DOMINGO
libro

El dinero como valor

Lecturas de este bien económico.

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En Poder y dinero en la era del bitcoin, de Fondo de Cultura Económica (FCE), Marco Mallamaci revela cómo la irrupción del bitcoin, las criptomonedas y las finanzas algorítmicas desafía las nociones convencionales de soberanía monetaria y financiera. | Inés Riádigos

Una especie de tensión paradójica entre libertad y autoridad recorre los hilos de toda la historia humana; una dinámica multiforme entre modos de sujeción, obediencia, insubordinaciones y resistencias, que teje las relaciones entre individuos y grupos y da forma a algo que llamamos sociedad. Al mismo tiempo, el fantasma de una fascinación universal por el poder, sus leyendas, su ejercicio y su teorización recorre los discursos, las bibliotecas y los relatos. (...) Pero la disputa por el poderío no solo tiene que ver con clases sociales que buscan defender intereses particulares sino también con un conflicto general y subrepticio que sostiene la convivencia social desde el problema de quiénes ejercen diversos niveles de mando y cómo se determinan las lógicas del orden y la cooperación. Algo que puede ser conceptualizado como el problema de la constitución de la sociedad y su estructuración. Desde la simpleza de un grupo nómade guiado por la primacía de un individuo hasta el derecho de sucesión y la complejidad de los Estados modernos, un eterno e intrincado drama atraviesa el enigma de la organización social. Un escenario extendido en la temporalidad donde lo que se pone en juego tiene que ver con formas de legitimidad que hacen emanar la potencia de la autoridad. La pregunta medular de dicho drama pasa por comprender dónde está el límite justo entre la soberanía sobre la propia individualidad y el comienzo de la potestad de la sociedad y el Estado.

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Es posible que nunca sea excesiva la autoridad que un gobierno despliega sobre las comunidades y que en el fondo el anarquismo no sea más que una trivialidad disfrazada de utopía; pero al mismo tiempo, la cuestión pasa por la posibilidad de que la sujeción social no devenga en puro sometimiento, sino que permita las ambiguas modulaciones de la libertad. La clave está en comprender un juego de limitaciones cruzadas. El problema central del orden social no es otro que el funcionamiento sostenido y eficaz de mecanismos de restricción que, desde el control de la violencia hasta la legitimidad de las ideas de propiedad, derecho o justicia, aparecen signados por múltiples tendencias monopólicas. (...) A lo largo de la Modernidad se dan dos dinámicas solapadas que trasladan el destino de dichas tramas; en primer lugar, las formas del poder fueron progresivamente gubernamentalizadas y centralizadas por las estructuras legalistas de los Estados y, en segundo lugar, un ente específico amplió su alcance infraestructural para concentrar sobre sí mismo todas las lógicas de conducción, organización y acción dentro de las sociedades: el dinero.

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Tal como lo entendía Simmel, este es tal vez el objeto que mejor expresa la lógica general de la vida moderna; su potencia radica en una especie de funcionalidad que se reduce a ser puro lazo social. Cuando se dice que el dinero no tiene valor de uso, sino solo valor de cambio, se está afirmando su característica de ser simple nexo vacío y abstracto, lo cual le da la capacidad de enlazar la totalidad de las formas sociales posibles. (...) Entre un sostenido proceso de gubernamentalización mediante aparatos estatales y una expansión omnipotente del rol del dinero se ubica el juego de limitaciones cruzadas y el problema central del orden social en la historia contemporánea.

Saber dinerario

Entre los siglos XVII y XVIII, cuando la medida, el orden y la exigencia de unidades abstractas comienzan a marcar el canon epistémico general de los saberes, se da también un desplazamiento en las funciones monetarias. El juego de la amonedación desarma el antiguo círculo del metal precioso y las riquezas para poner de manera progresiva la prioridad en la función calculatoria del cambio. De aquí en más todo valor será pasible de ser amonedado y con ello formar parte de la constante circulación. La consecuencia es que surge una capacidad infinita de representación cuasi inmanente y las cosas comienzan a tener valor por su interrelación en la sustitución de mercancías, el desplazamiento de bienes en el espacio, la remuneración del trabajo y el mantenimiento del circuito económico, sin que dicha valía se desvanezca en el proceso de permutas. (...) Pero fue un tipo particular de práctica del intercambio lo que dio lugar al dinero propiamente dicho: la banca moderna. Como sostuvo John Kenneth Galbraith: “Un proceso tan simple que repugna a la mente”. 

