En el epicentro de la dicotomía entre el orden y la aventura. Así se defendía Roberto Villanueva, el mítico director del Centro de Experimentación Audiovisual del Instituto Di Tella, de las críticas a las mareas y desparpajos que boleaban desde Floridanópolis al teatro argentino de los sesenta. A lo que agregaría décadas más tarde, consultado por Fernando García para “El Di Tella. Historia íntima de un fenómeno cultural”, “hicimos Shakespeare con pintores, escultores, músicos y cantantes. El elenco era tan abierto que hasta había actores” con trazos revolucionarios metonímicos, nunca similares ni comparables, que pondrían Alejandro Urdapilleta y Batato Barea todas las noches en el Parakultural de los ochenta, montados sobre Vivi Tellas y Marcia Schvartz. Dos episodios del arte argentino contemporáneo, que desconoce fronteras entre artistas, y que el Museo Moderno pone en cartelera protagónica a partir de abril con el programa “Arte es Teatro”, una ambiciosa propuesta artística y cultural de exposiciones centrales, dedicadas a artistas y colectivos ineludibles del último medio siglo, que incluye ciclos teatrales y atrayentes jornadas con artistas y especialistas.
“Esto es teatro: Once escenas experimentales del Di Tella al Parakultural” será la exhibición anual 2025 supervisada por Alejandro Tantanian, curador de teatro del Moderno, y Andrés Gallina y Florencia Qualina como curadores invitados, a inaugurarse el 29 de mayo. Se trata de once episodios que proponen “trazar las distintas geografías sensibles que ampliaron para siempre el territorio del teatro nacional”, con algunos nombres conocidos como el mencionado Villanueva, Laura Yusem, Renata Schussheim, y otros fuera del radar, pero también fundamentales, como Víctor García, Kado Kostzer y La Organización Negra. Según Victoria Noorthoorn, directora del Museo Moderno de Buenos Aires, su objetivo desde 2012 apunta a que los visitantes que se acerquen al museo “puedan entrar en una experiencia donde la vivencia de la visita a las distintas muestras pudiese ir construyendo, a partir de la sumatoria de esas experiencias, una experiencia mayor que tiene que ver con algunos ejes temáticos cruzados, o algunas investigaciones de disciplinas o estrategias artísticas transversales”. En este sentido, con el precedente de exposiciones vórtices referidas a las artes del movimiento, “Danza actual” (2023), o las centradas en artistas multifacéticos como Sergio de Loof, “¿Sentiste hablar de mí?” (2020), sumadas a la inmediatamente anterior de “Arte es Educación”, que puso en diálogo los abordajes educativos de artistas y pedagogos; Noorthoorn asegura que era “un curso natural” que el Moderno explorara las relaciones entre las artes visuales y las artes teatrales, en particular con las temporadas exitosas y renovadas de “El borde de sí mismo”, curada por el mismo Tantanian.
“Asomarse a la disciplina del otro desde el borde de la propia y abismarse en la otra” es el bajo continuo del mencionado ciclo en el cual Liliana Porter y Rubén Szuchmacher, entre varios creadores, se contaminaron en “un espacio como un museo que difiere profundamente de la mirada que puede tener ese mismo espectador en una sala teatral, y eso genera también un grado de complicidad en la conformación de la obra. Por lo cual los artistas están invitados a experimentar, a ensayar, a equivocarse, a que a partir del error construir un nuevo trabajo”, avizora Tantanian sobre aquella semilla que floreció a la manera de árbol de mil ramas, en el actual “Arte es Teatro” del Moderno.
“Los artistas en la muestra historiográfica central para este año son artistas de una total radicalidad que cambiaron la manera de pensar el teatro en la Argentina”, subraya la directora del Moderno, “entender que se podía hacer un teatro no jerárquico, donde el texto no sea autoritario, o no dicte, y donde el espectador tenga un posicionamiento que pueda interpelar efectivamente al actor. Y quiero detenerme en Víctor García. Nos reunimos con el escenógrafo Juan Carlos Malcún, quien creó un fantástico archivo sobre la obra de Víctor en Tucumán, y nos cedió mucho material, que estamos digitalizando en colaboración con el Museo del Cine, y tengo la sensación que cambiará la manera de abordar la escena actual. Permitirá a la vez conocer facetas de posibilidades artísticas que aún permanecen desconocidas en nuestro medio a pesar de que Víctor es palabra mayor en el hemisferio norte”, enfatiza Noorthoorn sobre el director y puestista tucumano, quien, con sus monumentales dispositivos escénicos, una vez instalado entre Europa y Brasil desde 1962, resultó modelo y maestro para Nuria Espert, Fernando Arrabal y Peter Brook.
