El uso del lenguaje: estrategia de “El General”
Acceder a la densidad ideológica de ciertos personajes históricos requiere, con frecuencia, atravesar ciertos mitos: los que encarnan las personas en cuestión y los que construyen sus antagonistas. El mito es, como tal, un enigma, refractario al análisis lógico y racional, incompatible con las ideas de construcción metódica. En el caso puntual de la figura que nos interesa, muchos de esos mitos tuvieron su origen en las obras de investigadores extranjeros que, luego de establecer tal o cual aspecto concreto del fenómeno peronista, se rindieron ante las dificultades de abordar una ideología que no se calificó a sí misma como tal. Juan Domingo Perón brota en sinergia con un momento nacional. Así, para rastrear sus ideas, es bueno consignar el panorama: hay una guerra donde los aliados han puesto en retroceso a las fuerzas del Eje, una Argentina relativamente próspera que lleva sin embargo, diez años de gobiernos fraudulentos, una frustración generalizada y un sector militar con inquietudes nuevas. De ese paisaje emerge el golpe militar del 4 de junio 1943 encabezado por los generales Arturo Rawson, Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro Farrell. De ese golpe, a su vez, emerge el líder que interesa a estas páginas tanto como las influencias e ideas por él recibidas, procesadas, materializadas.
La revolución del 43 tuvo la acogida mayoritaria de las organizaciones políticas y sociales argentinas. A excepción del Partido Comunista y el reducido sector conservador que rodeaba al derrocado presidente Castillo, buena parte de la sociedad coincidió en identificar al pasado –e impersonalmente a sus responsables– como “Década infame”.
Aunque nadie sabía qué se proponía hacer el gobierno entrante, el poder del anterior estaba tan desgastado que no opuso resistencia a quienes lo desplazaron. El malestar para con “el Régimen”, de neto corte conservador, había llegado hasta ese grado en donde flota la percepción de que cualquier gobierno será mejor que el que está. Sin embargo, transcurrido el tiempo, el tridente de generales no seduce ni satisface las expectativas.
Aun cuando el nuevo poder dé señales contradictorias, el cheque en blanco sigue extendido y la expectativa se mantiene. A su vez, al interior de las segundas líneas de quienes protagonizaron la llamada “Revolución del 43” laten referentes de una oficialidad distinta, entre otros, ese coronel que alberga, además de voluntad de poder, ideas adquiridas en el extranjero, en conversaciones, en libros, en experiencias. Así, en medio de un elenco gubernamental bastante gris, brilla aquella figura por el grado de su exposición, por su don de la palabra y su habilidad política innata. Las expectativas puestas, los sueños colectivos, se proyectan entonces sobre el personaje en cuestión. Cada quien esperará secretamente ver sus sueños realizados en él, que este los rescate de la postergación. Esa es la coyuntura histórica nacional que da marco al ingreso de Perón en escena.
Tal proyección de sueños ajenos fue una constante en el ascenso al poder del gran líder de masas argentino. A veces en simultaneidad y a veces en sucesión, prácticamente todas las representaciones sociales, económicas y políticas argentinas depositaron en él sus frustradas idealizaciones acerca de qué querían para la sociedad en general. Los viejos dirigentes desconfiaron, pero hombres del Ejército, de la Iglesia, empresarios, sindicalistas, radicales, socialistas, reaccionarios y revolucionarios, todos apostaron, por un momento o para siempre, a que sus sueños se materializaran a través de Perón.
Lo que acaso no contemplaron los miembros de aquellos sectores e individuos que proyectaron en Perón sus sueños, fue el hecho de que él pudiera tener sueños propios respecto del poder y de su ejercicio. Como con el tiempo se evidenciaría, sus sueños eran, en gran medida, una original síntesis de los deseos colectivos –anónimos, pero omnipresentes– que circulaban en la Argentina de la primera mitad del siglo XX; por usar una expresión de William Faulkner, lo que hace Perón es “crear, a partir de los materiales del espíritu humano, algo que no existía antes”.