En primer lugar, un sistema de depósitos, custodia y transporte de metales se pone en funcionamiento. La práctica fundamental del Banco de Ámsterdam, los Medici, la Banca de Venecia y la Banca de Génova, entre otros, era custodiar los depósitos de riqueza mientras quedaban habilitados bajo la firma de un propietario inicial para liquidar cuentas. La chispa se produjo cuando apareció un prestatario diferente del depositante inicial y obtuvo un crédito recibiendo parte de los depósitos inoperantes. Para que esta práctica se concretara, la banca cobró un interés, con lo cual se generó un segundo depósito; mientras a los prestatarios se les podía entregar un billete de papel que sería convertible en dinero efectivo (metales); a la vez válido para cancelar deudas y pasar de mano en mano. Como resultado, se formó una segunda dimensión de circulación de valores que nunca volvió a convertirse del todo en su fuente inicial de riqueza material. (...) El sistema funcionaba porque tanto el depositante originario como todo aquel que poseyese un billete convertible podían acudir al ente bancario a cobrar el efectivo en monedas metálicas; el único obstáculo era que no debían hacerlo todos a la vez. Ese funcionamiento solo era posible si se respetaba el proceso circulatorio para que los depósitos ingresasen y egresasen de la banca y generasen intereses mediante el préstamo, siempre que se asegurara que el retiro de efectivo se produjera de forma escalonada en el tiempo a medida que ingresaban nuevos depositantes.

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Finalmente, la oficialización del funcionamiento del papel moneda hacia el segundo tercio del siglo XVIII es un elemento central sobre el cual debe leerse el proceso de consolidación del dinero moderno. El surgimiento de un ente que catalizaba el valor de cambio, absolutamente cuantificable y desligado del uso concreto, hizo que se conformara una problemática que derivó en un triángulo complejo y en una serie de dinámicas cruzadas entre abstracción, centralización y control. (...) En concreto, el saber monetario resulta en una serie de tensiones prácticas y epistémicas sobre su control y formas de producción. El dinero será entonces un signo que se desligó de las cosas, pero su neutralidad basada en su ser puramente nominal no es un factor planteado como inocuo, sino un engranaje fundamental que, de una forma u otra, debe ser controlado de modo cuantitativo

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Hacia la segunda mitad del siglo XX, las concepciones economicistas se trenzaron sobre un choque de perspectivas donde se pusieron en debate las relaciones macroeconómicas entre las tasas de interés, los flujos financieros y el rol del Estado en convergencia con la gestión del dinero. Luego del poder de los Estados de bienestar y las instituciones internacionales que buscaban equilibrar la economía mundial de posguerra, hacia la década de 1970, con la financiarización del sistema económico mundial, el punto ya no fue tanto la pregunta teórica sobre si el dinero se trata de una ficción desligada de la producción o no, sino sobre cómo debía controlarse la dinámica de un ente que se había desprendido absolutamente de las cosas pero, al mismo tiempo, se había posicionado como la columna vertebral de la geoeconomía, los procesos productivos y los modelos de acumulación. ¿Son los bancos centrales y los Estados los que deben regular el funcionamiento de las monedas o son los mercados los que deben marcar el punto de equilibrio? ¿Corresponde a los bancos centrales ocupar una posición técnica pretendidamente apolítica o deben ser un instrumento de política económica y planificación gubernamental?