Horror y fiesta. Desde la curaduría es Alejandro Tantanian quien también destaca el trabajo “descomunal” de Víctor García, de quien se podrá apreciar en video puestas de Jean Genet, o una versión del Gilgamesh, desconocidas hasta ahora en nuestro medio. Adelanta, además, que será justamente García quien vertebre el recorrido en las grandes salas de PB entre el Di Tella y el Parakultural: “–Hacemos un foco en– estos dos acontecimientos importantes ligados a un concepto de horror y fiesta, ambas expresiones de respuestas estéticas y éticas al horror de los militares golpistas del 66 y 76. En el marco de la situación política, también la idea es dar cuenta de ciertos desvíos de la línea central del teatro argentino, que tiene que ver con el cruce de géneros, con cierta labilidad en los bordes de las disciplinas, y asomarse a la disciplina del otro”, sintetiza el dramaturgo, director y actor. Dos instantes determinantes en el territorio de las artes escénicas embebidas de los postulados del arte visual más vanguardista, aquel como desafuero, con la contingencia de atar el arte a la vida, y la voluntad de los artistas como hecho anterior a todas las estéticas.
Vale como ejemplo recordar la adelantada “El desatino”, obra de Griselda Gambaro, estrenada en el Di Tella el 27 de agosto de 1965 que produjo el “cisma entre realistas y absurdistas que dominó a los dramaturgos y directores por décadas. Y nuestra curaduría, de alguna forma, intenta trabajar sobre el área de registro que tenían Gambaro y Jorge Petraglia. O sea, curamos bajo esa idea corrida del realismo, que inicia una nueva forma de pensar”, puntualiza.
El desatino. El teatro se construye como un espacio de inestabilidades y desequilibrios, poblado de interrogantes antes que respuestas, maravillosos desatinos que fueron puestos en órbita por esa camada de artistas que definió el fenómeno social que llamamos Di Tella. Por ello, no sorprende que una de sus figuras centrales sea la protagonista de un episodio especial. Dalila Puzzovio, artista y diseñadora, desembarca el 12 de abril en “Arte es Teatro” con “Autorretrato”, mención a la obra de grandes dimensiones que obtuvo el Premio Nacional Di Tella en 1966. Este autorretrato incorporando el cuerpo de la modelo Veruschka será reproducido en salas, mojón del arte argentino conceptual, al igual que los corsés grandes y los yesos desechados, aquellas “cáscaras astrales”, que impactaron en 1963 al vislumbrar el “artes de las cosas”, en las palabras de Rubén Santantonín.
Una Dalila que es mucho más que los famosísimos zapatos con plataforma de 1967, también en exposición en el Moderno, en el pensamiento que en la actualidad su original moda representa un abecedario luminoso con el que transmitir distintas narraciones contemporáneas. Una “plataforma donde te plantás”, que “te cambia la perspectiva”, confesaba Puzzovio respecto a sus elevados tacones multicolores, en una carta de presentación extendida a su obra desarrollada en seis décadas, en vidrieras y sets de TV y cine.
“Para mí es muy especial volver a exponer en el Museo Moderno porque Rafael Squirru, hermano de mi marido Charly –Carlos–, me abrió las puertas del museo cuando estaba en el Teatro San Martín”, se emociona Dalila al referirse a esta muestra que ahondará en su producción entre el inicial informalismo y sus experimentaciones de la época del cartel en Florida y Viamonte “¿Por qué somos tan geniales?” (1966) y los vestuarios de obras del ditelliano Miguel Ángel Rondano, de los primeros setenta. “Y, me trae lindas emociones el Moderno. Me acuerdo de que la madre de Charly y Rafael tenía un petit hotel, que funcionaba de atelier de mi esposo en Cangallo –hoy Perón– y Callao, y yo trabajaba allí mis atados de yesos, cerca de la familia Squirru. Ellos me ayudaban a separar las capas de algodones y los desinfectaban en la terraza. Y Rafael y Charly luego me asistían en ensamblarlos”, piezas para lo que sería la exposición en la Galería Lirolay, “Cáscaras” (1963), curada por Rafael Squirru, y que fue preludio de la explosión del Di Tella.
