Pedro Saborido sostiene que hay algo en común entre el Gobierno actual y el menemismo, una especie de “espectacularidad” que “se lleva puesta” los temas y que “trabaja sobre una idea de avasallar al otro, de negarlo”. “Lo racional no ha dado soluciones, entonces la contrapartida es esa: la locura”, analizó en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3).
Pedro Saborido es escritor, guionista, productor y director de radio, teatro, cine y televisión. Un hombre prolífico, autor de algunos de los programas de humor más queridos y recordados por el público, como Saborido y Quiroga, Delicatessen, Todo por dos pesos y el icónico Peter Capusotto y sus videos, un clásico que jamás pasará de moda entre los televidentes. Actualmente se encuentra presentando su último libro, “Una historia del amor”, que aborda el amor, el peronismo y su idiosincrasia.
¿Imaginabas, cuando pensaste en el personaje de Micky Vainilla, que eso podía convertirse, de alguna forma, en realidad? ¿En un espejo, en algún sentido, de Javier Milei como presidente?
Hay algo ahí que precisamente ocurre con la ficción, que no deja de ser un ensayo de la realidad. No porque la realidad imite la ficción, sino porque la realidad se compone de pedazos. Cada momento está hecho de momentos pasados que, en determinado momento se combinan y aparece algo nuevo. Eso nuevo, en realidad, es una combinación de cosas ya preexistentes, y la ficción es eso: combinar cosas que están en la realidad. Entonces, en un momento, eso que uno pensó como un juego, como un delirio, como un “Julio Verne de cabotaje” que de pronto imagina que un cohete llega a la luna, o que alguien puede andar con un barco por abajo del agua, resulta que coincide con la realidad.
Cuando hicimos a Micky Vainilla, estaba basado, en realidad, en el comentario de una recepcionista en un lugar donde trabajábamos, que decía que prefería tomarse cuatro colectivos antes que subirse al tren porque "el tren estaba lleno de negros". Entonces apareció esta idea de que había un racismo de cabotaje. Algo que, en determinado momento, se anima a salir del closet, pero estaba ahí.
Todo esto estaba, hasta que un día toma intensidad y uno lo observa. Suponiendo que hay cosas que no pueden darse, como estos niveles de intensidad, o que la incorrección política siempre será de izquierda. Bueno, apareció una incorrección política de derecha, con una intensidad, con una violencia verbal, con un entusiasmo incluso en esa violencia. Y todo eso, claro que podía ocurrir.
Es al revés de Marx, ¿no? Primero aparece la parodia y luego se da la historia. No que la historia se repite como parodia, sino que, a veces, parece que primero aparece la parodia y después la realidad se parece a esa parodia.
Uno podría encontrar allí un porcentaje importante de los argentinos. Una encuesta de Barómetro Latinoamericano señalaba que un tercio de los argentinos, incluso antes de que Milei fuera electo, estaba dispuesto a aceptar un gobierno no democrático si solucionaba los problemas económicos. Eso conecta con el apoyo que tuvieron las dictaduras, que contaron con cierto apoyo. No mayoritario, pero significativo. Lo que sorprende ahora es que ese porcentaje crece. Ya no sería un 20 o 30%, sino que podría llegar, coyunturalmente, al 50%. ¿Eso es un hecho novedoso?
Sí, y además es como una advertencia a la democracia: se le exige a la democracia que se ocupe de algo que es la democracia económica. Nosotros tenemos una democracia política pero no hay una democracia económica. Estamos bajo el imperio de las leyes, pero la ley no castiga la pobreza. Pareciera que que haya pobreza no es un delito de nadie.
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Siguiendo esta idea de que es algo casi cómico y una farsa respecto de Menem. ¿Puede ser que lo que tengamos sea una especie de menemismo adecuado a la época que resulta una farsa, y uno podría decir que las “fuerzas del cielo”, la guardia pretoriana de Milei, la guerra con celulares, es más "farsismo” que “fascismo”?
Hay algo de efecto de presidencia espectáculo entre esta que estamos viviendo y la de Menem, hay un punto en común: la espectacularidad que se lleva puesta los temas, que se lleva el impacto mediático, que trabaja sobre una idea de avasallar al otro, de negarlo.
Es interesante ese juego de palabras. Parece que vivimos en una farsa. Como una especie de desmesura lógica frente a que aquello racional y moderado no ha dado soluciones, entonces la contrapartida es esa: la locura. Una especie de “que se pudra todo, total así no vamos a ningún lado”.
Creo que forma parte de una especie de momento en que para razonar algo, para ser conscientes tenemos que abismarnos. Estar al borde del abismo para tomar conciencia. y frente a eso, lo inaudito de la situación hace que nadie sepa cómo reaccionar. La política no le encuentra la vuelta: Los gobernadores, los diputados, el Congreso, no parecieran estar a la altura de lo que está ocurriendo, que no sabemos si deriva en un desastre o en algún momento se encauce en algo.
FM