En definitiva, no se trata simplemente de que el dinero haya surgido como una tecnología para resolver las trabas del intercambio en los mercados de aquel naciente capitalismo, sino de cómo las redefiniciones sobre el modo de entender el círculo entre necesidad material, riquezas, valor y circulación de compromisos reposicionan la función de la moneda a lo largo del tiempo. A partir de dichos desplazamientos se desarrolla un saber-poder específico en torno al dinero y con ello un largo proceso de estructuración del dispositivo monetario moderno. (...) Entonces, tal vez no se trate tanto de preguntar en qué medida el dinero es un ente político, sino de comprender el proceso por el cual, mientras un sistema técnico como el del lenguaje permitía la conformación de un orden específico denominado político (mediante la constitucionalidad), la concretización de otro sistema técnico como el monetario daba lugar a una segunda forma de regulación, superpuesta y entrelazada a la primera que, sin dejar de ser política, impondría sus propios mecanismos de coherencia, control y espacialización del tiempo. 

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Los objetos más cercanos y mundanos suelen ser los más difíciles de descifrar y comprender; en palabras de Heidegger, aquellas cosas cuya existencia se da por sentada quedan envueltas en un estado de precomprensión, que en definitiva es lo que permite las prácticas cotidianas y colectivas de la vida. Esto se aplica, por ejemplo, al lenguaje, al verbo ser y a un sinfín de fenómenos que atraviesan la inmediatez del ejercicio social. Ese estado de precomprensión es lo que Hannah Arendt llama “trama de prejuicios”, aquello que se comparte, que ya no se juzga y que funciona como el fondo común sobre el cual es posible ejercer la acción. En el caso del dinero; sus funciones pueden cohesionar económicamente a la sociedad porque su uso tiene la fuerza estructural de una trama de prejuicios. Las personas no se hacen las preguntas básicas de la teoría de la moneda y el comercio en su interacción económica. (...) Ahora bien, ¿cómo se enlazan las dimensiones del poder, la tecnología y el dinero?

En primer lugar, si se toma la noción tradicional de dinero como medio de intercambio, puede plantearse una articulación directa con la definición de lo técnico en términos instrumentales de medio-fin. Para el pensamiento ortodoxo, aunque a primera vista el dinero parece generar una contradicción por no tener ningún valor de uso intrínseco, en realidad es una especie de instrumento utilitario eficiente, sobre todo en la función de canje. Se trata de un mecanismo que permite una forma de circulación más compleja que la del trueque simple basado en la doble coincidencia de necesidades. En segundo lugar, dinero y tiempo se relacionan porque la función social dineraria tiene que ver con una forma de enlazar el tiempo pasado y el futuro. La articulación se configura sobre la circulación, pero no como mero desplazamiento espacial de cosas, sino al generar un valor con garantía futura sobre la base de una transacción pasada. Aquí descansa la función de reserva de valor; o sea, la valía puede ser conservada porque está garantizada su eficacia en el futuro: otros aceptarán el objeto cuando sea necesario intercambiarlo. (...) En tercer lugar, lo técnico también es un modo de la temporalidad humana; si se sigue a Stiegler, sería la espacialización de retenciones terciarias. La apertura temporal de la conciencia humana se convierte en in-conciencia colectiva mediante objetos técnicos que despliegan diversas funciones útiles. A partir de aquí, el dinero puede ser pensado como (...) una tecnología específica de gestión del intercambio y de los compromisos mediante un tipo de deuda. En cuarto lugar y en un plano más concreto, el dinero en tanto medio de intercambio se ha ido transformando de manera acompasada con los cambios técnicos y los mecanismos de producción en cada contexto histórico. Esto es, la acuñación de metales avanzó a partir del dominio técnico de la minería; el papel moneda surgió luego del auge de la imprenta; el dinero fiduciario cobró sentido en el contexto del avance de las telecomunicaciones y, finalmente, el dinero electrónico-virtual tomó cuerpo con la informática y la digitalización.

