Hannah Arendt tuvo, en 1924, una relación sentimental con Martin Heidegger. ¿Cómo definir sino como excepcional la relación entre una filósofa judía y el intelectual nazi? Heidegger se dedica a su propia reflexión filosófica, interrumpida por la conquista de alguna joven estudiante, sometido en la vida cotidiana a la autoridad de su esposa Elfride que, aunque intelectualmente rústica, administra la brillante carrera de su marido.
Heidegger sabe que Elfride lo traicionó y que concibió a su primogénito con esa traición, pero igualmente acepta la paternidad y establece con su esposa una perversa relación de dependencia/dominio, garantizándose así una mayor libertad con las estudiantes. De estas conquistas, Arendt es tal vez la más inteligente.
Ella se enamora del filósofo fascinante. Vive con él la primera gran pasión de su vida. Y sin embargo él prefiere a la rústica Elfride. Hannah no acepta tener que ocultarse, prefiere dignamente seguir su vida y su proceso de formación intelectual en otra parte. El nazismo dividirá sus vidas: Hannah, judía, se refugia en los Estados Unidos; Heiddeger adhiere al régimen, lo que le permite un ulterior progreso en su carrera.
En 1950 los dos amantes volvieron a verse en Alemania, y Hannah se siente nuevamente atraída por él, pero el comportamiento falsamente piadoso de él, que le pide ayuda en el período post nazi, la convencen: difundirá su pensamiento en los Estados Unidos, pero nada más que eso. Atraerá hacia sí tanto los celos sentimentales de Elfride como los intelectuales de Martin, que no acepta su éxito.
El comportamiento de Arendt hacia Heidegger demuestra que, en ciertos casos, la altura espiritual no es patrimonio de los grandes pensadores sino de sus víctimas: Hannah fue víctima del cinismo de Heidegger y, al mismo tiempo, de su sentimiento amoroso.
* Doctor en Filosofía. Obtuvo en 1989 el Premio Lukács por sus investigaciones. Es autor del libro Los filósofos y sus mujeres (Topía, 2006).