Tentativa de una novela total, o el proyecto de agotar, a través de la ficción, los múltiples ángulos que alimentan una leyenda que, precisamente por carecer de registros, sirve a la escritura como laboratorio de conjeturas sobre la figura del Che, y especialmente de su paso fantasma por la ciudad de Guayaquil, donde permaneció un par de meses, en 1953, antes de emprender su viaje a Guatemala, vía Panamá, y de allí a México, donde conocería a Fidel Castro y su destino cambiaría para siempre.
Triángulo Fúser. La despechada, poética y fantasmagórica vida de Ernesto antes del Che, de Ernesto Carrión, más que el deliberado proyecto de desmontar un mito, invita a problematizarlo a través de una estrategia acertada: ahondar en los años en que Ernesto Guevara no era todavía el Che, sino un joven de veinticinco años, médico especialista en alergias, un tipo apuesto, sin mucha formación política, y sin más propósito en la vida que viajar, leer poesía y sumarse a las aventuras que el destino le deparase.
En ninguno de los dos diarios publicados por el Che se hace mención de su estadía en Guayaquil. Tampoco en el libro que escribió póstumamente su padre. Pero algunos pocos indicios lo retratan viviendo en una pensión en el centro de esa ciudad, en compañía de otros jóvenes argentinos, y estableciendo vínculos con poetas ecuatorianos vinculados con la comunidad LGBT. La novela, entre otras cosas, conjetura acerca de la posible homosexualidad de Guevara, o al menos su probable bisexualidad.
Dicho así, pareciera tratarse de un propósito chismográfico. Para evitar esto, Carrión se abastece de una gran cantidad de información periodística, testimonial e histórica, convirtiendo este ambicioso libro en una novela documental, a la manera de Enzensberger en El corto verano de la anarquía o Hammerstein o el tesón, con la diferencia de que Carrión, a lo documental, le suma la ficción.
Triángulo Fúser se construye a través de un coro de voces, una simultaneidad de registros, rumores y testimonios que giran alrededor de un vacío, y ese vacío es la vida del Che en Guayaquil, pero también el de la ciudad misma, que parece tragarse todo hasta hacerlo desaparecer.
Esta novela tiene también, al modo de Bolaño en 2666, su “parte de los crímenes”, pues acude a relatos del Guayaquil de los noventa, cuando se registraron numerosos casos de violencia y asesinatos de travestis y transexuales en la ciudad. Esto otorga espesor temático a las identidades sexuales de los diferentes personajes y denuncia la cultura conservadora, católica y violenta de la clase media alta guayaquileña. Triángulo Fúser es, entre otras cosas, un tratado contra la homofobia.
A modo de Thomas Bernhard, quien fustigó sin clemencia a su Salzburgo natal, Carrión embiste contra el Guayaquil de las apariencias y aspiraciones de estatus, y desvela las costumbres que hacen que un joven de colegio privado, familia pudiente y con acceso a una buena educación cometa crímenes de odio. Al mostrar esa descomposición el autor nos ofrece una ciudad más real y más vibrante. Como ha dicho otro gran escritor ecuatoriano, Leonardo Valencia, Ernesto Carrión es el Balzac de Guayaquil.
Los motores de la acción están en manos de dos personajes, Mariano Torres y Pablo Paredes, amigos de la facultad, que emprenden sendos proyectos cinematográficos. Uno, el de la vida del Che en Guayaquil y el otro el de los travestis de la ciudad. Sus peripecias sientan las bases de Tríptico de una ciudad, primera parte de Triángulo Fúser. Le sigue Ciudad pretexto, que trata del encuentro imaginario entre William Burroughs y Ernesto Guevara, con sugerentes referencias a Respiración artificial de Ricardo Piglia, donde se relata el encuentro entre Hitler y Kafka. En la tercera parte, Ciudad de fondo, hay un guión cinematográfico, y aparece El Che, años después, ya en Cuba, como promotor, junto con Raúl Castro, de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), los campos de trabajos forzados que existieron a principios de la Revolución.
La exhaustiva investigación documental de esta novela, retrata a un Che Guevara particularmente homofóbico –“La revolución no necesita de peluqueros”, había dicho Fidel– y obediente al liderazgo revolucionario cubano que consideraba a los homosexuales sujetos a ser reeducados y sometidos a un régimen de campo de concentración, en cuya entrada dicen que se podía leer “El trabajo os hará hombres”. Adicionalmente, el libro recoge las famosas palabras de Sartre: “Castro no tiene judíos, pero tiene homosexuales”.
En esta novela hay mucha poesía, algunos poemas y sobre todo muchos poetas y escritores. Vallejo, Neruda, Owen, Arenas, Piñera, Ginsberg, Lezama, Nicanor, y el ecuatoriano David Ledesma, muerto muy joven, y que tiene un rol esencial en el libro. Y muchos otros que acompañaron al Che mientras estuvo en Guayaquil, donde el alcohol, la pobreza y la sexualidad se entrecruzan con aires visiblemente beatniks.
Ginsberg había dicho que se masturbaba pensando en Fidel, y que le encantaría irse a la cama con el Che. Y también dijo que la cultura en la Cuba revolucionaria era “puritana y conformista”. Fue Jurado en el Premio Casa de las Américas y Carrión reconstruye las deliberaciones de aquella edición del premio con Lezama, Nicanor, y Ginsberg. Cabe añadir que Ernesto Carrión ganó el Casa de las Américas en 2017 con la novela Incendiamos las yeguas en la madrugada, donde hay personajes compartidos con Triángulo Fúser. En cuanto Ginsberg, sabemos que fue deportado.
La poesía está presente en la escritura misma de la novela (además de novelista, Ernesto es un poeta con obra abundante) Triángulo Fúser es por momentos lírica y desmesurada, a veces de-senfadada. Como se dice en varias ocasiones, responde a una estructura medusaria, y en ella conviven el diálogo imaginario, la investigación histórica y periodística, el ensayo, el testimonio, los diarios de rodaje, el guión, lo que permite narrar desde diferentes ángulos e imprimir al relato una maniática reincidencia o desdoblamiento continuo del argumento, para poder ofrecerlo desde sus múltiples caras.
Ernesto, el autor (no es casual que lleve el mismo nombre que su personaje principal) emprende con esta novela una búsqueda, digamos oblicua, de su propia identidad. “¿Qué hay en un nombre?”, dice Shakespeare, en uno de los epígrafes de la tercera parte. El tema del nombre aparece en otra de sus novelas, Un hombre futuro, en la que explora la relación con su padre, un fervoroso comunista que ponía al niño Ernesto a dibujar los rostros de Mao, Fidel, Marx y el Che. En uno de los diálogos que sostienen, Ernesto le comenta acerca del proyecto de hacer un documental sobre el paso del Che por Guayaquil, y sintetiza buena parte de lo que contiene esta novela. El padre lo escucha atentamente y responde: “¿Y qué piensas hacer con esa información, maricón? Yo me quedo con mi Che revolucionario”. Pues bien, quedó claro que el hijo hizo mucho más que eso. A juicio del crítico Wilfrido Corral, Triángulo Fúser será una novela relevante por varias décadas.