Es evidente que, tanto gracias a las acciones sostenidas por movimientos sociales de mujeres –dentro de los cuales las mujeres mayores ocupan un lugar– como por las acciones gubernamentales, el tema de la violencia intrafamiliar ha salido finalmente del ámbito privado para ocupar un espacio definitivo en el ámbito público.
Aunque el maltrato de los mayores se identificó por primera vez en los países desarrollados, donde se han realizado la mayoría de las investigaciones existentes, los hechos anecdóticos y la información procedente de algunos países en desarrollo han demostrado que se trata de un fenómeno universal. El hecho de que se esté tomando mucho más en serio es un reflejo del interés cada vez más generalizado por los derechos humanos y la igualdad en materia de género, también por la violencia doméstica, el envejecimiento de la población y una creciente conciencia del costo económico del problema.
Desde que se publicara la primera investigación respecto al tema en Reino Unido, a partir de la observación del síndrome de la abuela golpeada, granny battering (Pérez Rojo & Penhale, 1975), a la actualidad, la producción de material bibliográfico ha sido al menos discontinua. Por un lado, esto puede explicarse con relación a que, si bien la población de adultos mayores es la que más ha aumentado en las últimas décadas, ha sido la última en ser objeto de estudio en cuestiones de reconocimiento de derechos. Por el otro, la resistencia característica a la transmisión del problema se ve reforzada en un grupo que culturalmente ha crecido bajo los mandatos del secreto y cuidado de la vida familiar, tenga ésta las características que tuviere.
Esta publicación tiene como objeto motivar y movilizar una reflexión sostenida, tanto en el ámbito académico como en el social. Su propuesta es que la violencia hacia las personas mayores sea reconocida como una situación digna de atención en las políticas públicas integrales –jurídicas, sociales y sanitarias– dirigidas a determinar cambios.
Desde hace más de dos décadas, diversos estudios realizados en distintos países del mundo señalan que los hijos son los principales agresores de las personas mayores dentro de sus familias. El maltrato a los padres y particularmente a la madre, por los datos y características que se develarán en estos escritos, es abrumante.
El pacto intergeneracional de intercambio de afectos y cuidados de generación en generación se ha deteriorado y, en alto grado y porcentaje, ha sufrido quiebres. Resulta imprescindible una intervención transversal que asuma los costos culturales de este quiebre y favorezca nuevos acuerdos de convivencia entre las generaciones. (…)
Podemos considerar que existe violencia cuando alguno de los integrantes de la familia o entre sus miembros que tengan cualquier tipo de interrelación interpersonal, compartan o no el mismo techo, cometen actos de abuso u omisión contra otros u otras integrantes. Estos actos pueden tener características crónicas, que se manifiestan y mantienen a lo largo del tiempo, o permanentes, que se ejercen en forma constante. También se pueden manifestar de manera periódica, o sea, repetirse en momentos puntuales de la vida familiar o en ciclos de tiempos determinados. El clima familiar violento se caracteriza por generar un contexto en el que el exceso de afectos intensos como el odio, la hostilidad, la agresión y la intolerancia a la diferencia promueven diversos comportamientos. Estos pueden manifestarse desde los maltratos más imperceptibles hasta los que pueden llegar a asumir expresiones muy violentas. En general, sus desencadenantes inmediatos están representados por cuestiones domésticas de convivencia o de interrelación. En este caso la angustia, la incertidumbre y el temor creciente de los integrantes de la familia obstaculizan que estos puedan predecir hasta dónde pueden llegar las acciones de la persona que está ejerciendo violencia ni cuánto pueden durar. Incluso, es posible que ocurra la imposibilidad de autoprotección. Las modalidades de expresión de violencia son indicadores útiles para quienes asistimos a las víctimas, porque nos permiten evaluar el riesgo en el que se encuentran y actuar en consecuencia. La importancia de poder determinar y describir un fenómeno tan complejo en sus cuadros y modalidades radica en aportar reflexiones y herramientas conceptuales útiles para poder realizar estimaciones eficaces a los fines de intervenir en su prevención y en los distintos niveles de su asistencia.
*Compiladora de Maltrato a mayores. Hugo Benjamín Editorial. (Fragmento).