CULTURA
Metanfetafísica

Sobredosis de pensamiento

¿Quién dijo que no hay una filosofía argentina? Lugar común que hace de pantalla a la evidencia clarividente: claro que la hay, y obras y nombres como el de Germán Osvaldo Prósperi no hacen más que confirmarlo. Lo que el lector encontrará a continuación son dos extractos de su último libro, Metanfetafísica: ensayo de sobredosis ontológica, publicado por el sello Miño y Dávila, en el que el autor argentino pone a prueba su tesis: lo que hay es una sobredosis de filosofía, una marea contra la agrafía y la indiferencia.

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Metanfetafísica. | pablo temes

Introducción                

Por Omar Genovese

Germán Osvaldo Prósperi (Buenos Aires, 1976) es profesor, licenciado y doctor en Filosofía por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Fue becado para realizar cursos y seminarios de posgrado en la Università degli Studi di Genova, Italia (2005-2006), y también por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT) en los años 2015 y 2016.

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Metanfetafísica: ensayo de sobredosis ontológica (Miño y Dávila, junio 2023), es su quinto libro publicado. En el mismo sello editorial lo anteceden La respiración del ser: apnea y ensueño en la filosofía hegeliana (2018), La máquina óptica: antropología del fantasma y extraontología de la imaginación (2019) y Psychomachia I: De Christo et Antichristo (2021). De 2015, bajo el sello FaHCE-UNLP, publicó el título Vientres que hablan. Ventriloquia y subjetividad en la historia occidental.

Metanfetafísica es la puesta en acto filosófica y literaria –en tanto estilo en eso de “escribir filosofía”–, de la paráfrasis acuñada por el lingüista franco-argentino Marcelo Sztrum: scribo ut intelligam (escribo para entender), derivada de credo ut intelligam (creo para entender), frase del escolástico San Anselmo de Canterbury (1033-1109). Pero aquí la fe se perdió en el tiempo del Ser: entendemos porque se escribe. Así la comunión entre el texto de Germán Osvaldo Prósperi y los lectores ocurre en el desarrollo de un Sistema de Metanfetafísica General (SMG), que a su vez se deshace como sistema para reaparecer repensándose, una, otra, y otra vez. La recurrencia del pensar, el carácter omnívoro intelectual, va más allá de la curiosidad por los efectos de Platón como agitación, apnea o respiración en el ansia de lo por venir.

En el extracto titulado “Ahí viene el Ser”, aproximamos el efecto de perderse en el razonamiento buscando lo irracional que nos define. ¿No hay debate intelectual en la sociedad argentina? Bien: hay sobredosis de filosofía, una marea contra la agrafía y la indiferencia. 

En “El glosario armado”, el caudal de significados aproxima las herramientas para abordar una lectura que es aventura para el re-pensar, o desubicarse. No alcanza con estar incómodos, también hay que incomodar, hacer que lo invisible se crea visible, aunque no lo sea.

 

 

Ahí viene el Ser

Por G.O. Prósperi

En suma, lo que intentaremos plantear en este libro es la posibilidad de postular un Otro absoluto –y en esto retomamos la exigencia lévinasiana y, más allá, platónica y neoplatónica– irreductible al Ser/ente (es decir, a la diferencia ontológica y a los dos niveles –óntico (das Seiende) y ontológico (das Sein)– que esa diferencia articula y distingue) pero que no se relativice. 

Para realizar tal movimiento teórico es preciso que esa Alteridad radical no guarde ninguna relación con el Ser/ente; y al mismo tiempo, es preciso que el Ser/ente no dependa de lo Otro, que es lo que ha terminado sucediendo en todos los autores mencionados, posestructuralistas y posmetafísicos incluidos. La hipótesis que intentaremos someter aquí a examen es que el Ser/ente no accede nunca a lo Otro ni lo Otro al Ser/ente. No hay relación. 

La única “experiencia” del Ser/ente es la del Límite que lo circunscribe, experiencia que surge por vez primera con Parménides –recuérdese la noción de Límite último (peiras pymaton) que propone Parménides en el fragmento 8 de su poema y que no ha dejado de atormentar a los estudiosos desde la Antigüedad hasta nuestros días– y que Platón recupera, aunque solo para transgredirla, en La república. En tanto el Límite concierne a la ontología, en tanto es el Límite del Ser, la sobredosis platónica representa realmente un peligro mortal para el Ser, la posibilidad de transgredir el perímetro que mantenía al Ser en su condición propia, es decir siendo. 

