DOMINGO
libro

El poder de la ultraderecha

Cómo entender los cambios políticos.

16_02_2025_milei_cedoc_g
En Los paisajes emocionales de las ultraderechas masivas, Alejandro Grimson trabaja la tesis de que el surgimiento de las ultraderechas de masas y su llegada al gobierno en varios países obedece a un cambio cultural muy profundo que se fue gestando lentamente. | cedoc

Antes de la primera desilusión (el gobierno de Macri) y el inicio de la pandemia donde dominó el miedo y el cuidado colectivo, lentamente se fue produciendo un excedente emocional. Ese excedente era el resultado de la extensión de la cuarentena totalmente imprevista (para las autoridades, la población y ante lo ocurrido en otros de países). A lo largo de 2020 hubo un in crescendo de emociones contradictorias (“quiero cuidar, pero no aguanto más”). Comenzaron los primeros episodios de desprendimientos emocionales, respecto de ese entretejido del miedo y el cuidado. Como sucede en varios glaciares, entre ellos el Perito Moreno, cuando se desprenden bloques de hielo y caen al agua comienzan a distanciarse de su origen y algunos de ellos quedan navegando entre gigantescos icebergs. El principal defecto de esta metáfora es que en lugar de frío, en esta radicalización de las emociones crecía lo que en Argentina se llama “calentura”: el hartazgo, el resentimiento, el odio.

Cuando emergieron a la luz pública datos claros de privilegios de políticos, esos excedentes, desprendimientos y radicalizaciones encontraron las piezas que faltaban para diseñar un nuevo paisaje emocional. Ésta fue la sociogénesis argentina del surgimiento de una nueva configuración de sensibilidad. Esa configuración de sensibilidad implica desilusión y resentimiento por la desaparición de un horizonte de bienestar, el temor a que de manera intempestiva cualquier fenómeno destruya lo poco que se tiene, la imposibilidad de rutinizar una incertidumbre que mantiene el organismo a flor de piel, con una altísima irritabilidad y como mínimo una fuerte presunción de que hay elementos conspirativos que provocan este malestar.

En esa configuración de sensibilidad se estructura un nuevo vínculo “Estado-sociedad” que parte de la oleada de consideración de los gestores del Estado o de los políticos profesionales como “casta”, como privilegiados. No es un movimiento antipolítico, sino antipolíticos, antiestablishment. Allí aparece un nuevo tipo de individualismo, generalmente expresado a través de ese resentimiento, de la ira, de manifestaciones de violencia catártica, o manifestaciones de violencia antiinmigrante, antimujeres, antipobres. Al menos, en el caso de Argentina hay que destacar la relevancia de una nueva concepción acerca de la relación entre las personas y los “derechos”, donde la visión de la base social de Milei es denominada como mejorismo por Pablo Semán.

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Semán aborda los motivos que llevaron a algunos sectores a converger en el apoyo a Milei. La pregunta es cómo se interpretaron aquí vertientes globales de la radicalización y los procesos culturales locales que derivan en operaciones de composición ideológica y política. El anti-intelectualismo, el masculinismo, el libremercadismo como sobrevivencia darwiniana, el antiestatismo entendido como antipaternalismo, son marcas de época. Es un cambio cultural y una transformación de las subjetividades. La derecha extrema propuso terminar con la situación económica crítica prometiendo un cambio de raíz con fuerza, coraje, ley y orden, y desplegando imágenes de violencia y destrucción de instituciones del Estado.

Semán y Welshinger describen a los jóvenes que denominan “mejoristas” afirmando que se ven a sí mismos como unidad productiva a optimizar. “Empoderamiento, autonomía personal, optimización del yo y emprendedurismo son vías para alcanzar la superación moral a través del esfuerzo personal”.

Retomando la descripción densa, “los mejoristas no tienen una fe inquebrantable en el progreso entendido como una fuerza de la envergadura de las mareas. Creen en un progreso personal, tal vez módico, a partir del propio empeño en el mercado”. Sin embargo, tampoco “se perciben como átomos: su vida transcurre entre el esfuerzo, las estrategias para potenciarlo y los apoyos y obligaciones familiares”. Se encuentra conectado con las interpelaciones y las organizaciones de la política. El mejorismo en un lente, “un filtro específico para responder a ellos”.