Aquello fue el peronismo, cuyo ideario se constituye con elementos conceptuales muy variados que Perón “saquea” sin mayores pruritos de sus fuentes originales: había ya mostrado desde joven una relación desenfadada con las ideas: las veía como una suerte de patrimonio universal, que no podían sino estar a disposición de quien supiera aprovecharlas. En el mismo sentido, era poco adepto a la convención de la cita formal, a no ser que quisiera apoyarse en el prestigio del emisor (justificando, por ejemplo, su política social en encíclicas papales). Rescata ideas católicas, nacionalistas, socialistas, radicales, sindicalistas y hasta fascistas y comunistas logrando hacerlas convivir en función de sus objetivos. Cuando le conviene, Perón preserva el lenguaje con el que aquellas ideas fueron enunciadas, y en un momento posterior, cuando las amalgama de modo que le resultan productivas para sus fines propios, las hace recircular ya bajo la terminología característica del peronismo. (…)
Desde luego, Perón no llega a construir nada parecido al gran relato bíblico sino, acaso, un catecismo. Pero cada mandato que lo compone –apotegma, dirá él, o más llanamente Verdades– se respalda y fundamenta en una justificación racional con la misma solidez con que habrá de instalarse en una realidad más concreta que ideal.
Al poner en práctica ideas de otros con una contextualización propia, lo que hizo Perón fue darles vida. Es decir, transformó aquellos postulados o potenciales procedimientos en acción pura. En consecuencia con esa realidad, este libro procura ir a la búsqueda de las fuentes de un ideario en el que la concepción vale, encuentra su justificación, en la acción.
☛ Título: Perón: pensamiento para la acción política
☛ Autor: Carlos Piñeiro Iñíguez
☛ Editorial: Futurock
Seamos el cambio que queremos ver
Una marca de moda sostenible hoy es el camino más sano para generar un cambio profundo en la industria de la moda. Sin embargo, a la hora de abordar cualquier proyecto se requiere de una cantidad de conocimiento que deberemos poseer para lograr nuestro objetivo.
Esta guía te ayudará a conocer en detalle cómo es la industria de la moda, desde una mirada sostenible, cercana, a partir de consejos y anécdotas de primera mano, que la diseñadora ha vivido a lo largo de sus años de profesión en la industria. Transitarás cada concepto de la compleja trama que hay detrás desde la idea al producto sabiendo que podemos cambiar cada paso que damos.
Aspectos como branding, modelo de negocio, diseño de colección, selección de tejidos, patronaje, producción, marketing, ventas y colaboración con otros profesionales son algunos de los hitos que explorarás a lo largo de la lectura. Además, tendrás acceso a recursos adicionales como podcasts, material descargable y textos complementarios, enriqueciendo así tu experiencia.
La diseñadora Paola Cirelli ha creado el Método Sewing, que te permitirá con gran éxito, “lograr desarrollar una marca de manera simple y sostenible.”
Este libro es para las revolucionarias de la moda, las raras, las que odian el sistema, las que se sienten afuera, aquellas a las que les motiva generar un cambio, crear una moda sana, colaborativa, para las soñadoras de un mundo mejor. Es para todas aquellas personas a las que les interesa acercarse a la moda desde un lugar más sano y les duele todo lo que se van descubriendo de la industria, maltratadora, y contaminante. Este libro te propone una metodología para crear marcas de moda sostenible en tres pasos, que implementa Cirelli, con éxito y ha perfeccionado a lo largo de sus diecisiete años de profesión en el ámbito de la moda: el Método Sewing.
Consta de tres fases, branding, diseño y marketing. El libro es interactivo, contiene gráficos que te indican diferentes acciones que complementarán la lectura. Puedes ir frenando la lectura y aprovechar para escanear el QR o bien puedes dejarlo para otro momento, donde quieras seguir profundizando en todo lo que Maldita Moda te propone. Todos los QR están pensados para ofrecerte material extra.
