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opinión

Imane Khelif, la argelina que desató la hipocresía

20240803 La boxeadora argelina Imane Khelif va por el oro en los Juegos Olímpicos de París 2024
La boxeadora argelina Imane Khelif va por el oro en los Juegos Olímpicos de París 2024 | AFP

María José Martínez Patiño nació en Vigo (España) en 1961 y cuando estaba en el ápice de su performance deportiva no pudo competir en Los Ángeles 1984. Sentada en el sillón de su casa, vio los Juegos Olímpicos por televisión porque la marca de acceso en su competencia de velocidad con vallas era 13:64, y ella había hecho 13:68, tras llegar a la prueba convaleciente por donarle sangre a su hermano que estaba enfermo de leucemia. Parecía estar viviendo una catástrofe personal, pero no era nada comparado con lo que se le avecinaba. 

Dos años después llegaría la suspensión y quedó fuera de toda competencia. El 29 de enero de 1986, el diario El País anunciaba en su portada: “María José Martínez Patiño pierde su licencia de atleta por tener cromosomas masculinos”. María, la primera mujer española de la historia que recibió una beca para instalarse a vivir y entrenar en el centro de alto rendimiento deportivo español en Madrid, ahora supuestamente era varón.

Se conoce como síndrome de insensibilidad a los andrógenos (SIA) al cuadro en el que una persona que tiene un cromosoma X y un cromosoma Y (que típicamente se observan en los varones), es resistente a las hormonas masculinas (llamadas andrógenos) y termina desarrollando rasgos físicos de una mujer, teniendo caracteres genéticos de un hombre.

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En los primeros tres meses de vida intrauterina, todos los bebés tienen la misma genital que va cambiando con el paso del tiempo dependiendo de la carga genética. En el caso de los pacientes con SIA, el síndrome se transmite genéticamente por herencia recesiva ligada al cromosoma X de la madre. Si son mujeres (dos cromosomas X) no se ven afectadas, pero si solo tienen una copia del cromosoma X y es la que porta la alteración genética, sufrirán la enfermedad. 

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María pasó cuatro años suspendida hasta que su litigio con el Comité Olímpico Internacional y la Federación española tuvo una sanción favorable. Recibió como compensación una cifra millonaria que nunca cobró, para poder seguir corriendo y luego trabajando dentro del Comité Olímpico Español. Hoy es asesora del COI y del COE, cuando en la previa de los Juegos Olímpicos de París 2024, se presenta el problema de las boxeadoras Imane Khelif y  Lin Yu-ting.

Las primeras pruebas de sexo en el deporte olímpico aparecieron a mediados del siglo XX, justamente cuando empezaron a competir las mujeres. Determinar si una atleta es o no mujer es una medida de igualdad que se estableció desde el inicio, así como el concepto de que toda persona tiene derecho a practicar el deporte sin discriminación. Khelif y Yu-Thing fueron separadas de la actividad por la asociación de boxeo para sus competencias, pero aceptadas por el COI para los Juegos Olímpicos. 

¿Dónde está la cuestión? El reporte de la Asociación Internacional de Boxeo es claro: “Las atletas no se sometieron a un examen de testosterona, sino a una prueba independiente y reconocida, cuyos detalles se mantienen confidenciales. Prueba que indicó de manera concluyente que ambas atletas no cumplían los criterios de elegibilidad necesarios y se determinó que tenían ventajas competitivas sobre otras competidoras”.

En la facultad de medicina, cuando estudiás los síndromes de insensibilidad androgénicas, te explican por qué las pacientes son mujeres, pero lo que pasa en la academia no necesariamente réplica en el deporte. En estos días, a dos mujeres las estigmatizaron a nivel mundial.

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En este medio ya he desarrollado el tema de las diferencias entre mujeres cis y mujeres trans al momento de realizar deporte, pero eso no tiene nada que ver con este caso. Acá hay una ventaja natural, no generada.

A la boxeadora argelina, las redes sociales la trataron de “pervertido”, siendo alguien que lleva años compitiendo en torneos internacionales de boxeo: incluidos Tokio 2020 y los Campeonatos Mundiales de la Asociación Internacional de Boxeo (IBA).

Paradigmáticamente, nadie objeta a la joven china Zhang Ziyu que mide dos metros con treinta centímetros y juega al básquet. Su altura estratosférica es disonante con la de sus compañeras y rivales, pero mantiene algo de lógica si se piensa que su madre, Yu Ying, fue pivote de la selección en la década de 2000 y llegó a 1,98 metros, mientras que su padre llegó a los 2,13 metros y también jugó al deporte de la redonda anaranjada a nivel provincial. En el fondo, todos sospechan que hay algo detrás de Zhang y que tiene una ventaja, solo cuestión de verla jugando cuando las manos de sus rivales ni siquiera llegan a la altura de su cara. 

Por el momento, a diferencia de lo que pasa con Khelif, nadie se quejó de tener que competir con una mujer genéticamente beneficiada.

“Lo que pasó con el titular del diario fue un arma para intentar destruirme como persona, no como deportista. Como deportista ya me había destruido la normativa: me apartaron de todo, ya no tenía derecho a competir nunca más. Pero no terminaron con mi vida, yo en algún momento pensé que no podía más… Me encontraba tan sola, tan abandonada en un país en el que yo el día anterior era campeona de España con récord nacional y mundialista… Y de la noche a la mañana la gente te cierra la puerta de la residencia, te quitan la beca y te dicen: ‘Váyase. Búsquese usted la vida y vuelva a su pueblo’”, dijo Patiño hace un par de años, al evocar el momento más oscuro de su vida.

La historia se repite treinta años después.