DOMINGO
Antonio Gades

El verdadero espectáculo

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En mayo de 1966, Antonio marchó al Festival de Cine de Cannes para promocionar la película Con el viento solano, pero antes vivió uno de los momentos más especiales de su vida: bailar para Pablo Picasso. 

Un restaurante chino fue el escenario de una de las más fantásticas juergas flamencas que pudieran darse. Aquel encuentro fue posible por intermedio de Julio Aparicio, Luis Dominguín y el fotógrafo del pintor, el aragonés Antonio Cores Uría, quien también tenía amistad con Gades.

Ese mismo año, Cores le había llevado a Picasso unas fotografías de Antonio Gades, de la Exposición Mundial de Nueva York de 1964, y este, entusiasmado, había desplegado su talento, pintando sobre ellas. 

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Luego de este hecho, Cores llamó a Gades y cuadraron para tener un encuentro por la tarde en un restaurante, pero quería que fuera una sorpresa para Picasso. El día de la cita, en la puerta del local, Cores le dijo a Picasso: “Maestro, es el bailarín Gades”. El pintor se puso nervioso y apretándole el brazo le respondió: “¿Se ofenderán si les convidamos a nuestra mesa?”. Fueron hasta Gades y lo invitaron a compartir la mesa que tenía reservada Picasso. Como en una novela surrealista, cenaron el afamado pintor de ochenta y cinco años, su esposa Jaqueline Roque, el torero Luis Miguel Dominguín, el poeta Rafael Alberti y su compañera escritora, María Teresa León, y parte de la compañía de Antonio, la Polaca, su guitarrista Emilio de Diego y el cantaor Calderas de Salamanca. Una noche de toros y pura danza española, atravesada por anécdotas históricas, mucha camaradería y también por la danza de Gades en honor al pintor.

El único sobreviviente de aquella jornada, el gran guitarrista Emilio de Diego, recuerda: “Picasso era un gran conocedor del flamenco y me hablaba del Niño Ricardo y de otros guitarristas y cantaores... me pedía cosas concretas, me habló de la soleá, la caña, incluso de la rondeña. Ver recitar a Alberti fue precioso. Allí estuve tocando cuatro horas, pero con mucho placer, Calderas de Salamanca también cantó y por supuesto Gades bailó y bailó con toda el alma y le acompañé. Era como un tablao. Fue una reunión inolvidable”.

Antonio bailó sin tablao, junto a su compañera la Polaca. Y mientras Antonio bailaba, Picasso tomaba apuntes en unos papeles: “Parece un gallo de pelea –sostuvo el pintor–, yo lo comparo con un gallo de pelea...”. Antonio seguía con su baile endemoniado, y mirando al poeta Alberti, le dijo: “Recite usted lo que quiera, que yo se lo bailo”. Y el poeta recitó un poema que había hecho una semana antes en Roma llamado El puente de las tetas. Antonio lo interpretó a su modo, lleno de alegría y destreza, y el poeta, maravillado, soltó: “Es como un toro bravo...”.

Lo inesperado sucedió cuando Antonio terminó su baile y, entre copas, salió corriendo hacia el baño y allí lloró de emoción como un niño, por estar ante dos genios de las artes. Gades lo contó en una entrevista con Juan Caño Arecha: “Hay una anécdota que escribe María Teresa León en Memoria de la melancolía. Estábamos con Picasso, con Alberti y María Teresa y una copa, otra copa... y de repente, tomé conciencia de con quién estaba y me fui al baño, me senté y me puse a llorar de emoción, diciendo: ‘Pero, tú, ¿quién cojones eres para estar aquí con esta gente?’. Abrieron la puerta y entraron Picasso y Alberti. Picasso me dio una guantada y me dijo: ‘¿Qué te pasa?’. Le dije la verdad, que estar con ellos era lo más importante que me había ocurrido en mi vida. Entonces Picasso me miró a la cara y me dijo: ‘Por eso estamos aquí, porque eres capaz de llorar en un baño’”.

Aquella tarde-noche francesa, Antonio Gades bailó, Luis Miguel Dominguín toreó con un mantel, Picasso hizo dibujos para todos ellos en las servilletas del restaurante y Alberti leyó un poema. Todo quedó inmortalizado por el fotógrafo Antonio Cores, que pudo retratarlos con su cámara. Después de aquella jornada memorable, Antonio y sus compañeros de la compañía salieron acompañados por Picasso para el Festival de Cannes, pero los flashes que buscaban al genio de la pintura no le dieron otra alternativa que desistir de seguir con sus nuevos amigos artistas.

Gades y los demás llegaron tarde a la función de estreno de la película Con el viento solano, aunque eso no les preocupó demasiado porque el verdadero espectáculo había sucedido un rato antes, en aquel restaurante chino en tierras francesas.

*Autor de Arte y revolución, Penguin Random House España. (Fragmento).