El hecho de seguir los dictámenes de la moda de un sistema impuesto hace ciento cincuenta años, dirigido por intereses económicos empujados por empresas textiles, grandes marcas de lujo y revistas de moda, que tiene como objetivo alentar a las personas a seguirla, sin pensar ni detenerse a reflexionar si realmente es algo que desea, que necesita o funciona es algo de lo que, a priori, podríamos desconfiar. (…)
Para trabajar en un cambio real debemos cambiar la industria, conocer el entramado, hablar con las personas, entender sus necesidades y sus faltas. No se puede proponer un cambio sentados desde nuestro ordenador, apretando botones de enter, shift, cntrl C, cntrl P. El cambio está en pensar como diseñadoras, design thinking. El diseño coloca en el centro a la persona, entiende su contexto y resuelve sus problemas de manera disruptiva.
Por eso propongo revolucionar esa idea antigua de cómo se trabaja en una empresa de moda/indumentaria, creada y dirigida por personas que nada tienen que ver con el diseño y la creación. El diseño entra a la moda para transformarla, hace solo treinta años, cuando empezaron a crearse en las universidades y escuelas las carreras oficiales de Diseño de Moda o Diseño de Indumentaria. En donde por primera vez se empieza a asociar la metodología del diseño (design thinking) con la moda. Esta forma de pensar coloca a la persona en el centro del problema, y no evoca sólo lo estético, sino que promueve el bienestar de la sociedad. Por lo tanto, estamos creando un nuevo paradigma sobre el negocio del diseño de moda, una nueva forma de crear moda sostenible. Hoy estamos viviendo esa transformación y el cambio.
Para crear algo nuevo debemos dejar de mirar al resto, y centrarnos en crear nuestra propia manera de hacer las cosas, de esa manera innovaremos a esta industria.
Es importante que como creativas, emprendedoras y diseñadoras, nos cuestionemos, preguntemos y no aceptemos estructuras predeterminadas simplemente porque son las que existen desde hace tiempo. Es importante poner en duda todo lo que vemos. Tenemos que darle la vuelta al sistema de la moda, para que todo lo que ocurre en él empiece por pensar en las personas. (…)
La sostenibilidad tiene tres puntos importantes, el cuidado de las personas, el cuidado del medio ambiente y el crecimiento económico equilibrado para todas las partes. Una marca es sostenible si tiene en cuenta estos parámetros, cuidando en primera instancia a las personas, permitiendo un crecimiento en su calidad de vida, y no en su detrimento y los impactos medioambientales que genera la producción, el traslado y la venta de esas colecciones. Tiene que haber coherencia entre lo que la marca piensa, dice y hace, para que realmente se pueda confiar en ella. ¿Puedo vender una camiseta de algodón orgánico realizada en talleres de condiciones deplorables? ¿O realizada por niños?
Como consumidores, también tenemos una alta responsabilidad, ya que le damos voto a quienes están detrás de la marca. Si en el momento de la compra investigamos y apoyamos a proyectos de cercanía, emprendedores, cooperativas de trabajo, marcas sostenibles cuyos proyectos conocemos, estamos colaborando para cambiar la economía global.
Es interesante pensar que en el momento que decidimos tener una marca de moda sostenible, o montar una verdulería, panadería o estudio de diseño, el comportamiento que tenemos como individuos define también el éxito de nuestro proyecto.
☛ Título: Maldita Moda, cómo crear una marca de moda sostenible y revolucionar el mundo
☛ Autora: Paola Cirelli
☛ Editorial: Nobuko
La salud mental y el posparto
Aunque a priori te puedas sentir abrumado o abrumada por el exceso de información, te puedo asegurar que siempre es mejor saber que no saber, que el conocimiento no es solo poder, sino que es control y es calma. Y esto, en la maternidad y paternidad, vale oro. Ahora mismo, afortunadamente, contamos con muchos medios y recursos para no tener que creer a pies juntillas lo que nos dice el curandero, nuestras abuelas, vecinas o suegras, aunque estas lo hagan desde la mejor de sus intenciones.