La filosofía contemporánea asume este desafío y lo extrema: está convencida de haber des-fundado finalmente al Ser puesto que, teniendo plena conciencia de las insuficiencias de la tradición metafísica, no concibe a lo Otro en términos de Fundamento, que era el modo mediante el cual esa tradición, ya desde el mismo Platón, lograba resucitar al Ser moribundo. Sin embargo, la estrategia que implementan los autores contemporáneos para des-fundamentar la ontología consiste en postular, por un lado, un Otro absoluto fuera del Ser y, por otro lado, una relación entre eso Otro y el Ser. Pero si esto es así, entonces la filosofía contemporánea tampoco consigue desbaratar la ontología. 

En efecto, dado que la única manera de desbaratar al Ser es postulando un Otro absoluto, como bien ha visto Lévinas, y dado que para postular un Otro absoluto es a su vez necesario que no exista relación entre eso Otro y el Ser, ya que relación ⇒ relativización, se sigue que los autores contemporáneos, postulando una relación entre lo Otro y el Ser, no des-fundamentan por completo a la ontología, puesto que lo Otro que postulan no es absoluto sino relativo. 

Por esta razón, si queremos ser fieles a nuestra intención de postular un Otro absoluto que no se relativice, deberemos garantizar la imposibilidad de transgredir el Límite del Ser. El riesgo, desde luego, es que al no haber transgresión del Límite no haya tampoco sobredosis y por lo tanto que el Ser se cierre y se totalice. Sin embargo, uno de los descubrimientos de este libro es que no es necesario que haya transgresión del Límite para que el Ser se des-fundamente y se des-totalice. Al contrario, basta que el Ser/ente experimente su Límite. Es el Límite el que provoca que el Ser/ ente imagine un más allá. Por tal motivo, la postulación de un Otro absoluto fuera del Ser que no se relativice conduce necesariamente a complementar ese más allá extraontológico con una ontología fenomenológica de la imaginación. 

La ontología de la imaginación consiste en que el darse del Ser/ente está determinado por el Límite que lo circunscribe. La proyección imaginaria de lo Otro (genitivo objetivo, pues lo Otro es lo imaginado por el Ser, lo cual no significa que lo Otro no pueda existir efectivamente más allá del Límite, solo que tal cosa es inverificable) determina el darse del Ser/ente, la modalidad de su aparecer. Es el hecho de no poder atravesar el Límite lo que provoca que el Ser imagine la transgresión y se sobredosifique. El Ser, al imaginar (lo cual equivale a “el Ser, al ser”), existe fuera de sí. Nótese que no hay ninguna intervención de lo Otro en lo Mismo, ni rostro ni huella ni asedio, y por eso no se relativiza. 

Todo sucede al interior de la ontología, al interior del Ser/ente. Lo Otro mantiene su condición absoluta: no funda (neoplatonismo), no se revela (Marion), no responsabiliza (Lévinas), no abre ningún espacio de juego (Derrida), no marca o des-obra (Blanchot), no inhiere o asedia (Ludueña Romandini), etc. Es el Ser/ente el que, llegado a su Límite, imagina lo Otro, al cual sin embargo nunca accede, y en esa imaginación se da; es más, su darse es ese proceso imaginario, la apertura que hace posible su aparición y al mismo tiempo su descalabro. 

Se objetará que, desde el momento en que existe un Límite entre el Ser y lo Otro, lo Otro se ve limitado y por lo tanto pierde su condición de ab-solutus, de des-vinculado, de no tener respecto, puesto que se vincularía precisamente con el Límite. Sin embargo, esta objeción solo es pertinente respecto al Ser, pero no se aplica a lo Otro, al más allá del Límite, puesto que no sabemos ni podemos saber nada del más allá, ni siquiera que es ab-solutus en el sentido de desvinculado o de in-finito en sí mismo. 

Por eso cuando en este libro decimos que lo Otro es absoluto nos referimos simplemente a que no tiene una relación con el Ser, es decir con el más acá del Límite, pero eso no significa que no pueda tener una relación con la cara externa del Límite, al cual conviene imaginárselo –por comodidad pedagógica– al modo de un Muro o, mejor aún, como la superficie liminal de una Esfera. 

