGO
Unitarios y federales

Pensar el país

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Argentina es el país del continente con mayor concentración poblacional, que es, además, una de las más altas del mundo, solo superada por algunos territorios del continente asiático (que concentra el 60% de la población mundial) y de Europa, el de menor extensión territorial después de Oceanía.

Si nos remitimos a la Ciudad de Buenos Aires, su densidad poblacional asciende a 14.500 habitantes por km2, seguida por el conurbano bonaerense, con 2.700 hab./km2 , y en tercer lugar, la provincia de Tucumán, con 65 hab./km2; mientras que el promedio de la PBA (interior + Conurbano) es de 50 hab./km2.

En el caso del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), el territorio de mayor concentración del país, allí viven más de 13 millones de personas en una superficie de 3866 km2, el equivalente a los partidos de San Antonio de Areco, San Andrés de Giles, Carmen de Areco y Capitán Sarmiento juntos, donde habitan cien mil. Y la distancia entre el AMBA y los municipios mencionados del norte bonaerense no supera los 60 kilómetros. En aquella porción del territorio (el AMBA), equivalente al 0,1% de la superficie total del país, se concentra el 32% de la población nacional. (…)

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Como consecuencia de esta hiperconcentración poblacional se ha generado un proceso de despoblación total del interior del territorio nacional: de las 23 provincias argentinas, 12 tienen menos de 1 millón de habitantes y tan solo 5 superan los 2 millones. Hay 19 provincias argentinas que tienen menos de 20 hab./km2 y se podría sumar también al interior bonaerense, que está por debajo de esa relación. Mientras que las provincias patagónicas tienen menos de 5 habitantes por km2, e incluso 1 o menos en los casos de Santa Cruz y Tierra del Fuego. (…)

La fotografía poblacional que podemos imaginar a partir de los datos mencionados no tiene un origen natural ni se ha mantenido en el tiempo con la misma estructura. Las olas migratorias en Argentina no han sido exclusivamente desde el exterior. También ha habido una permanente migración interna de grandes cantidades de poblados desarraigados buscando oportunidades en el pequeño grupo de ciudades o conurbanos concentrados.

El conflicto histórico entre dos modelos, miradas y organizaciones (jurídico, político, institucional, territorial) contrapuestos: unitarios y federales, que marcó la génesis de nuestra formación nacional, aún sigue irresuelto y con tendencia muy favorable hacia el centralismo capitalino y urbano. (…)

Así como la cantidad de población en territorios del interior, lejos de aumentar a ritmo constante, en el mejor de los casos se ha amesetado o, en muchos ejemplos tristes, disminuido, lo mismo sucede respecto a la cantidad de establecimientos productores de alimentos. Cuando una lógica vinculada al crecimiento de la cantidad de población total del país indicaría la multiplicación de actores productivos, lo que ha provocado el combo de concentración poblacional, migraciones internas y desarraigo, ha sido una increíble disminución en la cantidad de actores dedicados a producir alimentos. Por supuesto que la desaparición ha recaído en los productores más pequeños, rurales y del interior (cooperativas, chacras, familias, campesinos, productores tradicionales), en favor del aumento el modelo concentrado, monopólico, megaindustrial, multinacional y urbano. Exactamente el mismo ejemplo se aplica en el sector de servicios.

Cuando en una superficie extensa como la nuestra —número 8 a nivel mundial— la población se concentra en porcentajes inaceptables como los ya indicados, la lógica organizacional del resto de los actores transitará el mismo camino. 

No habrá sector privado interesado en invertir allí donde la escasa cantidad de habitantes no garantice rentabilidad.

Pero el problema es, básica y principalmente, político. La dinámica del mercado cuyo objetivo es maximizar sus intereses a partir de una mayor renta se termina replicando en la política, cuyo “mercado” electoral también se focaliza en mínimas superficies altamente habitadas. No es descabellado pensar que, en Argentina, una fuerza política puede alcanzar el gobierno de la Nación teniendo una buena actuación electoral en tan solo un 0,1% de la superficie territorial nacional (la tercera sección electoral de la provincia de Buenos Aires) donde habita un 10% de la población total del país.

Es imposible planificar una Nación con equidad, igualdad, acceso a derechos y correcto aprovechamiento de nuestros recursos para generar riqueza que sea distribuida en el conjunto de argentinos y argentinas, con semejante nivel de desintegración, desmembración y desorganización territorial y poblacional.

Los efectos de un sistema político que navega en estas condiciones son, también, la excesiva concentración y focalización de políticas públicas allí donde se encuentra el “mercado” electoral, siempre de corto plazo. Transporte, industrias, escuelas, universidades, centros de salud, presencia institucional, conectividad, referentes políticos de primera línea, candidatos, actividades gubernamentales o proselitistas, estrategias, diseños, planificaciones, todo ello se termina encerrando en los mismos circuitos concentrados. Un círculo vicioso o espiral constante hacia un drama sin retorno, como perro que sigue mordiéndose la  cola y disfruta con ello.

*Autor, junto al Movimiento Arraigo, de Arraigo: hacia un federalismo del siglo XXI. (Fragmento).