Los mitos en torno a los bebés son algo que genera entre risa, miedo y ansiedad: “Yo lo voy a hacer, no vaya a ser…”. Pero es que estas creencias populares se han extendido también al terreno emocional, con frases tan demoledoras como “Déjalo llorar, que así se acostumbra”, tirando por la borda la teoría del apego –sostenida por los más importantes psiquiatras de nuestro tiempo– y que confirmó desde hace años que un niño sano a nivel mental ha recibido desde pequeño un apego seguro. Y eso consistía en sentir seguridad de sus progenitores, ¡no en que lo dejaran llorar o en que se negaran a cogerlo en brazos!
Acabas de llegar del hospital y, lejos de tener la sensación de estar en tu lugar seguro, resulta que de pronto te asaltan las dudas.
“¿Qué fue lo que me dijo la pediatra? ¿Y aquella enfermera que fue tan agradable? ¿Qué era aquello tan importante que me comentó la otra madre que dio a luz conmigo? Pero… ¿Y esto que le está pasando al bebé es normal? ¿Tendrá hambre? ¿Estará estreñido?”
“¿Y este hipo? ¿Y por qué llora?” Y en un abrir y cerrar de ojos de pronto sois conscientes de que por primera vez os encontráis solos con una criatura que depende ciento por ciento de vosotros. ¡Menuda responsabilidad!
Las hormonas, ¿verdad? Ya. Las hormonas y el cansancio, el agotamiento, la falta crónica de sueño, el miedo atroz a que a mi bebé le pase algo, todo lo que hemos oído y leído sobre el síndrome de la muerte súbita del lactante, la fiebre, las vacunas, la próxima cita médica, la angustia al mirarme al espejo y no reconocerme, la barriga que aún me queda y de la que dudo seriamente que vaya a de-saparecer algún día, la ingurgitación de mis pechos, el dolor de la episiotomía… ¡Por el amor de Dios! ¿Cómo puede doler algo tanto?
Las hormonas, ¿verdad? Ya. Y la sensación de soledad, de incomprensión, de frustración, de angustia a veces, de sentir que nadie te entiende y que, aunque lo intenten, no los sientes cerca…, de tener sentimientos encontrados hacia tu pareja, hacia tu familia, hacia la familia de tu pareja. Por favor, ¿me estaré volviendo loca?
Las hormonas, ¿verdad? Ya. Y el estreñimiento y el dolor solo de pensar que un día de estos tengo que armarme de valor e ir al baño para soltar lo poco o lo mucho que he comido estos días. Y es que tan solo de pensarlo me echo a llorar. Sí, deben de ser las hormonas y también el llevar más de tres semanas sangrando “por ahí abajo” sin parar, repito, sin parar. ¡Harta estoy ya de compresas y curas y puntos y entuertos! ¿Es que esto no va a parar?
Las hormonas, ¿verdad? Ya. Y las visitas no esperadas, y el “Pero ¿a ti qué bicho te ha picado hoy? Estás un poco irascible, ¿no crees?”; los comentarios de la suegra, la madre, la amiga, la cuñada y la vecina. Los “deberías, tendrías y por qué no haces…”.
Los comentarios desafortunados del pediatra de turno que te hace sentir la peor madre del universo, de la vecina en el ascensor: “¡Uy, pues si parece que aún lo llevas dentro”!, del “Pues el mío a tu edad ya dormía toda la noche” o del “Este bebé pasa hambre”. ¡Que me importa un pimiento tu opinión!
Las hormonas, ¿verdad? Ya. Y las fotos no solicitadas, y que se asomen al carro y lo despierten y lo toquen, cansada de los que lo cogen incluso en brazos y le hablan como si fuera su hijo, de los besos ajenos en sus manitas, en sus pies, en su cabeza.