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La tecnología conforma un sistema de estructuras complejas que estandarizan modos de regulación; el dinero en tanto sistema técnico y todos los engranajes culturales que se enlazan sobre este –al igual que la dimensión tecnológica en general–—conforman un modo de racionalidad, una anatomía político-económica. Se trata del dispositivo que, mediante un juego de poder reticular, se establece organizando las expectativas y la gestión del tiempo bajo la forma de compromisos, deudas o imperativos de pago. A lo largo de la Modernidad, las redes de dispositivos del capitalismo se fueron multiplicando y entrecruzando hasta dar forma a un orden de prácticas en el que, luego del desarrollo de los instrumentos bancarios, el préstamo, el interés y la circulación escalonada de depósitos, el dinero se transformó efectivamente en la columna vertebral de la sociedad. 

El dinero (des)centralizado

Pensado como dispositivo sociocultural, el dinero puede ser definido como la forma más abstracta del intercambio, el lazo social que a través de su ubicuidad define de manera más acabada la vida de todo un período histórico (tal como lo entendía Simmel). Su función absorbe (y al mismo tiempo genera) tensiones y contradicciones sociales mediante una matematización financiera genérica del valor y la temporalidad económica. Si seguimos a Aglietta, su rol ha sido determinado históricamente por una triple dinámica de abstracción, centralización y control. (...) Pero al mismo tiempo, una notoria contradicción atraviesa los últimos cincuenta años de la historia del dinero. Por un lado, la multiplicación de sus funciones y la expansión de los mercados han moldeado sociedades globales en las que su circulación infatigable impregna todo el tejido social. O sea, a diferencia de lo que sucedía en las sociedades antiguas, el dinero ahora se transfigura bajo formas y volúmenes disímiles, todo el tiempo en todos los estratos sociales, y funciona como el elemento básico que ordena la vida económica, política y cultural. En tiempos antiguos, la vida, la supervivencia y las necesidades no dependían del dinero, incluso podían existir grupos o personas que jamás atesoraran monedas y esto no implicaba una carencia en sus capacidades económicas. Durante los siglos XIX y XX, aunque ganar dinero era un problema, el acceso a este cobró vital importancia para toda la sociedad. Pero, por otro lado, ha tomado cuerpo una certeza que no conocían los antiguos y tiene que ver con la fragilidad de su valor; esto es, con independencia de cómo se adquiera o acumule, todos comparten la convicción de que perderá valor a medida que pase el tiempo: su depreciación se muestra como inevitable.

Paradójicamente, este nudo funciona en la base del proceso de financiarización iniciado en la década de 1970. Aquello que se puede denominar “triunfo de los mercados” (siguiendo a Goodhart), en relación con el rol de los bancos centrales, el sector financiero y los mecanismos de gestión monetaria, es el proceso que está en la base de la formación de un sistema absolutamente fiduciario del dinero.

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Dentro de este amplio horizonte, con el paso del siglo XX al XXI cobra visibilidad un nuevo problema en torno a las formas del dinero propias de la era algorítmica. En primer lugar, el surgimiento del dinero electrónico (o digital) planteó la pregunta sobre un posible abandono del (...) efectivo (papel moneda físico). Aquí se forma una serie de términos entrelazados sobre significados superpuestos: dinero electrónico, dinero digital, dinero virtual, e-cash, e-money, e-gold, criptomoneda, criptodinero, ciberdinero, entre otros. Si bien la idea de explorar la electricidad y la informática para el desarrollo de nuevos tipos de monedas no es algo novedoso, sino que se trata de un campo específico de la programación y la criptografía desde los años ochenta, a partir de la segunda década del siglo XXI puede observarse un crecimiento del interés en torno al tema, no solo como un fenómeno propio de las ciencias informáticas sino también como algo inevitable para el futuro de las sociedades globalizadas. (...) A partir del cruce entre este campo, el problema de la tecnología algorítmica y la economía digital, surgen saberes que no estaban presentes en la larga historia del pensamiento monetario.

