DOMINGO
A diez años de la muerte de Pepe Eliaschev

El legado de un abuelo y un periodista

16-4-2023-Logo Perfil
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¿Eliaschev? ¿Sos algo del periodista?, es una pregunta que, cada vez que digo mi nombre y apellido, las personas mayores de 40 años suelen hacerme. Y siempre respondo igual:“Sí, soy la nieta. No me molesta que me lo pregunten, ni me entristece; al contrario, me enorgullece. Mi abuelo fue Pepe Eliaschev, un hombre cuya carrera dejó una marca en el periodismo y los medios de comunicación de la Argentina. Muchos lo asocian a la radio, a su forma impecable de usar cada palabra en sus editoriales, a sus libros o alguna que otra polémica televisiva. Sin embargo, casi nadie tuvo el privilegio de conocerlo como abuelo; en realidad, solo unas pocas fuimos afortunadas de vivirlo de ese modo.

Para mí, Pepe Eliaschev no fue solo un periodista; fue también el mejor abuelo que cualquier nieta podría haber deseado. Cumplía con todos los requisitos de un abuelo tipo: tenía pelo blanco, panza, y daba los mejores abrazos del mundo. Pero él además tenía costumbres que lo hacían único. Todos los miércoles, cuando yo estaba en sexto grado, venía a buscarme al colegio al mediodía, y nos íbamos juntos a la pizzería de la esquina. A veces pedíamos pizza; otras veces, un bife con papas noisette. Si el tiempo nos alcanzaba, íbamos a una heladería a la vuelta y él siempre me decía con una sonrisa: “No hay nada que me guste más en esta vida que el helado”. Cuando caminábamos por la calle Juncal, siempre me señalaba una enredadera que crecía en un edificio. Para él era un espectáculo ver cómo esa planta crecía semana a semana.

Las noches que me quedaba a dormir en la casa de él y de mi abuela, era toda una aventura; me leía cuentos para dormir en cada oportunidad. Cuando visitaba su escritorio me sentía como quien descubre un mundo aparte: lleno de premios, fotos con figuras legendarias de la Argentina, como Raúl Alfonsín, y un sinfín de recuerdos. Ese lugar era, para mí, como una cápsula del tiempo que me llevaba a épocas y lugares desconocidos, como una escena de película.

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Después de su fallecimiento, el 18 de noviembre de 2014, hubo una frase que escuché en repetidas ocasiones: “¡Qué legado dejó tu abuelo!”. Al principio, no tenía claro qué significaba realmente “legado, así que busqué la palabra en Google. La definición que encontré decía:“Aquello que se deja o transmite a los sucesores, sea cosa material o inmaterial. Pensé entonces en lo inmaterial, en lo que mi abuelo me dejó como herencia más allá de los recuerdos tangibles. Lo que Pepe Eliaschev me dejó a mí, a su familia y a todos los que lo admiraban fue el coraje de defender sus ideas, la precisión en cada una de sus palabras y la esperanza de que nuestro país pueda mejorar.

Tener un abuelo reconocido por su labor periodística es un honor y una responsabilidad. Pepe Eliaschev fue un periodista que nunca dudó en expresar sus convicciones, incluso cuando sabía que sus opiniones podían incomodar a muchos. Fue, en muchos sentidos, una voz valiente y un ejemplo de ética para quienes creemos en la importancia de la verdad. Su legado sigue vivo, no solo en nuestros corazones, sino también en el mundo digital, como en su página web. Gran parte de su archivo, donado por nuestra familia, está digitalizado y disponible para el público en la Biblioteca Nacional) y en el CeDInCI, (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas). También el SiPreBA, Sindicato de Prensa de Buenos Aires –que él no llegó a conocer; se fundó en 2015– conserva parte de ese archivo tan valioso. Recuerdo cómo, de chica, iba a su casa y jugaba entre las altas bibliotecas, los archiveros blancos y las cajas llenas de papeles.

Fue en el Día de la Democracia, el 10 de diciembre de 2014, cuando Margen del Mundo lo recordó en un acto en el marco de la muestra 40 años de periodismo argentino. A lo largo de estos años, entre otros, recibió homenajes en la Cámara de Senadores y en la Cámara de Diputados y también premios post mortem, como el Security y el Konex. En el Colegio Nacional de Buenos Aires, en el Claustro Moreno –por el primer periodista argentino–, hay una placa que lleva una inscripción simple y significativa: Pepe, periodista. Exalumno. Amó el Colegio.

Para mí, las huellas de mi abuelo están por todas partes, lo veo en cada noticia, cada hito democrático, y en los buenos periodistas de actualidad. Ahora, soy licenciada en Comunicación y me pregunto a menudo cómo vería el contexto actual de nuestro país. Me gusta imaginar que, aunque el mundo haya cambiado, él mantendría sus principios intactos defendiendo siempre su visión con valentía y rigor.

A diez años de su partida, Pepe Eliaschev sigue vivo en el corazón de quienes lo quisimos y de quienes admiran su trabajo. En estos años, la familia creció: nacieron tres nietas más, que algún día también podrán conocer el legado que dejó nuestro abuelo, ese legado que va más allá de sus escritos y que reside en el coraje, en el respeto por la verdad y en el compromiso por un país mejor.

*Licenciada en Comunicación.