En la ciclotimia que hace años padece Independiente, ayer tuvo momentos de buenas y otros de malas. Fue otro episodio que dejó en claro que enfrenta una patología que le cuesta superar. Después de un primer tiempo tibio, sin llegadas ni siquiera tiros al arco, en el segundo protagonizó unos chispazos que justificaron el triunfo ante Lanús.
No fue una actuación con demasiados momentos para rescatar, pero el gran mérito es que aprovechó las pocas situaciones que generó. La primera fue a los 10 minutos del segundo tiempo: Tarzia lanzó un centro llovido a la soledad de Ávalos, el delantero bajó la pelota de cabeza y Mancuello inventó una volea seca al arco que dejó parado a Losada. Una llegada, un gol. En medio de la intrascendencia, una jugada razonable.
Minutos después el partido se volcó: Luciano Boggio fue expulsado por darle una patada en la cara a Loyola y, con uno menos, a Lanús se le hizo irremontable. A pesar de que el equipo de Julio Vaccari se metió atrás para sostener la mínima diferencia. Hasta que llegó el gol de Ávalos cuando faltaban diez para cerrar un partido que Independiente buscó a medias.
Durante el primer tiempo Lanús se aprovechó de esa ciclotimia y fue más que Independiente. Tuvo la pelota, pero le faltó precisión, finura en la definición. Y, además, se cruzó con Rey, que protagonizó dos salvadas con disparos desde el borde del área, uno de Carrera y otro de Salvio.
Con este triunfo, el Rojo vuelve a ponerse en carrera para clasificar a la Copa Sudamericana. Y suma dos triunfos consecutivos, después de una larga racha en la que no podía romper la inercia de los empates.
Además de los tres puntos, de la cancha de Lanús se trajo la solidez que una vez más mostró Rey en el arco y, sobre todo, el rendimiento de Kevin Lomónaco, que cada vez más se afianza como un central sólido, con criterio y gran manejo de la pelota.
La próxima fecha Independiente recibe a Godoy Cruz. Será otra oportunidad para diagnosticar en qué momento de la ciclotimia se encuentra.
