A alguien se le ocurrió llevar una pelota para las fotos. Blanca, con algunos gajos celestes y otros azules, posó entre las camisetas de todos los clubes a unos metros de la Pirámide de Mayo, ahí donde las Madres hicieron historia. Pero, se sabe: cuando aparece una pelota algo se arma. Primero fueron unos pases tímidos entre uno con la camiseta de Ferro y otro con la de Vélez. Enseguida se prendió el de Independiente. Una piba de Huracán no resistió la tentación. Un toque, otro toque, otro más. La ronda creció con gente de Banfield, Boca, Chicago, Lanús, Argentinos. Una hincha de Tigre tomó la pelota y le pegó un sticker con la cara de Pato Bullrich. Una patada, otra patada, otra más. Plaza de Mayo fue, por un rato, un improvisado potrero donde se juntaron hinchas con las camisetas bien puestas para volver a levantar las banderas de memoria, verdad y justicia.
El picadito improvisado surgió en medio de una jornada que organizó la Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol Argentino junto con la legisladora Victoria Montenegro el domingo 16, cuatro días después de que el ejército que responde a Bullrich reprimiera a cualquier sujeto que llevara puesta una camiseta en la marcha de apoyo a los jubilados.
Plaza de Mayo fue apenas el punto de partida de una caravana que, bajo las consignas “En las tribunas faltan 30 mil” y “Fuerza Pablo”, convocó a unos ochenta hinchas con camisetas de todos los colores. El recorrido siguió por tres excentros clandestinos devenidos sitios de la memoria: Mansión Seré, Olimpo y Automotores Orletti.
En la vereda del Olimpo, Vicky Montenegro, jogging azul y camiseta de Boca, le puso palabras a la iniciativa: ‘Es muy importante que podamos habitar estos lugares de memoria. Hoy, lamentablemente, los sitios están cerrados, y los trabajadores de derechos humanos ya no pueden cumplir con sus funciones de manera plena. Esto no solo afecta a los sitios, sino a la memoria de todos los compañeros y compañeras que pasaron por ellos. Hay una falta de recursos y de apoyo que es cada vez más crítica”.
Sospechosos. Unos días después de esa caravana por la memoria, el Ministerio de Seguridad aportó pruebas a la Justicia para identificar a los imputados que participaron de la marcha del miércoles 12 en el Congreso y pidió órdenes de detención y allanamientos. Las pruebas: “Se los ubica dirigiéndose en forma organizada al lugar de la movilización portando camisetas de clubes de fútbol”. Parece un chiste, pero no. Más que una joda, es un peligro. La portación de camisetas como delito. Andar por la calle con una casaca de fútbol convierte a cualquier hincha en sospechoso. ¿De qué? De ser barrabrava, trosko, kuka, zurdo de mierda, golpista o de incendiar patrulleros. Y pertenecer a cualquiera de esas categorías justifica una bala de goma o un cartucho de gas lacrimógeno que le vuele la cabeza. Argentina, 2025.
A la cancha. La camiseta es un símbolo. Un código. Una manera de pertenecer.
Somos hinchas porque tenemos una camiseta que nos cobija.
Usamos camisetas porque representan el color de nuestra pasión. Cuidamos nuestras camisetas porque aprendimos que no se manchan.
La camiseta es todo eso, pero, sobre todo, es identidad.
Memoria. En medio de este contexto amenazante, mañana habrá una nueva marcha por el 24 de marzo. Será, como siempre, una movilización multitudinaria. Será, como nunca antes, una marcha vestida con los colores del fútbol.