Vamos a prestar atención a este diálogo entre datos etnográficos y teoría social. Entre los factores relevantes para el surgimiento del mileísmo, Pablo Semán señala “la presencia de lo que se descubre tardíamente como individualismo”. Agrega: las ansias de desarrollo interior, realización y superación personal, la idea de autonomía –encarnada en afirmaciones como: “A mí no me vas a decir lo que tengo que hacer”, o “a mí nadie me regaló nada”, o en la necesidad de expresarse con libertad, desplegar las propias potencialidades, asegurarse perspectivas de futuro e incluso autopercibirse y tratarse a uno mismo como unidad económica a optimizar– configura un vasto campo de nociones sobre los sujetos que son legítimas y prácticas en la vida cotidiana.

Es interesante que Kessler y otros encuentran algo muy similar en los votantes de Bolsonaro: Los votantes de Bolsonaro se consideran empresarios, personas autosuficientes, que trabajan duro, día tras día, para salir adelante y mejorar su posición, sin esperar nada del Estado. Por el contrario, los petistas serían personas “acomodadas”, acostumbradas a recibir ayuda del Estado o a ocupar puestos en el sector público que no requieren esfuerzo ni superación personal.

Este es un triunfo categórico y planificado de una forma de gobernanza neoliberal. A inicios de siglo, Ferguson y Gupta afirmaron que ese proyecto apostaba a la “responsabilización” de los sujetos a quienes “se empodera” cada vez más para que se autodisciplinen. Lo más sorprendente es que tres décadas antes, a finales de los años setenta, Foucault señaló que se buscaba generar en cada sujeto un “empresario de sí mismo, que es su propio capital, su propio productor, las fuentes de sus ingresos”.

Hubo un plan y se ha cumplido. Si la derecha se radicaliza es porque es genuina representante de subjetividades que también giran en un sentido más autoritario. Y que son tanto el producto de doscientos años de pedagogía individualizante, “egoísta, como de las transformaciones materiales del capitalismo en la hora actual”.

Nuevo paisaje emocional

Hay un cambio en las profundidades de la sociedad, principalmente en los jóvenes, quizá más en los varones. Perciben las narrativas “solidarias” del tipo “nadie se salva solo” como falsas o fracasadas. Durante la pandemia y la cuarentena estricta el gobierno hablaba del “Estado presente””por la asistencia social y sanitaria. Pero para muchos jóvenes y no solo para ellos, lo que el oficialismo llamaba “Estado presente” era un fiasco. Veían al Estado ausente en seguridad, fracasando en educación y obstruyendo sus proyectos económicos.

Surgió así una nueva conceptualización de los derechos: “No queremos derechos que nos empobrecen”. Dicen: “Un derecho se debe merecer, porque hay un esfuerzo previo que lo sustenta”. El progreso es personal, no es de “la nación”. Y Milei traduce: “No vamos por tus derechos, vamos por sus privilegios”.

Un punto crítico es la agenda de género. Una gran parte está en contra de los derechos de las mujeres y las diversidades. La marea verde, con su agenda transversal y la inmensa participación juvenil, fue central en las movilizaciones recientes en Argentina y en otros lugares. Una reacción conservadora contra el feminismo recorre el mundo. Hayek le daba centralidad a la defensa de los valores, nosotros diríamos de una tradición hegemónica, y señalaba a la familia. Por eso, mientras los escasos liberales realmente existentes apoyan leyes como la interrupción voluntaria del embarazo o el matrimonio igualitario, los neoliberales conservadores militan su derogación y llevan adelante defensas abiertas del poder patriarcal. Exigen ley de paternidad opcional, derogación de la educación sexual integral, estigmatización del lenguaje inclusivo. Ninguna libertad allí.

Andrea Torricella (2024) analiza grupos que impiden la aplicación de leyes, partidos políticos que incorporan en sus plataformas propuestas de leyes antigénero, mayor violencia contra minorías sexuales, discursos antifeministas, biologización de los argumentos políticos en torno de la familia, la división sexual del trabajo y la sexualidad. Estamos ante un neoliberalismo vinculado al conservadurismo y la familia. La contraofensiva conservadora incluye la politización reactiva del género, el cultural backlash va en contra del cambio social en la jerarquía sexo-genérica y de la ampliación de la ciudadanía en materia de derechos sexuales que atienden la educación sexual y los derechos reproductivos y de la diversidad.