Pino Monkes, el jefe de conservación del Moderno, en compañía a Patricio Orellana, curador del mismo, trabajaron varios meses en el archivo personal del artista, y los ricos fondos documentales del museo, para dar cuenta de la “avanzada del arte de Dalila, una creadora multifacética, cuyo trabajo con los límites del cuerpo, con la expresividad de la vestimenta, con la relación entre arte, moda y medios de comunicación, y con el lugar de la mujer en el arte y en el espacio público anticipó muchos debates contemporáneos y la consolidó como una figura clave en la historia del arte argentino”. Pone de ejemplos el innovador vestuario para “La vera historia de Salomé” de Rondano, que se representó en el desaparecido Teatro Olimpia, y del cual se expondrán los diseños originales de Puzzovio, la gran mayoría que eran luego confeccionados por costureras del Teatro Colón. Asimismo, se reconstruirá el archiconocido vestido de pañolenci con la leyenda “Dalila”, que causó furor en la juventud, anticipo de esta época de perfiles y autopromoción.
Siguiendo su vínculo con las artes escénicas, Puzzovio, vestuarista exclusiva de figuras como Pinky y Tato Bores entre tantos, apunta que “en la época que cerraban el Di Tella, luego del “El baño” (1968) de Roberto Plate, en el departamento de Inés Quesada de Avenida del Libertador y Callao hicimos los microsucesos, con un miedo de ir todos detenidos. Había un miniescenario y la gente se sentaba en unos banquitos chiquitos entre cortinas. Y bueno, les podía pasar de todo. Comida, no comida, perfume, no perfume. Cuando empezaba los perfumábamos, los acariciábamos, le pasábamos cremas y qué sé yo, y la gente se agarraba de las cortinas”, se ríe a carcajadas al mencionar una performance sin muros que bosquejaba las escenas de los 80 en Cemento y el Parakultural. Esa libertad hermana que ponía, pese a las censuras y las taras, la debutante Nacha Guevara en el escenario del Di Tella. Su paso por el instituto disparará la muestra dedicada a la cantante y actriz, “Nacha Guevara: Aquí estoy”, con curaduría de Álvaro Rufiner, a partir de septiembre de 2025.
Libertad y otras intoxicaciones. “Lo que se presenta en el Moderno es una invitación a otros públicos y a nuevos interesados para entender el poder transformador del arte y la cultura, que es nuestra misión. Estos enormes artistas que pasarán durante este año por las salas del Museo Moderno han sido atrevidos, han generado, han cuestionado, han modificado la manera de vernos y de ver al otro. Celebro esta iniciativa, celebro el “Arte es teatro” como concepto integrador de lo que es la cultura pública impulsada por la Ciudad de Buenos Aires” enfatiza la ministra de Cultura Gabriela Ricardes revisando los nombres de esta fértil programación que aúna también a las jóvenes impetuosas y cuestionadoras artistas Valentina Quintero con “Un día en la vida”, y la recordada Bárbara Bianca LaVogue en “Tu presencia en mí”.
“Que el museo sea un puntapié en los más nuevos artistas y en los visitantes para la investigación, la curiosidad, el entender que tenemos una historia densa de artistas que nos precedieron”, remarca la directora Victoria Noorthoorn y anuncia también que habrá “un nuevo género de exposiciones de arte contemporáneo que denominamos “Exposiciones en cartel”: un ciclo de exhibiciones individuales que adoptarán la forma de espectáculos escénicos, con Lolo y Lauti, Mariana Obersztern, Rafael Spregelburd y Maricel Álvarez”; y un simposio “Arte Es Teatro”, donde referentes de la escena teatral disertarán su relación con la visualidad y con las tácticas del arte contemporáneo, más un homenaje al influyente dramaturgo polaco Tadeusz Kantor.
Acuéstese con Batato. Papeles de grandes dimensiones es la ventana de Valentina Quintero que se inaugura este mes. La artista, que suele indagar las identidades desde múltiples disciplinas, comenta que “el trazado de las líneas, el trazado de los colores, los movimientos, la fuerza que yo ejerzo al trabajar en el dibujo de gran formato es algo que se compone también de mi memoria performativa como artista e intérprete de performance, como también de las vinculaciones afectivas con grupos y amigos. Y exploro espacios como la fiesta y la reunión colectiva desde la política y la calle”, cierra quien reconoce en Fernando Noy, Batato Barea y Alejandro Urdapilleta, íconos del Parakultural, “imprescindibles para pensarse como artista queer hoy en la Argentina”.
