CULTURA
en la Fundación Larivière

Para que lo fotográfico ocurra

“Ideas fijas” se titula la muestra de Cecilia Szalkowicz, que reúne imágenes que fueron inmovilizadas por la cámara de esta artista nacida en Buenos Aires en 1972. A su vez, las fotografías de naturalezas muertas, objetos, retratos están sujetas sobre unos paneles de cemento en el centro del espacio de La Boca, sede de la Fundación Larivière. El dispositivo de exhibición se asume como un objeto de arte y despliega por su peso y volumen, por su carácter constructivo, una barrera que imanta a las obras y las suspende en el medio, al tiempo que libera a las paredes laterales de su función más habitual como soporte.

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En muestra. A izq.: Sin título, 2024. Arriba: Sin título, 2019-2024. Ambas obras son impresión Giclée sobre papel de algodón. | cedoc

Hay, entre tantos motivos literarios, al menos dos personajes que llevan al extremo una obsesión: el capitán Ahab de Moby Dick y Alonso Quijano, el hidalgo Don Quijote de la Mancha. Para este último caso, además de inventar el género novela, Miguel de Cervantes le da forma a la personalidad de don Quijote con algo del automatismo del poseso. Tiene una idea fija y ni los avisos de Sancho, ni las protestas de los otros personajes pueden desviarlo de la prosecución de sus andanzas. Por su parte, la inmensa novela de Herman Melville en la que la persecución de la ballena blanca es además de una aventura inconmensurable, un tratado filosófico, la representación de la lucha entre el bien y el mal, la busca frenética de un sentido a la vida y a la muerte, renueva el concepto de una obsesión. Leemos en la novela escrita en 1851: “Aunque su aspecto físico era bueno y parecía un hombre sereno y normal, en su interior estaba la obsesión turbulenta, la idea fija cercana a la locura. Entretanto, dibujaba nuevas líneas en la carta, acto que repitió durante los días siguientes, borrando unas y trazando otras nuevas. Y ante cuatro mapas de los mares del mundo, el capitán Ahab, como un alucinado, miraba las líneas tratando de llevar a término su idea obsesiva”.

Para dar cuenta de este estado, Arthur Conan Doyle lo define con total precisión en El regreso de Sherlock Holmes, esa colección de trece cuentos que tuvo que escribir en 1903, casi obligado por sus lectores que no aceptaban que el famoso detective hubiera “muerto”. Quizá, dirigido a ellos, el gran escritor y médico inglés advierte que “existe una condición que los psicólogos franceses modernos han llamado la “idea fija “, que puede ser insignificante en su carácter y estar acompañada de una completa cordura en todos los demás aspectos. Un hombre puede formar una idea fija de ese tipo y bajo su influencia ser capaz de cualquier atropello fantástico”.

El conjunto de obras que Cecilia Szalkowicz presenta en la Sala 2 de la Fundación Larivière se titula Ideas fijas y resulta imposible no pensar en, por lo menos, algunos significados de esta expresión. Por un lado, la evidencia: imágenes que fueron afirmadas e inmovilizadas por la cámara de esta artista nacida en Buenos Aires en 1972. A su vez, las fotografías de naturalezas muertas, objetos, retratos están sujetas sobre unos paneles de cemento en el centro del espacio de La Boca, sede de la Fundación. El dispositivo de exhibición se asume como un objeto de arte y despliega por su peso y volumen, por su carácter constructivo, una barrera que imanta a las obras y las suspende en el medio, al tiempo que libera a las paredes laterales de su función más habitual como soporte. En este punto, las ideas fijas atribuirían su correspondencia con aquello asentado y estable, invariable y estático. El diseño y el desarrollo de la pieza fueron realizados por la artista en colaboración con Leticia Virguez y Gabriel Huarte del estudio Mater.

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Por el otro, sería posible volver a la condición esbozada en el comienzo que se relaciona con las figuras literarias que llevaron a este concepto a un más allá de la imaginación y “bajo su influencia” ser capaces de algo fantástico. La busca de Szalkowicz es prolijamente obsesiva y con un puñado de imágenes ensaya, una y otra vez, las posibilidades de la mirada. Su virtuosismo en el encuadre que da paso a la toma compite con la realización de un ensayo sobre la percepción y el entendimiento. La habilidad para juzgar, el discernimiento entre una imagen y una imagen fotografiada. Poner el ojo, criterio, lógica y conocimiento sobre las motivaciones de la perceptibilidad.

Asimismo, tener cabeza e inteligencia para una sensibilidad que se promueve desde las composiciones clásicas, “los elementos arquetípicos de la fotografía de estudio como las naturalezas muertas”, según escribe su curador Mariano Mayer, para incursionar en la narrativa a partir de estas secuencias. Incluso, la disposición en la escultura central, a medias entre esta disciplina y la arquitectura, alienta a arriesgar formas de interpretación y reconocimiento. Una suerte de arte rupestre tecnológico que cuenta la historia de una contemplación y la yuxtaposición de escenas y formas que posibilitan un relato, algo autobiográfico.

En cada foto está la impronta de su autora, pero esto no sería suficiente para considerar ese género del yo. Sin embargo, en las tomas de Szalkowicz hay una experiencia vital, una sombra y un reflejo de quien las ha creado. Son los fotogramas de una mente dedicada y meticulosa. La reverberación y el destello de esas observaciones y estudios se plasman como acechos a una investigación y rastreo del asunto. Su interés está en el escudriño de viabilidad y encontrar la ocasión para que lo fotográfico ocurra.

Ficha de la muestra

Ideas fijas

Cecilia Szalkowicz

Curaduría: Mariano Mayer

Fundación Larivière Fotografía Latinoamericana

Caboto 564, CABA

De jueves a domingo de 12 a 19