¿Qué implica en la vida cotidiana política esta nueva configuración de sensibilidad? Tiene similitudes con configuraciones propias de etapas de crisis agudas. Hay una expectativa general que en cualquier momento pueda arribar una noticia definitiva. No se conceptualiza la inestabilidad como rasgo de época, sino que el vértigo produce la ansiedad de que algo vaya a definirse (cuando justamente lo único que no ocurrirá pronto es que algo vaya a definirse). Eso genera un estado de estrés social. Más o menos equivalente a una persona que chequea varias veces su email o mira si entró un mensaje en su WhatsApp, que está mirando su Twitter no para pasar el tiempo, sino para saber si hay algo de nuevo que cambie el rumbo. Se miran los portales de noticias, o la TV o se escucha la radio con la expectativa de si el Presidente o el opositor, el amigo o el enemigo dijeron esto o aquello, son culpables o inocentes, alabaron o insultaron al Papa. Y cuando nada de esto pasa, es decir, en la inmensa mayoría de los días, buscan detrás de un hecho de inseguridad, de una noticia sobre inmigrantes, de un insulto de un personaje de la farándula aquellas noticias “realmente existentes”. Son las noticias que hay, o mejor dicho que dan los grandes medios, y ese debe ser el pan de cada día de sociedades estresadas, que agregan resentimiento o canalizan la rabia. Y que frente a la ansiedad y la percepción de inmovilismo, empiezan a tejer creencias y expectativas en sus propios barrios lugares de trabajo, iglesias o clubes de fútbol. Se politizan, solo que hacia la derecha.

Esta tesis acerca del papel determinante del surgimiento de una nueva configuración de sensibilidad, ¿se puede tildar de culturalista? No. Para nosotros la crisis y la emergencia de una nueva configuración no dependen de “la cultura”, en el sentido del conjunto de valores, símbolos o hábitos de una sociedad. En cambio, dependen de la experiencia social, de la vivencia personal y colectiva, y de las formas de simbolización de esa experiencia. La “experiencia”, tal como la enunciamos aquí, no es un suceso más o menos azaroso. La experiencia es historia, sedimentación y subjetivación. Más que preguntar qué su cedió en los últimos tres meses, nuestra pregunta es cómo se conecta lo sucedido con procesos históricos configurativos de una comunidad dada.

Nos pueden preguntar cómo incide la economía sobre la configuración de sensibilidad. Tenemos dos respuestas. Podemos preguntarnos cómo correlacionan ciertas variables estandarizadas con la emergencia de una configuración protoautoritaria. Si hiciéramos esa prueba encontraremos que ninguna es una condición suficiente ni universal. Milei es inexplicable sin inflación, pero ni Bolsonaro ni Trump llegaron a la presidencia por la inflación. Cuando Milei comenzó a crecer en las encuestas no había una recesión prolongada. Había una pospandemia traumática, un crecimiento y una recesión en forma de serrucho, junto con creación de empleo y bajos salarios. Quizá por eso en un país con tanta xenofobia como Argentina, Milei no apeló a ese recurso. Demasiada inflación provocada por la política tradicional como para hablar de inmigrantes.

Los economistas creen que la inflación es un fenómeno exclusivamente económico. En realidad, es multidimensional, abarca todas las dimensiones sociales. Entonces, los economistas heterodoxos sostienen que si hay inflación debe haber una política salarial que acompañe el aumento de costo de vida. Así se resuelve el problema de la inflación que, a su entender, es distributivo. Pero están equivocados. La inflación destruye la organización de la vida familiar, impide prever vacaciones, imposibilita ahorrar o tomar préstamos, destruye el crédito hipotecario, produce estrés, enferma a la gente y tiene graves consecuencias psicológicas sobre la sociedad. En la experiencia internacional había destruido a la República de Weimar y tantos otros procesos. En Argentina había terminado en un evento hiperinflacionario que, en otras sociedades de la región, fue experiencia suficiente para mantener a raya la inflación.

En Argentina se jugó con fuego y aquí estamos escribiendo en medio del incendio.

Abordamos la dimensión estrictamente política. Polarización había desde 2008 en Argentina. Las elecciones de 2015, peronismo versus Macri, fueron súper polarizadas. La extrema derecha no emergió de la polarización. Emergió del fracaso de los dos polos para frenar la inflación. Cuando Quevedo y Ramírez (2021) escribían con razón que la polarización era la ley de gravedad de la política Argentina, se referían a hechos muy concretos: Massa obtuvo en 2015 alrededor del 20% de los votos como tercera opción y terminó apoyando en 2019 la fórmula Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Y todas las terceras opciones fueron devoradas por los dos polos. De pronto, el lenguaje mismo de esos dos polos fue puesto en cuestión como “casta política”. Milei polarizó con ambos. Los derrotó, primero a Macri y después a Massa. E incorporó a su gobierno a Bullrich y a Scioli. Macri quedó como un asesor que mantiene a raya.