Lo que vuelve absoluto a lo Otro es la infranqueabilidad recíproca del Límite, el hecho de que no existe relación entre un lado y el otro. Absoluto no significa por eso, al menos desde nuestra perspectiva, infinito o ilimitado, sino inaccesible e inefable. Afirmar que lo Otro que Ser es infinito o ilimitado o inaccesible o inefable es ya decir demasiado, es ya predicar algo positivo de lo Otro. 

Pero tal predicación, en función de la condición infranqueable e impermeable del Límite, está vedada. Aun admitiendo que lo Otro se relaciona con la cara externa del Límite, sigue siendo absoluto, aunque sólo para el Ser, puesto que no hay relación entre el más acá y el más allá del Límite. En síntesis (y a riesgo de ser reiterativos): la condición absoluta de lo Otro es válida sólo para el Ser y no para lo Otro en sí mismo, por eso debe tenerse siempre presente que entre el Ser y lo Otro no hay relación. 

 

El glosario armado

Por G.O. Prósperi

Alien. Es lo Otro que Ser pero que, por situarse en el lado interior del Límite, mantiene una relación (de acoso, asedio, interrupción, etc.) con el Ser. Es el Horizonte que abarca, sin totalizar ni reducir ni homogeneizar, las zonas irreflexivas del Límite, las manchas opacas que asoman entre las hendiduras de los fragmentos espejados y que son irreductibles al aparecer fenomenológico. Es una pluri-dimensionalidad extra-ontológica porque no pertenece al Caos sino, como el Espejo, al Límite. Lo Alien ingresa al Ser a través de la imaginación diabólica. A diferencia de X que es un Otro absoluto, lo Alien es un Otro relativo. 

Caos. Es lo Indeterminado, lo Infinito y lo Ilimitado: to apeiron. Se caracteriza por la velocidad infinita, la evanescencia y la inconsistencia. Nada aparece en el Caos, nada se muestra, todo se desvanece antes de esbozarse. El Caos es una dimensión pre-ontológica, pre-física y pre-fenomenológica, pero admite ya al Pre-Ser y a la Pre-Nada como efectos de après coup. Resulta de-terminado por el Límite en el Acontecimiento onto-fenomeno-génico. Al chocarse con el Límite, el Caos se parte en dos: un lote positivo, el Ser, y un lote negativo, la Nada. La partición del Caos, correlativa a la rotura del Espejo, marca su acceso a la mostración y su determinación fenomenológica. 

Espejo. Es el lado interior del Límite que, a diferencia de lo Alien, refleja al Caos y, a raíz de esa reflexión, lo hace aparecer. Gracias a que el Espejo refleja e ilumina al Caos, el Ser puede originarse, puesto que Ser y Aparecer, para la ontología fenomenológica de la imaginación, coinciden sin resto. El Espejo le proporciona al Caos la oportunidad de su mostración. Sin embargo, el Espejo está roto y fragmentado producto del choque con el Caos en el Acontecimiento onto-feno- meno-génico, razón por la cual lo que recibe el Caos, ya transducido en Ser y Nada, no es un reflejo único y fiel, sino una multiplicidad delirante y distorsionada de imágenes-otras. La rotura del Espejo provoca la rotura correlativa del Ser. 

Imaginación diabólica. Es la función dehiscente, separadora, disyuntiva de la imaginación. A diferencia de la imaginación simbólica, la imaginación diabólica se caracteriza por separar o desunir elementos que se encuentran unidos. Es la potencia que permite experimentar el Límite y que abre al Ser a sus zonas de inapariencia y de impresencia. La imaginación diabólica lleva al Ser a su propio límite, lo sumerge en las hendiduras que se insinúan entre los fragmentos espejados y que lo abren a un horizonte Otro. A través (dia) de la imaginación diabólica, lo Alien ingresa en el dominio ontológico y disloca al Ser. 

Imaginación simbólica. Es la respuesta del Ser al acoso de lo Alien y, más allá, de X (entiéndase: de la X proyectada fantasmáticamente). A través de la operación conjuntiva del símbolo, el Ser pretende conjurar la disyunción que lo abre a su Otro. La función simbólica de la imaginación, es decir mediadora o intermediaria, determina el modo en que el Ser se da y aparece. La operación simbólica es del orden de lo ontológico y no –o solo secundariamente– de lo antropológico. Simbolizar quiere decir suturar –en realidad, intentar suturar– los fragmentos del Espejo. Suturar el Espejo, para el Ser, es suturarse. La rotura del Espejo excita el deseo de sutura. 