Déjame decirte algo, y ahora soy yo, Lucía, la que te habla; la mujer que ha pasado por donde tú estás ahora en dos ocasiones junto a sus hijos y junto a cientos de mujeres a lo largo de casi veinte años de profesión. He de confesarte que no fue hasta que tuve a mis hijos en brazos cuando tomé conciencia de lo solas que estábamos, de lo poco que se nos prepara, de la incomprensión que existe a nuestro alrededor y de la cantidad de juicios de valor que una recibe como dardos envenenados directos a donde más duele. Me apena ver que, a pesar de haber escrito ríos de tinta sobre ello y de abrazar a cientos de recién mamás en su proceso, el sentimiento de miles de mujeres sigue siendo el mismo, incluso en ocasiones más duro aún, debido a comentarios injustos y crueles que se leen en redes sociales y que ponen nuestro cuerpo de nuevo en el centro de todo.
—¿Y tú cómo estás? –les pregunto siempre a las recién mamás cuando llegan a consulta con sus bebés de apenas unos días en brazos.
—Ay…, ¿me preguntas a mí? –me contestó sorprendida María la semana pasada, como si mi pregunta la hubiese pillado por sorpresa.
—Sí, te pregunto a ti, porque el bebé ya sé que está bien. Pero ¿y tú, cielo? ¿Cómo lo llevas? –insistí de la forma más suave, empática y compasiva de la que fui capaz.
María tomó aire, miró a su pareja, le hizo una caricia y después se tapó la cara con la mano, pues con el otro brazo sostenía a su bebé, ajeno al tsunami que estaba sufriendo su madre, y se echó a llorar.
—El bebé, el no dormir, el pecho…, estoy agotada, Lucía, no puedo más. El miedo que tengo a hacerlo mal, el no saber qué le pasa cuando llora... y esta barriga. Ayer me preguntó una vecina que cuándo salía de cuentas –dijo señalándose la barriguita propia de una mujer que acaba de dar vida.
—Mira, María –le dije extendiendo mi mano para que me la cogiera y pudiera sentirme aún más cerca–, el posparto es un proceso muy complejo en el que intervienen muchos factores y recuperar nuestra figura o deshacernos de nuestras barrigas no es primordial.
Lo más importante ahora es mantener tu salud mental a salvo. Esto es lo único que importa en el posparto. Hay mujeres que recuperan la figura sin hacer apenas nada, las hay que se quedan con unos kilos de más durante años, las hay que tras mucho esfuerzo y ejercicio logran volver al punto de inicio y las hay que asumirán que su cuerpo ha cambiado y no volverá a ser el mismo. Y ¿sabes qué?
Todo está bien. Somos diversas y diferentes y nuestros cuerpos y procesos también lo son.
“Escúchame bien, María, es nuestra mente la que nos salvará de las crisis que atravesemos, no la báscula. Será tu fortaleza mental, tu equilibrio emocional y tu resiliencia los que actúen como salvavidas; ahí es donde tenemos que poner toda nuestra atención y todo nuestro amor. En cuidar y salvaguardar esa parte tan importante de nosotras mismas, nuestra salud mental. Tu barriguita a mí me da igual, María. Yo no veo barrigas cuando entráis por la puerta de la consulta, yo veo a mujeres, algunas arrasadas, que acaban de traer al mundo a un bebé y que os encontráis en el momento más vulnerable de vuestra vida”.
Su pareja escuchaba atentamente, asintiendo con la cabeza y pretando con fuerza la mano temblorosa de María que yo había soltado hacía unos segundos, en señal de “Cariño, estamos juntos en esto”. Aquella escena me conmovió. Lo miré, sonreí tímidamente con los labios sellados y asentí a cámara lenta mientras mis ojos humedecidos le decían: “Gracias. Esto justamente es lo que necesita”.
Vaya por delante que mi obligación como pediatra es promover estilos de vida saludables, y eso es lo que hago.