La doble desilusión y su articulación con experiencias traumáticas configurativas generaron una cadena emocional de la tristeza que incluía la frustración, la impotencia, la pérdida, el hartazgo, el resentimiento.

Milei supo expresar políticamente esa tristeza y colocar en el futuro una cadena emocional de la alegría y de la esperanza. Enterrada la inflación en el pasado, se abría una nueva época donde los argentinos podrían empoderarse, dejar de ser víctimas de la casta y pasar a ser responsables de sí mismos.

Un outsider llega a la Presidencia

La tendencia global al surgimiento de la ultraderecha de masas demoró en llegar a Argentina, posiblemente por la relevancia histórica del Pacto del Nunca Más, el rechazo a la violencia política y la experiencia de 2001. Al mismo tiempo, la crisis estructural, producto de la deuda, la sequía de 2023, los errores de política económica y la pérdida de legitimidad de los políticos es más grave en Argentina que en otros países.

Si nos guiamos por dos gobiernos de cuatro años que estuvieron a cargo de las nuevas corrientes políticas (Trump y Bolsonaro), la ofensiva conservadora buscó restringir derechos civiles y derechos de los grupos minoritarios. En ambos casos hubo misoginia, racismo, clasismo u homofobia, así como negacionismo de la pandemia y del cambio climático. En ambos casos, se apeló a fake news y se recurrió a discursos del odio.

El caso argentino comienza como un movimiento anti statu quo, antipolíticos profesionales, como expresión de un hartazgo con la crisis más extensa en muchas décadas. Javier Milei era un outsider radical. No formaba parte de ninguna coalición o fuerza. Cuando se abre la crisis de representación y se erosionan sostenidamente los apoyos a las dos principales coaliciones, Milei surge como liderazgo carismático, como hombre providencial, como “poeta vigoroso”. En la campaña electoral utilizaba dos palabras para ordenar su mensaje. Todo el hartazgo y la rabia fueron dirigidos a la “casta política”. Toda la ilusión y la esperanza se encauzaron en la dolarización. Las herramientas eran la motosierra y la licuadora. Después, durante su gobierno, cada uno de estos términos adquirió vida propia.

¿Quién es Javier Milei? Nació en 1970 en la Ciudad de Buenos Aires. No tuvo una infancia fácil. En una entrevista de 2018 dijo que sufrió violencia física y psicológica de parte de sus progenitores. Y por ello se apartó de ellos. Se refugió en su abuela y en su hermana Karina, actualmente secretaria general de la Presidencia. Recompuso la relación con sus padres al inicio de la cuarentena. En su adolescencia y juventud llegó a jugar al fútbol como arquero en cuarta división de un club profesional. Y después fundó una banda de rock de la cual era cantante y compositor.

A los 23 años se recibió de licenciado en economía en la Universidad de Belgrano. Hizo una maestría y un doctorado en Economía. Cuando ingresó a la política como candidato a diputado, en 2021, vivía solo junto a cuatro perros con los que tiene un vínculo muy especial que ha generado polémicas.

Tiene una larga trayectoria profesional como economista en el sector privado. En los últimos años había trabajado con uno de los mayores empresarios de Argentina, Eduardo Eunekian. A partir de 2010 comenzó a dar entrevistas en los medios de comunicación, con su lenguaje particular, que incluye insultos, y su peinado muy personal. Poco a poco se hizo ampliamente conocido por el gran público.

En ese trayecto fue construyendo diversos vínculos, por ejemplo con Guillermo Francos, actual ministro del Interior, que fue funcionario de Scioli, trabajó para Massa y en el gobierno de Alberto Fernández. Es decir, alguien de la política profesional. Sus grandes lineamientos ideológicos incluyen un fuerte neoliberalismo económico, la negación del cambio climático, la negación de la cifra de desaparecidos en la dictadura, la afirmación de que no existen las desigualdades de género y que todo puede ingresar en el mercado, incluso la libre venta de órganos. Se opuso a la cuarentena y a la aplicación de vacunas. Dice que la justicia social es un robo y una aberración, y que él desea destruir al Estado. Obviamente, cuando la ultraderecha dice esto no se refiere a las fuerzas de seguridad y las fuerzas armadas, ni a la ley de la propiedad privada, sino a la protección social del Estado.

En 2021 presentó exclusivamente una lista en la Ciudad de Buenos Aires. Él encabezó la candidatura a diputado nacional, acompañado por Victoria Villarruel. Ramiro Marra encabezó la lista a diputados de la Ciudad. En las elecciones generales obtuvieron un 17%. La existencia del PRO y de Juntos por el Cambio le puso un límite a su potencial. Pero en 2021 se podía palpar en los barrios y en las provincias que el éxito de Milei había tenido un impacto a nivel nacional. La Ciudad de Buenos Aires varias veces ha sido una vidriera relevante para la política nacional.