Límite. Es la Disyunción Originaria, la Dehiscencia Primigenia, el Muro que separa un más acá, constituido por la ontología y la extra-ontología relativa, de un más allá, constituido por la extra-ontología absoluta. Más acá del Límite es el Caos, el Ser y la Nada, el Espejo y lo Alien; más allá, X. El Límite es lo que determina al Caos y lo conmina a manifestarse y aparecer, es decir a transducirse en Ser y Nada. La naturaleza inviolable del Límite genera en el Caos el Phobos Primordial y la proyección fóbico-fantasmática de X que darán lugar a la aparición de lo Real y al origen del Mundo. La primera formulación histórico-filosófica del Límite es el peiras pymaton del poema de Parménides. 

Ontología fenomenológica de la imaginación. Es la disciplina del SMG que estudia el darse del Ser. Parte de la premisa, de inspiración heideggeriana, de que Ser y Aparecer son lo mismo o, también, de que el Ser es en tanto que aparece. Antes de la de-terminación del Límite no había Ser sino Caos, puesto que no había aparecer. El Ser comienza en el momento en el que el Espejo le devuelve al Caos miles de reflejos que, a la vez que le permiten aparecer, lo rompen en mil pedazos. La condición fenomenológica del Ser implica que todas las cosas existen fuera de sí, extra locum suum. La ontología fenomenológica contempla también a la Nada que dinamiza el aparecer del Ser con franjas de inapariencia relativa. El aparecer del Ser es un efecto de la proyección fóbico-fantasmática de X y, por ende, su naturaleza es también fantasmática e imaginaria. El Ser y la Nada son el esfuerzo imaginario del Caos por superar el Trauma Originario (Urtrauma) ocasionado por la de-terminación del Límite. 

SMG. Siglas que significan Sistema de Metanfetafísica General. El SMG es el nombre de la disciplina filosófica que estudia la sobredosis del Ser e intenta, a partir de allí, elaborar una arquitectura conceptual coherente. Se divide en dos grandes secciones: una de inspiración idealista, que concibe a lo Otro que Ser en términos de exceso o altura (lo Uno, el Bien, etc.); otra de inspiración materialista, que concibe a lo Otro que Ser en términos de defecto o profundidad (la Materia primera, la Chora, etc.). El SMG no establece ninguna jerarquía entre ambas corrientes puesto que sólo le interesa la sobredosis y la des-fundamentación de la ontología, tanto hacia lo supra-ideal cuanto hacia lo infra-material. La hyper-ontología y la hypo-ontología, para el SMG, son igualmente válidas.

Sobredosis del Ser. Es el colapso del Ser, su encuentro fóbico-fanasmático con lo Otro. Su primera enunciación filosófica es el epekeina tes ousias de República. A diferencia de la historia de la metafísica, cuyo objetivo prioritario es rehabilitar al Ser y recuperarlo de la sobredosis, la metanfetafísica se propone extremar la sobredosis hasta que el Ser entre en coma. La sobredosis, que el SMG entiende en términos imaginarios y fantasmáticos, es lo que permite la des-fundamentación del Ser, lo que pone al Ser fuera de sí y, de ese modo, desbarata la ontología. Así como X es la sobredosis del Ser, la metanfetafísica es la sobredosis de la metafísica.

X. Es lo Otro absoluto, el más allá del Límite al cual no hay acceso. Nada se puede decir ni pensar de X en-sí. A diferencia del noúmeno kantiano, X no es la causa hipotética o genética de los fenómenos ni su faceta oculta e incognoscible, sino un Otro absolutamente diverso tanto de lo fenoménico como de lo nouménico. Es una proyección fóbico-fantasmática del Caos y, luego del Acontecimiento onto-fenomeno-génico, del Ser, es decir del Caos ya determinado. Dado que X es inaccesible, nada impide que pueda ser efectivamente más allá del Límite, pero no hay modo de corroborarlo. X indica la sobredosis extrema a la que puede llegar el pensamiento: ni el Ser heideggeriano, ni el es de la différance derridiana, ni el Dios marioniano van tan lejos como X, que ni siquiera admite un término por detrás de la tachadura. X no tacha nada, es sólo la tachadura. Considerada en-sí, es el Afuera absoluto y radical del Ser y del Lenguaje, pero considerada para-el-Ser, es un Afuera que puede ser dicho y pensado imaginariamente. En esta posibilidad imaginaria de decibilidad, el SMG encuentra su justificación como ciencia ficcional.