☛ Título: Los virus no entran por los pies
☛ Autora: Lucía Galán Bertrand
☛ Editorial: Planeta
El ángel de la guarda del presidente Milei
Vos, Javier, todo bien con la batalla cultural. ¿Pero tu nombre en la boleta dónde está? Si te quiero votar, ¿cómo te voto?”: así lo apuró Marcelo Peretta durante una cena. Marcelo Peretta es doctor en Farmacia y Bioquímica, y repasa aquella escena sentado a la cabecera de la sala de reuniones de la sede del gremio que preside, el Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos, el Safyb. Toma mates dulces cebados con agua hervida. Convida, pero yo paso. Javier y él solían coincidir antes de la pandemia en La pura verdad, el programa conducido por Mauro Viale. Durante el confinamiento afianzaron la relación.
Peretta organizaba cenas en su casa. Él, ávido de conocimiento, sentaba a su mesa a referentes de todo tipo: políticos, periodistas, economistas, empresarios. “Y Javier explica muy bien la economía. Venía a casa y lo primero que hacía era tirarse en el piso a jugar con Junior, nuestro perro”, sigue Peretta.
—¿Javier iba solo? –pregunto.
—Siempre con Karina. Además, vos pensá, todo en pandemia fue esto. Yo tenía que hablar con el portero y pedirle por favor que no me hinche las bolas. Para no comprometer al de seguridad, quedábamos en que Javier me mandaba un mensaje y entraban conmigo. Manejaba Karina, así que Javier me escribía “ya llegamos”. Yo bajaba y los esperaba, así subíamos rápido.
—¿Había otros invitados?
—Nunca aceptaban la invitación si venían otras personas. Javier me preguntaba y si venía alguien más, me decía “mejor no”. Javier sólo venía con Karina.
—¿Qué comían?
—De todo. Entrada, plato principal, postre, doble postre. Mi mujer, Mariel, cocina muy bien. Sólo una vez hubo un problema. Nosotros no sabíamos porque si no, claro, hubiésemos servido otra cosa.
—¿Qué pasó? —Y… Mariel trajo a la mesa una fuente con salmón. Apenas la apoyó, Karina levantó la fuente como al voleo y la agarró del brazo a Mariel. Muy respetuosa, le dijo a mi mujer: “Javier no come pescado”. Se fueron las dos a la cocina con la fuente.
—¿Y Javier?
—Se puso rojo, rojo, rojo. Ahí nos contó que es alérgico, que sólo oler pescado le molesta. Le di un antihistamínico. Él cenó los quesos de la picada.
Pero la velada en la que Peretta le preguntó dónde estaba su nombre en la boleta no fue la del salmón. “Todo bien con la economía, el mundo, las divisas, ¿pero dónde estás, Javier?”: Peretta recrea el apriete como si Milei estuviera acá, en la sala de reuniones del sindicato. El mate humea, la yerba flota, él sorbe. “Karina no decía nada. Karina es una mujer silenciosa, silenciosa. Callada”, describe. Esa noche en la casa de Peretta los hermanos sellarían una alianza.
Terminada la sobremesa, Peretta los acompañó al ascensor. Los hermanos caminaron hasta el auto en silencio. Los dos sabían que Peretta tenía razón. Nada cambiaría si Javier seguía con lo de siempre: la publicación de textos académicos, las apariciones rabiosas en televisión y radio, los vivos en Instagram.
Se tomaron una semana. Karina consideraba los puntos en contra que implicaría la aventura política: que los iban a ensuciar, que los iban a operar, que tratarían de destruirlos. De todo eso se enteraría Peretta unos días después. Por lo pronto, sonó su teléfono. “¿Van a estar la semana que viene? Me gustaría ir a cenar con Kari”. Peretta sonrió del otro lado de la línea, no quiso preguntar más. Lo citó en su casa para una velada como las de siempre. Cocinó Mariel. Una vez dentro del departamento, Javier anunció: “Me convenciste. Voy para diputado. ¿Qué tengo que hacer?”.