Manifiesto de Niños. “El Periférico de Objetos fue un entremedio de confluencia de las distintas prácticas artísticas, sin que dejara de estar en el teatro, pero tampoco se metiera dentro de las artes visuales”, comienza Emilio García Wehbi a desplegar una de las experiencias más radicales del teatro, no solamente local, sino a nivel global. A partir del debut en el Parakultural en 1990 con la versión “herética” en títeres de “Ubu Rey” de Alfred Jerry, este colectivo con Ana Alvarado, Daniel Veronese, Román Lamas, Alejandro Tantanian y García Wehbi, removieron estructuras con un novedoso acercamiento al teatro de los objetos que avistó el presente de instalaciones teatrales. “Nuestros montajes escénicos tenían una disposición instalativa, que era teatral, pero el escenario se transformaba en una especie de instalación con multiplicidad de signos y de características formales: unas cajas grandes de cinco por siete metros, donde había que ver por determinadas mirillas, o a través de proyecciones. O estar en un lugar muy cerrado donde el público se comprimía. Nosotros trabajábamos justamente un concepto que en aquel momento todavía no era de uso común en las artes escénicas y que era el de la instalación”, señala García Wehbi, quien analiza en estos días archivos y documentos, en conjunto con los otros integrantes del Periférico y los curadores del museo, para “Máquina Teatro: El Periférico de Objetos (1990-2009), a inaugurarse en agosto.
Señalando las influencias de sus pares, y también de las otras artes, García Wehbi enfatiza que “nos nutrimos mucho de lo que eran las artes visuales, las artes performativas en relación con la performance y al teatro performático. Hubo mucha influencia de Tadeusz Kantor. Y Kantor era también artista visual. Y nos nutrimos de muchos otros artistas de las artes plásticas para pensar un imaginario visual, o un universo poético posible, desde su forma, para darle vida a la lógica formal del periférico”, cierra el artista. A su vez coloca de ejemplo a los títeres ready-made, que no eran los típicos muñecos facturados como títeres, sino muñecas en desuso “que tenían una otra vida en un otro lugar, y le reasignamos una función nueva en nuestros espectáculos de algún modo trabajando el concepto de ready-made”, asegura el co-creador de los imprescindibles periféricos “Zooedipous” y “Manifiesto de niños”, y escritor de “El Periférico de objetos. Un testimonio” (Ediciones DocumentA/Escénicas. 2021).
“Hoy las artes en general se están moviendo, están dejando sus territorios seguros y moviéndose a otros territorios, entonces esos desplazamientos generan contaminaciones interesantes. Esto implica que el teatro pueda estar ingresando al museo, que la performance puede estar ingresando al museo, pero también que las artes duras o las instalaciones puedan estar ingresando al teatro, que la música confluya con otras disciplinas, es decir, hay un corrimiento y una interrelación y una complementación entre las distintas disciplinas artísticas que hacen que esos movimientos ingresen en territorios que antes no eran de su propia lógica o de su propia autonomía. Y al mismo tiempo permiten que públicos que no son consumidores específicos de, en este caso, teatro, a través del museo, de una muestra del museo, puedan acceder a una práctica que no era tradicionalmente la suya”, sostiene García Wehbi, al observar el sincrónico y novedoso movimiento tectónico actual de sensaciones, discursos y gentes.
Victoria Noorthoorn planta las antenas del Moderno para que “cada vez más al Moderno se acerquen otros sectores no habitúes de los museos, ahora reimaginados dentro del museo-máquina de pensar, vengas de dónde vengas”. Y aporta Valentina Quintero: “siempre hubo movimientos acá en que el lenguaje del teatro se retroalimentaba con el arte y eso para mí fue muy transformador. Y sobre todo porque creo que el ser artista de hoy tiene mucho en su genética de esa configuración rupturista que nos precede de los sesenta y los ochenta”.
En el divertimiento de subtítulos de algunas de las piezas que serán revistadas a partir de abril en el museo de San Telmo con “Arte es Teatro”, desde el Di Tella al Parakultural, más el campo minado de las exposiciones individuales, se busca animar el juego primordial que el teatro y el arte expanden fuera del escenario, en la demolición de paredes letales de totalitarismos y prejuicios. Aldo Pellegrini pensando en romper estas barreras, que además barricaban expresiones artísticas –y públicos–, el mismo año que Rafael Squirru levantaba el telón del Museo Moderno en 1956, sostenía que “los sueños que efectivamente soñamos, ellos sí nos hablan del profundo lenguaje de lo real, donde se engendra la verdadera sabiduría, allí donde el mundo nos cambia y nosotros cambiamos al mundo”. Esto es Teatro. Puro Arte.
+ Info
l “Arte es Teatro” a partir del 12 de abril
l Museo de Arte Moderno de Buenos Aires
l Avenida San Juan 350
Lunes, miércoles, jueves y viernes de 11 a 19
Sábados, domingos y feriados de 11 a 20
Miércoles: entrada sin costo para público general