Mauricio Macri y Fernando de la Rúa, antes de ser presidentes, fueron jefes de Gobierno de la Ciudad. Milei no necesitó ser jefe de Gobierno. La dinámica tan vertiginosa de la crisis y la inflación, facilitó su paulatina instalación en las provincias. Cuando asumió como diputado, comenzó a sortear todos los meses su salario como legislador. Siguió con gestos antipolíticos de ese estilo. Como diputado tuvo posturas increíbles: se opuso a la ley para cardiopatías congénitas (causa frecuente de muerte entre los recién nacidos) y se opuso a la digitalización de las historias clínicas.

Ya en campaña presidencial votó a favor de la propuesta peronista de la eliminación del casi único impuesto progresivo que hay en Argentina, el llamado “impuesto a las ganancias” (que es un impuesto a los salarios altos, del 10% más alto de la masa salarial). Meses después, como presidente, solicitó al Congreso que se volviera a aplicar ese impuesto.

Su campaña presidencial tuvo una estrategia peculiar. Frente al malestar general, frente a la desilusión con Macri y con el kirchnerismo/peronismo, postuló una nueva polarización: el pueblo contra la “casta política”. Frente a la inflación, la promesa de dolarización, acompañada de la idea de no emitir más dinero para después cerrar el Banco Central.

Frente a la idea neoliberal de que el Estado gasta mucho y mal, la promesa de operar con una motosierra y podar el gasto Milei insultaba, maltrataba, decía lo que pensaba sin mediaciones.

En una Argentina tan “marketinizada”, con tanto coaching, eso generó una sintonía especial con una gran parte de los votantes. Su enojo era una metáfora del enojo social. Su anticoaching respecto de qué era lo que la gente quería escuchar, era interpretado como honestidad. En esa “honestidad” discursiva insultó a una de las personas más queridas por los argentinos como es el papa Francisco y reivindicó a una de las personas más odiadas por la generaciones adultas como es Margaret Thatcher, quien ordenó bombardear un barco argentino que estaba afuera de la zona de exclusión. En ese evento fallecieron la mitad de los soldados argentinos que murieron en la Guerra de Malvinas. Cuando Argentina le ganó en 1986 a Inglaterra en el mundial de futbol, con la “mano de dios” y con el mejor gol de la historia, las calles del país se llenaron de gente que insultaba a Thatcher y a los ingleses. Milei la reivindicó en el debate presidencial, con un rating altísimo, y arrasó en la elección.

En el cierre de su campaña electoral, en el estadio Movistar Arena, se calcula que asistieron unas 15 mil personas. Las imágenes que se proyectaban en la gran pantalla aludían al estallido, en sintonía con el paisaje emocional que describimos antes. Incluso reproducían las clásicas imágenes de la explosión de la bomba atómica y la formación del hongo. Sonaba la canción de Versuit Bergarabat llamada Se viene el estallido, algo muy relevante durante la crisis de 2002. Milei la ha cantado en algunos actos, a pesar de que quizá la banda Versuit Bergarabat sería parte del “marxismo cultural”. Pero eso le dio onda de “rockero”, en sintonía con el despeinado y el showman. También cantó Panic show, del grupo La Renga, que dice:

“Por favor no huyan de mí/yo soy el rey de un mundo perdido/soy el rey y te destrozaré/todos los cómplices son de mi apetito.// No te escapes, ven a mí/desnúdate y enfrenta mis dientes/ yo soy el rey, el león/ ven a saber lo que se siente”.

La banda La Renga reclamó y protestó contra Milei. Pero él la sigue cantando.

☛ Título: Los paisajes emocionales de las ultraderechas masivas

☛ Autor: Alejandro Grimson

☛ Editorial: Calas

Datos del autor

Alejandro Grimson nació en Buenos Aires en 1968. Se graduó en Estudios de Comunicación en la Universidad de Buenos Aires. Su maestría y doctorado son en Antropología Social por la Universidad Nacional de Misiones.

Desde 2005 trabaja en la Universidad Nacional de San Martín, donde fue decano del Instituto de Altos Estudios Sociales entre 2005 y 2014. También en 2002 ingresó al Conicet y desde 2017 es investigador principal.

En diciembre de 2019 fue invitado por el presidente electo, Alberto Fernández, a integrarse a su equipo de asesores. Ejerció el cargo hasta 2022, cuando renunció de modo indeclinable.