—¿Cómo “qué tengo que hacer”? ¿Qué te estaba pidiendo? –pregunto.
—Le preocupaban dos cosas. La plata. Planteaba, con criterio de libertario, que no podía quedarse con la guita que le pagaba el Estado por ser diputado. Ahí tiramos algunas ideas para que tuviera respaldo económico y pudiese donar el sueldo.
—¿Por ejemplo?
—Reuniones. Él venía dando conferencias. Yo le propuse acercarlo a gente que quería conocerlo. Era una manera de conseguir financiación. Acá estuvo con gente de la UIA (Unión Industrial de Argentina). Yo acá, ahí Javier, ahí Karina.
—¿Y la segunda cosa que le preocupaba?
—Ah, lo dijo bajito. Como si le diera vergüenza. Me dijo que él quería ser presidente.
El 27 de septiembre en un Zoom público con José Luis Espert, Javier anunció su candidatura a diputado nacional en representación de la Ciudad de Buenos Aires por La Libertad Avanza.
El 22 de octubre cumplió 50 años. Karina organizó el festejo, que no sería un encuentro familiar sino un acto en Plaza Holanda, Palermo, al pie del monumento a Nicolás Avellaneda. Javier Milei se paró detrás del micrófono. “Quiero agradecer a mi ángel de la guarda que es mi hermana Karina. A mis padres, con quienes me reconcilié. A mi familia de cuatro patas, Conan, Murray, Milton, Robert y Lucas”, así cerró su primer discurso como candidato. Esa tarde hubo un puñado de personas.
(...)
El 24 de diciembre un avión de Aerolíneas Argentinas partió desde Moscú, Rusia, con una buena cantidad de Sputnik V, la vacuna contra el coronavirus. Estaba a punto de comenzar la “campaña de vacunación más importante de la Argentina”. Habían establecido prioridades para la aplicación de las dosis, pero el 19 de febrero estalló el escándalo del “Vacunatorio vip”. La oposición reaccionó. #27FBanderazoNacional fue el hashtag con el que convocaron en Plaza de Mayo. Ese día Javier Milei y Patricia Bullrich se dieron la mano.
A principios de marzo, cuando la campaña todavía no había arrancado, Javier aceptó algo que no hubiese aceptado jamás: compartir la mesa de Peretta con otras personas. La invitada era Patricia Bullrich, que entonces pensaba candidatearse –como Milei– a diputada nacional porteña. A pesar del apretón de manos del #27F en la Plaza de Mayo, Javier se resistía a ese encuentro. “Él no quería saber nada. Me decía ‘pero no, Marcelo, esa montonera… ¿estás loco?’. Insistí para que se juntaran”, dice Peretta frente a un mate abandonado.
—¿Y cómo lo convenciste?
—Le dije que se deje de joder y que la escuche. Que no tenía nada que perder. “Bueno –me dijo–, hacé la reunión”. Vinieron a casa, cocinó Mariel.
Esa noche, Peretta no alcanzó a recibir a Bullrich en el ingreso del edificio. Lo llamaron de la portería: “Marcelo, bajá que la doctora está acá”. Cuando salió del ascensor, Bullrich se sacaba una selfie con el de seguridad. “Javier vino con Kari, por supuesto. Fue una cena maravillosa. Una afinidad”, recuerda Peretta.
El problema fue unos días después, el 9 de marzo. El diario Perfil publicó una nota con los detalles del encuentro. Estaba, incluso, el menú detallado. No era posible que los hermanos hubieran filtrado la información. Peretta jura que él no fue. Todas las sospechas caen sobre Bullrich, pero los hermanos desconfiaron del gran anfitrión. Nunca volvieron a responderle un mensaje a Peretta. No hubo más cenas. Las advertencias de la hermana –nos van ensuciar, operar, destruir– empezaban a cumplirse. Karina sería, muy pronto y para todos, El Jefe.
☛ Título: Karina
☛ Autora: Victoria De Masi
☛ Editorial: Sudamericana