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Más allá de las diversas tecnologías electrónicas que en el capitalismo de posguerra dieron lugar a instrumentos como las tarjetas de crédito, las transferencias online o el uso del homebanking, la innovación que propiamente marcó un quiebre respecto de la pregunta sobre el dinero dentro del mundo digital fue el surgimiento del bitcoin (el protocolo blockchain y el ecosistema de criptomonedas). Desde un enfoque general, esto significó la actualización de una serie de preguntas en referencia a cuáles son las funciones que definen el dinero, cómo puede entenderse el valor real, qué mecanismos delimitan las posibilidades estructurales en una economía monetaria, cuál debe ser el rol de los Estados respecto de la emisión y el control, cómo se relacionan lo fiduciario, las reservas, la riqueza, etc. Si durante el último cuarto del siglo XX el paso del efectivo hacia los medios electrónicos de pago ocupó el centro de los debates técnicos, luego de la aparición del bitcoin las preguntas fundamentales han vuelto a entrar en debate abriendo un nuevo arco de cuestiones: ¿qué es el valor en una economía informacional? ¿Puede seguir existiendo la política monetaria soberana en un mundo regulado algorítmicamente? ¿Qué lugar ocupa el dinero en la economía de datos? ¿Cuáles serán las formas dinerarias más consistentes con las futuras estructuras socioeconómicas de un mundo digitalizado?

Internet of money: el dispositivo dinero-poder

Es posible que el bitcoin no llegue a ser la forma universal de dinero en el horizonte futuro de la economía digital, y hasta pueda desaparecer con alguna implosión del sistema criptoeconómico. Por otro lado, nada indica que las monedas soberanas hayan perdido terreno, ni que las criptomonedas pudiesen efectivamente reemplazarlas, sobre todo debido a una serie de limitaciones técnicas que hacen imposible un mundo basado exclusivamente en el bitcoin sin una revolución extrema de las pautas económicas. Pero aun así, la aparición de Satoshi Nakamoto ha generado una ruptura en el saber monetario y en el saber financiero; si se repasa la genealogía propuesta, puede advertirse un enorme movimiento de capitales y formas de innovación de todo tipo. Así como no parecería posible que estructuras de poder tan consolidadas como el sistema de emisión soberana puedan ser borradas con facilidad desde un movimiento tecnopolítico de resistencia, tampoco parece factible que el surgimiento de un ecosistema de criptofinanzas con un ritmo de crecimiento constante y enormes niveles de inversión que involucran a actores de todo tipo y sector pueda desaparecer sin dejar algún rastro.

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La criptoeconomía propone una especie de teleología tecnocrática que intenta convertirse en motor de la historia. Si el dispositivo poder-dinero estuvo engranado a lo largo del siglo XX sobre los mecanismos del mercado en articulación con los bancos centrales, la última etapa de regulaciones sobre las criptomonedas ha generado un nuevo horizonte. Mientras en un primer momento el bitcoin fue una bandera de resistencia frente al poder de Wall Street, una década más tarde se han multiplicado normativas parciales, proyectos de leyes, monedas de segunda generación como las stablecoins y las primeras pruebas de monedas digitales de bancos centrales, con lo cual cabe plantear que, lejos de resultar en un movimiento anárquico y absolutamente disruptivo, las criptomonedas generaron un complejo mapa de (dis)continuidades para el dinero digital.

El futuro definirá si Satoshi Nakamoto fue para el siglo XXI aquello que Law fue para el surgimiento del papel moneda en la era moderna. ¿Podría acaso la historia de las teorías sobre el dinero tener guardado un capítulo para el bitcoin donde este ocupe un lugar junto a las discusiones clásicas sobre el metalismo, los patrones, la emisión elástica y el monetarismo?

 

☛ Título: Poder y dinero en la era del bitcoin

☛ Autor: Marco Mallamaci

☛ Editorial: Fondo de Cultura Económica

 

Datos del autor 

Marco Mallamaci es licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional de San Juan (UNSJ); magíster en Sociología Económica por la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín (Eidaes-Unsam), y doctor en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).

Ha sido becario doctoral y posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).

Actualmente es investigador asociado del Centro de Estudios Sociales de la Economía de la Eidaes-Unsam y se desempeña como investigador y docente de grado y posgrado.